Ñ u s l e t e r


#
64

-mensaje inédito de divulgación literaria-

 


 

"Si no vos ¿quién? 
Si no ahora ¿cuándo?"
 

Visto en una pared en Forest y Teodoro García (Chacarita).

 


ÍNDICE

ETIMOLOGÍA | Antología |
PROSA
|
Antología de inéditos #2 | Varios autores varios |
AGRADECIMIENTOS
FIGURITAS |
El adjetivo y sus arrugas | Alejo Carpentier
RESPUESTAS
TALLER LITERARIO | Plural |
FIGURITAS |
La corrección | Roland Barthes |
SUSCRIPCIONES


ETIMOLOGÍA

ANTOLOGÍA: Compuesta por las voces griegas anthos, flor y légein, recoger. Ramillete escogido, o sea.


PROSA

Primicia exclusiva

Llegaron a nuestras manos una serie de textos nunca antes vistos: gente que hace cosas dormida; hongos que cantan tras los decorados; ciclismo erótico virtual; sexo y charlas con desconocidos; fluído ascensorista; un pasaje atrás del que maneja; estar en el medio de un quilombo; un abuelo que te saca la ficha; un crimen cometido y un crimen por cometer. Léalos en:

Antología de textos inéditos #2:
http://niusleter.com.ar/antologia/antologia2.html

a Tope


AGRADECIMIENTOS

Vas a ser la Revelación del Año cuantos años vivas, Mariano Valcarce, Soporte Técnico.
Gabriela García, Virginia Elías, Diana Cegelnicki, Adriana Blanco, Gustavo Zini, Marcos Bruzzo, Alicia González, Johana Gómez Arn, Hilario González, por convidarnos sus textos.
Marcelo Carnero, Laura Román, Natalia Licovich, Eduardo González, Fabiana Pouso, Pablo Snieg, Maxi Maro, Agnieszka Ptak, Mei, Fede Merea, Sergio Scalea, Mauro Oliver, por las lecturas compartidas.
Evaristo Bertora.
Pilar Lagos.
Daniel Liñares.
Y a todos los desprejuiciados.

Mariano Valcarce, Soporte Técnico, avisa "el que elije no coge".

a Tope


FIGURITAS

El adjetivo y sus arrugas

    Los adjetivos son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural, sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en una página. Pero cuando se les hace volver a menudo, cuando se les confiere una importancia particular, cuando se les otorga dignidades y categorías, se hacen arrugas, arrugas que se ahondan cada vez más, hasta hacerse surcos anunciadores de decrepitud, para el estilo que los carga. Porque las ideas nunca envejecen, cuando son ideas verdaderas. Tampoco los sustantivos.
   
Cuando el Dios del Génesis luego de poner luminarias en la haz del abismo, procede a la división de las aguas, este acto de dividir las aguas se hace imagen grandiosa mediante palabras concretas, que conservan todo su potencial poético desde que fueran pronunciadas por vez primera. Cuando Jeremías dice que ni puede el etíope mudar de piel, ni perder sus manchas el leopardo, acuña una de esas expresiones poético-proverbiales destinadas a viajar a través del tiempo, conservando la elocuencia de una idea concreta,  servida por palabras concretas. Así el refrán, frase que expone una esencia de sabiduría popular de experiencia colectiva, elimina casi siempre el adjetivo de sus cláusulas: "Dime con quién andas...", "Tanto va el cántaro a la fuente...", "El muerto al hoyo...", etc. Y es que, por instinto, quienes elaboran una materia verbal destinada a perdurar, desconfían del adjetivo, porque cada época tiene sus adjetivos perecederos, como tiene sus modas, sus faldas largas o cortas, sus chistes o leontinas. El romanticismo, cuyos poetas amaban la desesperación -sincera o fingida- tuvo un riquísimo arsenal de adjetivos sugerentes, de cuanto fuera lúgubre, melancólico, sollozante, tormentoso, ululante, desolado, sombrío, medieval, crepuscular y funerario. Los simbolistas reunieron adjetivos evanescentes, grisáceos, aneblados, difusos, remotos, opalescentes, en tanto que los modernistas latinoamericanos los tuvieron helénicos, marmóreos, versallescos, ebúrneos, panidas, faunescos, samaritanos, pausados en sus giros, sollozantes en sus violonchelos, áureos en sus albas: de color absintio cuando de nepentes se trataba, mientras leve y aleve se mostraba el ala del leve abanico. Al principio de este siglo, cuando el ocultismo se puso de moda en París, Sar Paladán llenaba sus novelas de adjetivos que sugirieran lo mágico, lo caldeo, lo estelar y astral. Anatole France, en sus vidas de santos, usaba muy hábilmente la adjetivación de Jacobo de la Vorágine para darse "un tono de época". Los surrealistas fueron geniales en hallar y remozar cuanto adjetivo pudiera prestarse a especulaciones poéticas sobre lo fantasmal, alucinante, misterioso, delirante, fortuito, convulsivo y onírico. En cuanto a los existencialistas de segunda mano, prefieren los purulentos e irritantes. Así, los adjetivos se transforman, al cabo de muy poco tiempo, en el academismo de una tendencia literaria, de una generación. Tras de los inventores reales de una expresión, aparecen los que sólo captaron de ella las técnicas de matizar, colorear y sugerir: la tintorería del oficio.. Y cuando hoy decimos que el estilo de tal autor de ayer nos resulta insoportable, no nos re ferimos al fondo, sino a los oropeles, lutos, amaneramientos y orfebrerías, de la adjetivación. Y la verdad es que todos los grandes estilos se caracterizan por una suma parquedad en el uso del adjetivo. Y cuando se valen de él, usan los adjetivos más concretos, simples, directos, definidores de calidad, consistencia, estado, materia y ánimo, tan preferidos por quienes redactaron la Biblia, como por quien escribió el Quijote.

Alejo Carpentier

a Tope


RESPUESTAS

 ¿Qué cosas le gusta hacer en simultáneo?

Abrir varias ventanas del Explorer y escuchar la radio y mientras tanto hablar por teléfono y enojarme pensando las boludeces que me están diciendo y llamar a mi hija para que se vaya a bañar y entristecerme por las cosas que me pasaron la noche anterior y tratar de recomponer algo imposible, lo que fue, fue.
Mystica

Rascada de oreja y Guiño de ojo. Merienda y Cena. Ser mediocre y Creerme mejor. 
Epifrinio

Escuchar la radio mientras me afeito, tomar mate mientras leo los diarios argentinos en internet, y escuchar música mientras cocino o mientras trabajo. Hay cosas que deben hacerse sí o sí en simultáneo: ¿alguien puede lavar platos o limpiar el baño sin una música de fondo estilo "Rocky" o "Carrozas de fuego" que disfrace con un poco de gloria y heroicismo una tarea tan pedorra?
Pez

La paja, hacerla mientras me la hacen 
Rodolfo Soto

hablar y pensar... pocas veces se logra
María Eugenia Pérez

¿En qué ocasiones se le mezclan realidad e imaginación?

Muy seguido, por suerte. Sueño mucho despierto.
Pez

Mezclan el ocaso con iones de la imagenación en el clan del mes.
Diana Cegelnicki

A la noche, antes de dormirme, y cuando hablo con mi abuela, se cuelga o me cuelgo yo de la palmera, y así vemos que todos los caminos conducen a Roma.
Mystica

en el sexo
María Eugenia Pérez

Por ejemplo el otro día cuando fui al dentista, donde primero me apuntaron un nervio para que no sienta más nada, y después me injertaron unas cosas de metal, una mezcla del Hombre de Ojalata y Terminator. 
Gustavo Stefani

Realidad y fantasía: Cuando hago el amor....
Alejandra

Cada vez que estoy en Simultáneo y se acerca el mozo, hombrecito azul con un ojo marciano en la frente, vistiendo unas seductoras polleras, que pretende, en Simultáneo, hacerme creer que es el guardia y que debo bajar porque saqué de 0,80 en lugar de 1,25.
María Ferreyra

Justamente hace dos noches tuve la peor pesadilla de mi vida y cuando me levanté dudaba si era real o no (obviamente seguía bastante dormida). Soñé que estaba con mi flia de vacaciones. Mi hermana mayor y yo, por un error, o no se bien por qué, matábamos a un tipo y a su hijo. Los quemábamos, mutilábamos y enterrábamos las cenizas para que no nos descubrieran. Nadie se enteraba de nada. Cuando me desperté tenía una angustia terrible. Me preguntaba cómo podía hacer para vivir con esa carga, después me puse a pensar en qué vacaciones había sido y ahí, a medida que iba recuperando la cordura, caí en la cuenta de que todo había sido un sueño y que no era real. Gracias a Dios no había matado a nadie. Y yo pensaba que mi peor pesadilla había sido cuando soñé por tercera vez que el Diablo me perseguía (siempre era exáctamente el mismo sueño y era bastante chica).
Jul

Cuando mirás a esa persona especial a los ojos y pareciera que te absorven y te transportan a un mundo totalmente diferente hasta que la conexión se corta de golpe en un pestañeo.
Lucas Aguilar

En transición vigilia-sueño. En ver mi nariz. En crónicaTV.
Epifrinio

¿Y entonces?

Y así empezamos a caminar, llegamos a Roma o a no sé donde, pero llegar, llegamos. Seguro. 
Mystica

Tu vieja es una mala burra, mater tua mala burra est: tu vieja come manzanas rojas (maltellamo latín castellano)
Diana Cegelnicki
ENCUESTA | Hic et nunc | aquí y ahora: alquila y ahorra

Y entonces nada, es así y listo. Supongo que no me gustaría un día "100% realidad". Después de todo, eso en buena medida lo elige cada uno, ¿o no?
Pez

Ah, no, y entonces no. Lo siento.
Epifrinio

a disfrutar más y pensar menos
María Eugenia Pérez

Y entonces... entonces ¡KA-BUUUM! 
Gustavo Stefani

a Tope


TALLER LITERARIO

-Yo me enteré por internet. 
-En un mes 16 kilos.
-A mí se me pasó la amnesia.
-Sí, ¿te acordás?
-¿Vos no tenías mal aliento?
-¿A quién le decís?

Opiniones encontradas.
Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.

Abierta la inscripción. Y este verano... Taller Literario tostados. 

Auspician: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

Por la tarde: 4896-0140 o 4205-4284
O las 24 horas:

niusleter@niusleter.com.ar


FIGURITAS

La corrección (fragmento)

    Los retoques que los escritores aportan a sus manuscritos se dejan clasificar cómodamente sobre los dos ejes del papel sobre el que se escriben; sobre el eje vertical se ubican las sustituciones de palabras (son las "tachaduras" o "vacilaciones"); sobre el eje horizontal, las supresiones o agregados de sintagmas (son las "refundiciones"). Ahora bien, los ejes del papel no son otra cosa que los ejes del lenguaje. Las primeras correcciones son sustitutivas, metáforicas, apuntan a reemplazar el signo inicialmente escrito por otro signo extraído de un paradigma de elementos afines y diferentes; esas correcciones pueden por lo tanto recaer sobre los fonemas (Hugo sustituyendo púdico a encantador en El Edén encantador y desnudo se despertaba) o sobre los fonemas cuando se trata de eliminar asonancias (que la prosa clásica no tolera) o de homofonías muy insistentes consideradas ridículas (Apres cet essai fait: cétécéfé). Las segundas correcciones (correspondientes al orden horizontal de la página) son asociativas, metonímica, afectan la cadena sintagmática del mensaje, modificando por disminución o por acrecentamiento su volumen conforme a dos modelos retóricos: la elipsis y la catálisis.
    El escritor dispone en suma de tres tipos principales de corrección: sustitutivas, diminutivas y aumentativas: puede trabajar por permutación, censura o expansión. Estos tres tipos no poseen el mismo status y por otra parte no han corrido la misma suerte. La sustitución y la elipsis se ejercen sobre conjuntos delimitados. El paradigma está cerrado por las sujeciones de la distribución (que en principio obligan a permutar sólo términos de la misma clase) y por las del sentido que imponen cambiar términos afines. De la misma manera que no se puede sustituir un signo por cualquier otro signo, no se puede tampoco reducir una frase infinitamente; la corrección diminutiva (la elipsis) termina chocando, en cierto momento, contra la célula irreductible de toda frase, el grupo sujeto-predicado (se sobreentiende que prácticamente los límites de la elipsis se alcanzan a menudo antes en razón de las diversas sujeciones culturales como la euritmia, la simetría, etc.): la elipsis está limitada por la estructura del lenguaje. Por el contrario, esta misma estructura permite dar libre curso sin límite a las correcciones aumentativas; por un lado las partes del discurso pueden ser indefinidamente multiplicadas (lo que ocurriría mediante la digresión), y por el otro (es sobre todo lo que nos interesa aquí), la frase puede provista hasta el infinito de incisos y de expansión: el trabajo catalítico es teóricamente infinito; aun si la estructura de la frase está de hecho reglada y limitada por los modelos literarios (a la manera del metro poético) o por construcciones físicas (los límites de la memoria humana, por otra parte relativos puesto que la literatura clásica admite el período poco menos que desconocido por el habla corriente), no es menos cierto que el escritor enfrentado a la frase experimenta la libertad infinita del habla, tal como se inscribe en la estructura misma del lenguaje. Se trata por lo tanto de un problema de libertad y es necesario hacer notar que los tres tipos de correcciones de los cuales hemos venido hablando no han tenido la misma suerte; según el ideal clásico del estilo, el escritor está obligado a trabajar sin interrupción sus sustituciones y sus elipsis en virtud de los mitos correlativos de la "palabra exacta" y de la "concisión", ambos garantes de la "claridad", mientras que se lo desvía de todo trabajo de expansión; en los manuscritos clásicos abundan permutaciones y tachaduras pero no se encuentran correcciones aumentativas salvo en Rousseau y sobre todo en Stendhal, de quien conocemos su rebelde actitud contra el "bello estilo".

Tomado de "Flaubert y la frase", de Roland Barthes, incluido en su libro Nuevos ensayos críticos, Editions du Seuil, París, 1972. 

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