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n u
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t é
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# 189
-mensajes-
"Las mismas palabras pueden ser triviales
o extraordinarias según la forma en que se digan. Y esa forma depende de la
profundidad de la región en el ser de un hombre de donde procedan, sin que la
voluntad pueda hacer nada. Y, por un maravilloso acuerdo, alcanza la misma
región en quien las escucha. De tal modo, el que escucha puede discernir, si
tiene alguna capacidad de discernimiento, cuál es el valor de las palabras."
Simone Weil
"Los grandes misterios no son enigmas para los que haya una
solución precisa. Para penetrar en ellos hay que dejarse transformar por ellos.
Quien no esté dispuesto o no sea capaz de ello, se empeñará en vano. Pero el que
lo ha conseguido no puede revelar nunca nada a quienes no quisieron o no
pudieron. No le entienden. Así los misterios se protegen a sí mismos."
Michael Ende
POEMAS |
El secreto |
Al
lector |
Denise Levertov |
TALLER
LITERARIO
| Convocatoria 2008 |
PROSA | Los nueve mil millones de nombres de Dios | Arthur C. Clarke |
DEFINICIÓN
| Quimérico, imaginario, ilusorio |
ENCUESTA
FIGURITAS | Cómo responder a las encuestas en el blog |
RESPUESTAS
| Alucinaciones del calor |
ENLACES |
Pintores, dibujantes, ilustradores
|
CONTACTO | niusleter@niusleter.com.ar |
El secreto
Dos niñas descubren
el secreto de la vida
en una súbita línea
de poesía.
Yo que no conozco el
secreto escribí
la línea. Ellas
me dijeron
(a través de otra persona)
que lo habían encontrado
pero no qué era,
ni siquiera
qué línea era. Sin duda
ahora, más de una semana
después, ellas han olvidado
el secreto,
el verso, el nombre del
poema. Las amo
por encontrar lo que
yo no puedo encontrar,
y por amarme
por el verso que escribí,
y por olvidarlo,
para que
miles de veces, hasta que la muerte
las encuentre, ellas puedan
descubrirlo de nuevo, en otros
versos
en otros
sucesos. Y por
querer conocerlo,
por
asumir que hay
tal secreto, sí,
por eso
sobre todo.
Al lector
Mientras lees, un oso blanco ociosamente
orina, tiñendo la nieve
de azafrán,
y mientras lees, muchos dioses
yacen entre lianas: ojos de obsidiana
observan las generaciones de hojas,
y mientras lees
el mar vuelve sus oscuras páginas,
vuelve
sus oscuras páginas.
Denise Levertov nació en Essex, Inglaterra en 1923
y fue educada en su casa por su madre y su padre, judío hasidim convertido en
sacerdote anglicano. En 1946 publicó su primer libro, La imagen doble.
Dos años más tarde, después de casarse con Mitchell Goodman, emigró a Estados
Unidos, donde trabajó como editora y dio clases en distintas universidades. En
el '55 se nacionalizó yanqui y durante los '60s y '70s, participó en movimientos
antibélicos y feministas. Publicó ensayos, crítica, antologías, traducciones, y
más de veinte libros de poesía, entre ellos: Aquí y ahora (1957), A
las islas por tierra (1958), Con ojos en la nuca (1959), La
escalera de Jacob (1961), Gustar y ver (1964), La danza de la
tristeza (1967), Huellas de pasos (1972), Vida en la selva
(1979), La respiración del agua (1987), Una puerta en la colmena
(1989), Tren de la tarde (1992). Recibió varios premios y una beca
Guggenheim. Murió en 1997.
-¿Querés hacer lo que realmente te dan las ganas?
Tiene que ver con escribir, ¿no? ¿Y te resulta
más disfrutable y provechoso hacerlo con personas
que están en lo mismo? ¿No te gusta que te manden tarea
(claro, ya terminamos la escuela), y tampoco la paja discursiva?
Mejor que decir es hacer, ¿no te parece? Esto es sencillo:
se trata de escribir, leer y escuchar
lo que otros puedan aportar
y compartirlo con más gente...
Encuentros plurales de leer y escribir.
~ Espacio de reunión, experimentación y reflexión.
~ Herramientas compartidas para leer, escribir y corregir.
~ Lecturas sugeridas y aportes grupales.
~ Producción y ediciones individuales y colectivas.
~ Publicación electrónica y en papel.
Organizan:
Para consultas, escribí a:
(Asunto: Taller 2.0)
Más información
acá
"Cuánto amor soporta tu cuerpo".
En la medianera de una casa del Barrio Militar en
Ushuaia. Enviado por Bárbara Gasalla
"EL CHE VIVE
y yo tam
bién".
En esquina 9 y 28, General Pico, La Pampa. Lo vio Sofía Lacolla
"En Rosario vivía un mendigo
muy querido por todos, se llamaba "Cachilo", era un verdadero personaje; fue muy
conocido por sus famosas frases escritas con ceritas o tiza en las paredes y
macetones de las calles. La mayoría fue escrita en paredes del centro de
Rosario, con el paso del tiempo (y de la pintura) muchos se perderían, pero
algunos aún se pueden ver, como el de Alem y San Juan que dice
"El perro no tiene la culpa",
o el del edificio de calle San Luis, donde se lee:
"Para morir por la patria primero hay que vivir"
Ahora les escribo algunas y si les parece después consigo
más....
"El hobrero
después de los 40
piensa en cuna de la bandera primero"
"Al César lo que es del César
y a José lo que es de José"
"Atención: 14, 15 y 16 de febrero del '88: Carnaval. Cuídese de hacer mal. "
"Paloma que tiene arito en oreja izquierda es Maradona."
"La juventud se reproduce: son los viejos que trabajan en lo que tienen
aprendido: un país se conduce."
"Aquí está la bandera idolatrada, regalada."
"Sangre nos da el toro y leche la vaca. Argentino, para qué querés la vida
si has perdido la patria? Dónde vas a morir, si ya estás muerto en la cloaca? / Schellas,
su óptica."
"Amigo corsario, estamos en Rosario."
"Si los crotos tuviéramos sindicato, no trabajaríamos nunca."
"Puertas que abras, donde mueren las palabras empiezan las letras."
"Hombre pena./ Sangre y arena."
"Qué miedo / en los caños
El monstruo es el nene / de dos a siete años."
"A todo Adán / das asco."
"Calendario / el tiempo pasa. / Sigue Rosario / andando en el mundo."
"Ayá en París / los bebés los traes la cigüeña, / aquí en Rosario
los trae "la pava" que vuela."
"Hacen / renegar / pobrecitas / las japonesas
no quieren tener más hijitas./ Se quieren suicidar."
Espero que les guste.
Javier Sordo"
Los nueve mil millones de nombres de Dios
El doctor Wagner se contuvo haciendo un esfuerzo. La cosa
tenía mérito. Después dijo:
–Su pedido es un poco desconcertante. Que yo sepa, es la
primera vez que un monasterio tibetano encarga una máquina de calcular
electrónica. No quisiera parecer curioso, pero estaba lejos de pensar que un
establecimiento de esta naturaleza tuviese necesidad de aquella máquina. ¿Puedo
preguntarle qué piensa hacer con ella?
El lama se ajustó los faldones de su túnica de seda y dejó
sobre la mesa la regla de cálculo con la que acababa de hacer la conversión de
libras en dólares.
–Con mucho gusto. Su calculadora electrónica tipo cinco puede
hacer, si su catálogo no miente, todas las operaciones matemáticas hasta diez
decimales. Sin embargo, me interesan letras y no números. Tendría que pedirles
que modificasen el circuito de salida, de modo que imprimiese letras en vez de
columnas de cifras.
–No acabo de comprender...
–Desde la fundación de nuestro monasterio, hace más de tres
siglos, nos hemos venido consagrando a cierta labor. Es un trabajo que acaso le
parezca extraño, y por ello le pido que me escuche con espíritu abierto.
–De acuerdo.
–Es sencillo. Estamos redactando la lista de todos los
nombres posibles de Dios.
–¿Cómo?
El lama prosiguió, imperturbable:
–Tenemos excelentes razones para creer que todos estos
nombres requieren, como máximo, nueve letras de nuestro alfabeto.
–¿Y han estado haciendo esto durante tres siglos?
–Sí. Y hemos calculado que necesitaríamos quince mil años
para completar nuestra tarea.
El doctor lanzó un silbido ahogado, como si estuviera un poco
aturdido.
–O.K. Ahora comprendo por qué quiere usted alquilar una de
nuestras máquinas. Pero, ¿cuál es el objeto de la operación?
El lama vaciló una fracción de segundo, y Wagner temió haber
molestado a aquel singular cliente que acababa de hacer el viaje de Lhassa a
Nueva York con una regla de calcular y el catálogo de la “Compañía de
Calculadoras Electrónicas” en el bolsillo de su túnica de color azafrán.
–Puede llamarlo ritual si así lo quiere –respondió el lama–,
pero tiene una gran importancia en nuestra fe. Los nombres del Ser Supremo,
Dios, Júpiter, Jehová, Alá, etc., no son más que rótulos escritos por los
hombres. Consideraciones filosóficas demasiado complejas para que se las exponga
ahora nos han dado la certidumbre de que, entre todas las permutaciones y
combinaciones posibles de letras, se encuentran los verdaderos nombres de Dios.
Pues bien, nuestro objeto consiste en encontrarlos y escribirlos todos.
–Ya comprendo. Han empezado ustedes con A.A.A.A.A.A.A.A.A. y
terminarán con Z.Z.Z.Z.Z.Z.Z.Z.Z.
–Con la diferencia de que utilizamos nuestro alfabeto. Desde
luego, supongo que les será fácil modificar la máquina de escribir electrónica
adaptándola a nuestro alfabeto. Pero hay otro problema más interesante, la
disposición de circuitos especiales que eliminen las combinaciones inútiles. Por
ejemplo, ninguna de las letras debe aparecer más de tres veces sucesivamente.
–¿Tres? Querrá decir dos.
–No. Tres. Pero la explicación detallada requeriría demasiado
tiempo, aunque comprendiera usted nuestra lengua.
Wagner dijo, precipitadamente:
–Claro, claro. Prosiga.
–Le será fácil adaptar su calculadora automática para lograr
este punto. Convenientemente dispuesta una máquina de este tipo puede permutar
las letras unas tras otras e imprimir el resultado. De esta manera –concluyó el
lama tranquilamente–, lograremos en cien días lo que nos habría costado quince
mil años más.
El doctor Wagner creyó perder el sentido de la realidad. Las
luces y los ruidos de Nueva York parecían esfumarse al llegar a las ventanas del
edificio. Allá, a lo lejos, en su remoto asilo montañoso, los monjes tibetanos
componían desde hacía trescientos años, generación tras generación, su lista de
nombres desprovistos de sentido... ¿Acaso la locura de los hombres no tenía un
límite? Pero el doctor Wagner no debía manifestar sus pensamientos. El cliente
siempre tiene razón...
Respondió:
–No cabe duda de que podemos modificar la máquina tipo cinco
de manera que imprima las listas como usted desea. Me preocupa más la
instalación y el manejo. Además, no será fácil transportarla al Tibet.
–Esto puede arreglarse. Las piezas sueltas son lo bastante
pequeñas para que puedan transportarse en avión. Por esto hemos escogido la
máquina de ustedes. Envíen las piezas a la India, y nosotros nos encargaremos de
lo demás.
–¿Desean los servicios de dos de nuestros ingenieros?
–Sí, para montar la máquina y vigilarla los cien días.
–Enviaré una nota a la dirección de personal –dijo Wagner,
escribiendo en un bloc–. Pero aún hay dos cuestiones más que resolver...
Antes de que pudiese terminar la frase, el lama había sacado
del bolsillo una hojita de papel.
–Aquí tiene el estado, certificado, de mi cuenta en el Banco
Asiático.
–Muchas gracias. Perfectamente... Pero, si me permite, hay
otra cuestión, tan elemental que casi no me atrevo a mencionarla. A menudo
ocurre que se olvidan las cosas más evidentes... ¿Disponen de energía eléctrica?
–Tenemos un generador Diesel eléctrico de cincuenta
kilovatios y ciento diez voltios. Fue instalado hace cinco años y funciona bien.
Nos facilita la vida en el monasterio. Lo compramos principalmente para hacer
girar los molinos de oración.
–Ah, ya. Naturalmente. Hubiese debido pensarlo...
La vista, desde el parapeto, producía vértigo. Pero uno se
acostumbra a todo. Tres meses habían transcurrido, y a George Hanley no le
impresionaban ya los seiscientos metros de caída vertical que separaban el
monasterio de los campos cuadriculados del llano. Apoyado en las piedras
redondeadas por el viento, el ingeniero contemplaba con ojos cansinos las
montañas lejanas cuyos nombres ignoraba. “La operación nombre de Dios”, según la
había bautizado un humorista de la Compañía, era sin duda el trabajo más
desconcertante en que jamás hubiera participado.
[...]
Si quiere, siga leyéndolo.
Arthur Charles Clarke es inglés, nació en 1917 y vive en Sri Lanka desde 1956. Estudió matemáticas y física en el King's College de Londres. Sus cuentos, novelas y libros de divulgación científica empezó a escribirlos cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, donde participó desarrollando un sistema de defensa por radar. También fue presidente de la Sociedad Interplanetaria Británica durante dos períodos: 1946-1947 y 1950-1953. En sus comienzos como escritor usó dos seudónimos: Charles Willis y E. G. O'Brien. En la década del sesenta, era comentarista para la cadena CBS de las misiones Apolo 11, 12 y 15. Entre sus libros, figuran las novelas El fin de la infancia, La ciudad y las estrellas, Cita con Rama, Fuentes del paraíso, Factor Detonante, Sismo grado 10, Regreso a Titán; los volúmenes de relatos Expedición a la Tierra , Alcanza el mañana, Cuentos de la taberna del Ciervo Blanco, Relatos de diez mundos, El viento del Sol: relatos de la era espacial, Cuentos del planeta Tierra. Escribió su novela más conocida, 2001: Una odisea espacial, después de haber hecho el guión de la película homónima junto a Stanley Kubrick. Desde fines de los 80, hace sus libros de ficción en colaboración con otros escritores.
QUIMÉRICO, IMAGINARIO, ILUSORIO. -
Quimérico viene del latín chimaera, chimaira en griego, nombre
de un monstruo fabuloso que arroja llamas por la boca, que tiene cabeza de león,
cola de dragón y cuerpo de cabra. La quimera, pues, no es otra cosa que
una creación de la fantasía de los griegos. Lo imaginario viene de una
facultad que existe en el hombre. El filósofo de espíritu más reparado y más
severo ha de tener indispensablemente sus imaginaciones, porque imaginar
es tan natural en el ser humano como el pensar, el querer y el sentir. Lo
ilusorio es como el don recreativo que tiene el hombre de soñar estando
despierto. Es esa esperanza risueña y volátil con que triunfamos de la realidad
que nos espina. Un sabio dijo que la ilusión es una especie de
imbecilidad, sin la que no podríamos vivir, y dijo una bellísima sentencia. La
quimera es poética. La imaginación humana. La ilusión,
inventora. Lo contrario de lo quimera es lo verdadero. Lo contrario de
imaginario, real. Lo contrario de ilusorio, positivo. La quimera
nos lleva a la fábula. La imaginación, al arte. La ilusión, al
placer.
En
Sinónimos Castellanos, Roque Barcia, Librería Perlado Editores, Buenos
Aires, 1939.
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Abro los ojos, miro para un lado y está el mar... Giro, miro hacia otro lugar y
veo montañas... Ahora miro hacia abajo y encuentro mis pies, es un sueño: yo ahí
sentadita, todos los paisajes para mi, en simultáneo y sin fin...
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