¿ Ñ u ~ l é t r ?

 

 

# 204

 

 

-mensaje abrigado de intemperie y aventura-

 

 


 

"Me preguntas qué he debido soportar para haber llegado a donde estoy. No lo sabrás, ni tú ni los otros, porque no se puede decir. La mano que me quemé y cuya piel está arrugada como la de una momia, es más insensible que la otra al frío y al calor. También mi alma pasó por el fuego: ¿puede maravillar acaso que no se caliente al sol? Considéralo en mí como una invalidez, como una enfermedad vergonzosa de mi interior, que he contraído por haber frecuentado cosas malsanas; pero no te aflijas más porque no hay nada que hacerle. No me compadezcas, no vale la pena. No te indignes, sería poco inteligente."

Gustave Flaubert

 

"... cuando el hombre se despierta del sueño y procura encontrar su significación, tropieza con una realidad subyacente, configurada por las imágenes del sueño, y observa entonces cómo también entre esas dos imágenes existen cercanías y diferencias. Y el sueño se convierte para él en una metáfora. Pero el sueño, en la interpretación del hombre despierto, ya no es la misma cosa soñada."

Tudor Vianu

 

"¿Qué es la originalidad? Ver algo que todavía no tiene nombre, que no puede aún ser denominado, aunque esté delante de todos los ojos. Dada la manera de ser de las gentes, el nombre es lo que hace visibles a las cosas."
Friedrich Nietzsche
 


 

Vea este número de Nusléter según Nusléter

 

ÍNDICE

 

POEMAS | En plena noche | Una vez más | Como a un tajo | Hugo Mujica |  
ENCUESTA

FIGURITAS | Consejos de un guionista |
GRaFiTi  

TALLER LITERARIO | Qué contás |

PROSA | El día que te lleve el viento | Pablo Ramos |  

RESPUESTAS | Eslóganes |
SERVICIOS
| Calidad más precio justo |
ENLACES | Curiosidades, búsquedas y otras artes |

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POEMAS

 

 

En plena noche

 

También en plena noche
la nieve
se derrite blanca
 
y la lluvia
cae
sin perder su transparencia.
 
Es ella, la noche,
la que nos libra de los reflejos,
 
la que nos expande
                    las pupilas.
 
Lo que busca con su bastón
                       el ciego es la luz, no el camino.

 
 
 
 
 
Una vez más
 
Después del relámpago es otra
                                   la misma noche:
 
                            es que todo es lo que es y también
                                                    una vez más.

 
Como a un tajo
 
I.
Cae la lluvia
          sobre el tejado partido,
                        entra y gotea sobre la cama vacía.
 
II.
Con la carne,
como a un tajo
                 se acoge la vida:
 
es el vacío de la copa lo que queda y vuelve
                                        no lo que vertimos en ella.

 

 

Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942) Estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Tiene libros de ensayos (Kyrie Eleison, Kénosis, La palabra inicial, entre otros), varios de poemas (Escrito en un reflejo, Paraíso vacío, Noche abierta, Sed adentro, de ahí estos poemas) y dos de cuentos (Solemne y mesurado, Bajo toda la lluvia del mundo).
 

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ENCUESTA

 

¿Cuándo y cómo fue la última vez que se perdió?

En cien palabras, por favor.

 

 

¿Qué encontró estando perdida/o?

 

 

Mande a: www.niusleter.blogspot.com

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FIGURITAS

 

Algunos consejos pueden servir siempre

 

    He aquí algunos al azar. Hay que:

    –Dar su oportunidad a los personajes. No condenarlos de antemano, como en el melodrama, no oscurecerlos ni hacerlos más claros artificialmente. Para los papeles secundarios, pensar en dar a cada uno “su momento” en el film, la escena en la que se exprese totalmente, en la que llegará hasta lo más profundo de sí mismo. El actor y los espectadores quedarán con ello igualmente satisfechos.

    –Cultivar con discreción la ambigüedad, e incluso el difuminado. Saber que la dirección y la interpretación –una mirada aquí, un gesto allá– dirán mucho más que unas frases, lo dirán, en todo caso, de otro modo. Los buenos personajes avanzan siempre dentro de una zona de incertidumbre. Su acción no está trazada de antemano. Todo puede suceder. Y lo que sucede en su rostro o en su cuerpo, lo interpretarán los espectadores con frecuencia de manera personal, diferente cada vez. Cada uno de ellos, a su modo, completa, termina el personaje.

    –No se tema partir de un cliché, de una situación conocida. Trabajándola se llegará a la originalidad, poco a poco. Mientras que buscando a cualquier precio una situación de partida absolutamente original, por ello mismo desconocida, espantosa, se la rechazará poco a poco, se la suavizará, se la redondeará, para terminar, prosaicamente, en lo convencional. Recuérdese la frase de Hitchcock: “Vale más partir del cliché que llegar a él”. Y algunas citas célebres también: “Todo lo que no es tradición es plagio” (Eugenio d'Ors) y “La originalidad es la vuelta al origen” (Antonio Gaudí).

    –Pensar a cada instante en la fórmula sacrosanta, tan a menudo olvidada: “No anunciar lo que va a verse. No contar lo que se ha visto”.

    –Decirse a cada instante que la literatura es el enemigo número uno, que todo efecto literario en la escritura irritará al director, que no sabrá cómo transcribirlo. Saber sacrificar hermosas frases, hermosas ideas.

    –Saber que un diálogo breve obliga al director a tener imaginación.

    –Imaginar imágenes compactas, hermosas y ricas, imágenes emblemáticas, que cada una parezca contener la película entera. Buscar para cada escena la imagen central y construir la escena alrededor de ella. No hacer intervenir el diálogo sino en segundo lugar, a menos que el centro mismo de la escena sea una palabra o un efecto sonoro.

    –Escribir en un tiempo cinematográfico, que no es el tiempo teatral ni el tiempo de la novela. Saber que nada es más fácil que escribir en una novela al día siguiente por la mañana. Nada más difícil en una película que mostrar que estamos en el día siguiente y que es por la mañana.

    –Saber que la tan célebre psicología, vecina de la tipología, de la caracterología, es una disciplina arbitraria, cuya verdad aparente depende de cada uno de nosotros. Los verdaderos caracteres son imprevisibles, y sin embargo lógicos. Preferir a la lógica psicológica el rigor de la construcción dramática. Saber que toda acción revela algo, que ya no estamos en el teatro burgués del siglo XIX, en el que las reacciones del personaje estaban previstas antes de su entrada en escena. El cine es un hombre que llega a caballo a una ciudad del Oeste y nada sabemos de él. Va a definirse poco a poco, por sus gestos, por sus miradas.

    –Conservar siempre en el espíritu un solo elemento teórico: todo acontecimiento dramático, para ser plenamente satisfactorio, debe ser a la vez inesperado e inevitable. Desenvolverse lo mejor posible en esta admirable contradicción.

    –No olvidar nunca el sonido, no considerarlo nunca como accesorio. Se construye la banda sonora de una película desde el guión. Es bueno, cuando se cree terminado el guión, hacer una lectura minuciosa no concentrándose más que en el sonido, intentado oír la película. También aquí pueden aparecer digresiones, repeticiones, como en el relato propiamente dicho, y también el vacío, la ausencia, o una pobreza manifiesta.

    –Repetir tres veces en voz alta cada mañana aquella cita de Chejov: “Lo mejor es evitar toda descripción de un estado de alma. Hay que intentar hacerlo comprensible por las acciones de los héroes”.

 

 

Jean Claude Carrière y Pascal Bonitzer, en Práctica del guión cinematográfico (1991).

 

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TALLER LITERARIO

 

En agosto,

 

¿QUÉ CONTÁS?

 

Encuentros para trabajar una serie de cuentos: pueden ser ideas a desarrollar, textos empezados o completos por corregir.

HORARIO: Lunes de 19:30 a 21:30 hs.

LUGAR: Peña y Azcuénaga (Barrio Norte).

COSTO: $ 120

 

PARA ANOTARTE:

Escribí un mensaje con asunto “Quiero ir a niusleter@niusleter.com.ar y te contamos cómo sigue.

 

COORDINAN: Fernando Aíta - Alejandro Güerri

Más información acá

 

¿Por qué hacerlo? 10 MOTIVOS

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GRaFiTi


"Baño solo para perros con sarna". En Av. Pajaritos con pasaje Juan Mella (Santiago de Chile).

"Con o sin crisis: / Me matan si no tengo trabajo, / y si trabajo me matan."
En Av. Ossa con Gran Avenida, (Santiago de Chile). Los envió Carolina Gana.

"Nico sos un flash". Vilardevó y Lascano, Villa del Parque. Anotado por Lucía.

"Los pobres no son una mierda". En Diagonal Norte al 500, mano impar.

"Si tienes hambre, comete una mano." En Billinghurst y Peña.

 

"Y si te reís más?" Escrito con marcador, en Juramento y Amenábar.

 

 

Si le copa, mande graffiti, con dirección, a: niusleter@niusleter.com.ar.
Muchas gracias.
 

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PROSA

 

El día que te lleve el viento


    Aquella tarde él recorría las calles de siempre soportando la llovizna y el frío. Las manos en los bolsillos, la bufanda enroscada en el cuello, la boca caliente detrás de la bufanda. No tenía sentido pensar en ella, pero no podía hacer otra cosa más que recordarla; más que aceptar, con una mínima furia contenida, que el amor era una roca, una fuerza real que él no había considerado nunca. Cariño por una mujer no era lo mismo que amor. Por ella había sentido amor. Y había hecho todo al revés o, por lo menos, se había equivocado lo suficiente como para que ella terminara por abandonarlo; para que el amor lo abandonara en realidad. Sonrió. Se sentía viejo para sufrir por esas cosas, pero necesitaba llegar hasta el final de su desesperación, agotarla, convertirla en un sentimiento ridículo, terminar de apartarse, de una vez, de la melancolía.
    Entró en un pequeño bar de una esquina cualquiera y pidió un café y una medida de grapa. Le gustaba tomar grapa en un lugar que parecía más bien ambientado para el whisky o el coñac. También le gustaba el coñac, pero le daba una vergüenza inexplicable beberlo frente a extraños. La forma extrovertida de la copa, la posibilidad de que la calentaran incendiándola a la vista de todos. Semejante espectáculo no tenía nada que ver con él. La grapa le parecía mejor, en un vaso pequeño, con un color apenas esmeralda que la ligaba tan adecuadamente a su idea de humildad.
Tomó la grapa y bebió un poco de café. Esperó un tiempo prudencial y pidió otra haciendo una sena con la mano. El mozo no habrá podido determinar con exactitud lo que él quería (tal vez porque la sena correspondía también a la de un café) y se acercó. Él aprovechó esa fugaz intimidad que se le brindaba para pedir una doble. El mozo la trajo en dos vasos, cosa que él nunca hubiera imaginado. No había pedido dos sino una, doble, pero no dijo nada, no quería ofender al mozo. Terminó la bebida y se levantó para ir al baño. El alcohol lo había mareado y, más que la cantidad, pensó que había sido la velocidad a la que lo había tomado. Se sentía bien, lo único que iba a necesitar era comer por la noche. Nada más, murmuró, lo que debió ser mal escuchado por el mozo, que le preguntó qué quería. Ir al baño, dijo él. Arriba, le indicó el mozo: la puerta de la derecha.
    La escalera era tan angosta que, supuso, de bajar alguien en ese preciso momento uno de los dos iba a tener que retroceder hasta el final para dejar el paso al otro. Empujó la puerta correcta (la que tenía pegada la figura masculina) y echó su cuerpo sobre la pared, frente a uno de los mingitorios. Estoy borracho, se dijo; y pensó que ya estaba borracho desde antes de haber tomado y que la grapa sólo le había dado la excusa para poder expresarlo. Estaba borracho porque quería estar borracho. La borrachera es un estado del alma, concluyó, y decidió que cuando llegara a la soledad de su departamento iba actuar para sí mismo como un borracho, como el alcohólico empedernido que no era. Quizá revolear un vaso contra la pared, reírse de un pensamiento a los gritos. En público debía mantener la compostura, no era hombre de andar haciendo escenas por ahí.
    Bajaba las escaleras cuando una mujer rubia subió el primer escalón. La mujer no se dio cuenta enseguida de que la escalera estaba ocupada y él la dejó seguir. Se encontraron en el medio y la mujer esperó paciente su retroceso. El sabía que tenía que retroceder. Tardó un poco, pero realmente iba a retroceder cuando ella avanzó con audacia, obligándolo a ponerse de costado. La mujer tenía que hacer fuerza para pasar y la hizo. No eligió las caderas para empujar, sino los pechos y la pelvis, dándole a él la cara de manera brutal. El aliento de la mujer, su perfume agresivo, aceleraron por un momento su corazón. La mujer siguió hacia arriba con decisión y abrió la puerta del baño, se diría que la embistió, sin furia, como si no lo hubiera hecho con el cuerpo, sino con una energía que llevaba delante del cuerpo. Una especie de escudo protector y destructor también, por qué no.
    Bajó las escaleras, volvió a sentarse y pagó la cuenta. Cuando la mujer bajó, se sentó en una mesa donde había un coñac esperándola. Él podía sentir cómo el extraño perfume de la mujer, perceptible a esa distancia, lo perturbaba; un influjo de luna sobre su sangre, pensó. La mujer apuró la bebida, se puso el abrigo y salió del bar. Cuando pasó frente a él, del otro lado de la ventana, no lo miró, pero con los dedos extendidos de su mano izquierda rozó el vidrio de punta a punta, dejando una marca humedecida. Él se levantó, enroscó su bufanda al cuello y salió a la calle. Vio la figura de la mujer a mitad de cuadra. Caminó rápido hasta acercarse un poco. Después trató de coordinar su velocidad con la de ella. Estaba excitado, sorprendido de sí mismo, de estar siguiendo a una mujer, de estar acechándola. Caminaba tratando de ir en línea recta de árbol en árbol para ocultar su cuerpo. Temía que ella se diera vuelta, que lo sorprendiera en esa actitud. Quería mantener media cuadra de distancia, pero su andar se aceleraba y varias veces tuvo que demorarse para no alcanzarla. La mujer dobló y él supo de pronto que iba a conseguir lo que quería. De cualquier manera: en la calle, en el baño de un bar, iba a obligarla de ser necesario. Le miraba las caderas entubadas en una pollera provocativa, su andar sereno, sexual. Era alta, muy alta, y recién lo notaba; no menos de cuarenta y cinco, el pelo largo, rubio natural, y sintió que estaba seguro de lo que ella buscaba en la calle. Sabe que la estoy siguiendo, se dijo, justo cuando la vio entrar en un edificio bajo.
    Corrió hasta la puerta y espió a través del vidrio: la mujer desaparecía en las escaleras. Aspiró el aire. El rastro de ese perfume lo hacía olvidarse del mundo. Ni siquiera tenía presente por qué había salido aquella tarde a caminar, por qué se había metido en ese bar a tomar café con grapa. De cualquier manera, nada de eso le habría importado. Deseaba entrar. Era un edificio de sólo tres plantas, estaba seguro de poder seguir el perfume a través de la escalera. Empujó el vidrio con un golpe seco y la puerta se abrió, la había dejado entornada. Puta, dijo en voz baja.
    Subió por las escaleras. El palier estaba oscuro, apenas iluminado por un ojo de buey que daba al exterior. Había dos departamentos por piso y subió al segundo siguiendo su olfato. Se sentía un sabueso, un perro excitado al que se le derretía la boca por estar tan cerca de su presa. Se paró directamente frente a una de las puertas, ni siquiera contempló la posibilidad de que pudiera ser la otra. La excitación se le había expandido ahora por todo su cuerpo, hasta el dolor, hasta el ahogo. Iba a tocar el timbre pero golpeó, tres veces, con una decisión que lo hizo sorprenderse de sí mismo.
    -¿Quién es? -preguntaron desde adentro.
    La voz era más aguda de lo que se la había imaginado pero igual la delataba: vivís sola, salís a los bares a calentar tipos. Golpeó tres veces más.
    -¿Pero quién es? -insistió la mujer sin abrir la puerta.
    -Nos conocimos en el bar, mejor dicho, en la escalera del bar.
    Si abría no la iba a dejar respirar, se le tiraría encima, le levantaría la pollera y trataría de penetrarla ahí mismo. Le dolía el estómago. La puerta se entreabrió, todo lo que permitía la cadena: un grueso pasador visible desde afuera.
    -Nos conocimos en el bar -repitió él en voz baja pero inflexible-, abrime.
    -Ándate porque llamo a la policía -dijo la mujer y amagó cerrar la puerta. Pero él se había adelantado: había metido el pie.
    -Antes de que llegues al teléfono rompo la cadena y te cojo por todo el piso -dijo él, como para no darse lugar a volver atrás.
    -Estás loco, adentro está mi marido.
    -Adentro no hay nadie.
    -Grito.
    -Te voy a hacer gritar yo -dijo él y se tiró hacia adelante metiendo la mano por la abertura.
    Fue un acto impulsivo, porque inconscientemente tuvo que sacar el pie y ella aprovechó para cerrar la puerta y atraparle la muñeca. Lo estaba lastimando, le estaba por quebrar la muñeca.
     -Ahora la que te va a hacer gritar soy yo -dijo la mujer, y descargó una presión terrible sobre la puerta.
    La mano de él estaba a la altura de las piernas de la mujer. Alcanzó a tocar los bordes de su pollera con la punta de los dedos. La mujer se arrimó apenas unos centímetros, él la rasguñó y ella apretó la puerta con fuerza hasta paralizarlo de dolor. De golpe la mujer se acercó más y se metió la mano de él entre las piernas. No tenía bombacha y dos de los dedos de él se deslizaron sin problemas hacia adentro. La mujer se detuvo un instante y aflojó levemente la presión de la puerta. Él metió un poco el antebrazo y aprovechó para hundirle los dedos hasta el fondo y apretarle con el pulgar la parte superior de la pelvis. Entonces la mujer volvió a aumentar la presión, echando todo su cuerpo sobre la puerta, a punto de partirle el antebrazo. Lo obligó a detenerse. Ella movía su cuerpo haciendo que los dedos de él, ahora rígidos e inmóviles, entraran hasta los nudillos. Era la dueña de la situación y él fue entendiendo que debía dejarse domar, que no le quedaba otra. Hacía o dejaba de hacer según se lo permitía la presión de la puerta. La mujer, la hembra dominante, pensó él; bajaba y subía su cuerpo, ordenaba qué hacer y cómo hacerlo usando como riendas la presión de la puerta sobre su antebrazo.
    -Puta -le dijo él.
    -Te vas a morir -le contestó la mujer y nuevamente le hizo sentir el peso de la puerta.
    Él aceptó que ni siquiera debía hablar. Cerró los ojos y trató de sentirla, de sintonizarse con ella. Poco a poco se fue olvidando del dolor, de sí mismo, hasta que estuvo entregado por completo y logró comulgarla. De golpe supo que ésa era la manera más sublime que había experimentado jamás de sentirse hombre. Ella se cerraba alrededor de su mano, apretándola con las piernas calientes y él se mantenía en posición, pese al dolor, pese a su propio deseo.
    Hasta que todo cambia porque ella se afloja y la presión de la puerta sobre su brazo disminuye. Él podría empujar ahora la puerta pero no lo hace. Por nada del mundo cometería el pecado de interrumpirla. La siente navegar muy cerca de un mundo distinto, cada vez más distante de sí y de él. Siente sus movimientos ahora leves, arrítmicos, precisos. Se da cuenta de que ella, la mujer, está haciendo exactamente lo que necesita, y no va a interrumpirla. La mujer alcanza un orgasmo brutal, convulsivo, ahogándose con cada movimiento, tomándole la mano, haciéndolo rendir también a él, haciéndolo exhalar el aire, la vida, que todo ese tiempo había retenido en sus pulmones. La mujer se sale y le saca el anillo de plata, que se desliza por su dedo sin problemas. Él retira el brazo y se echa sobre el piso, casi no puede soportar el dolor. La mujer cierra la puerta y da un giro de llave.
    -Tenés cinco minutos -le dice desde adentro-, antes de que llame a la policía.
 
    Bajó las escaleras y salió a la calle, al frío y la llovizna. Tenía la muñeca hinchada, quizás algún hueso fracturado. Se subió el cierre de la campera y usó la bufanda para colgar la mano en cabestrillo. En la esquina dobló a la derecha. Se sentía un hombre nuevo. Se acordó de ella, de la mujer que lo había abandonado. Pensó en el amor, en el dolor, en el otro dolor, en la locura. Se dijo con alivio que había muchas cosas que todavía lo esperaban en algún lugar. Cuando llegó al bar se sorprendió de que fuera de noche. Putas de mierda, dijo en voz baja y se detuvo para acomodarse mejor la ropa. Después cerró los ojos y murmuró una canción. La cantó, sonriendo la cantó: Un día te veré contento, el día que te lleve el viento. Se alejó cantando.
 

 

Pablo Ramos (Buenos Aires, 1966). Publicó las novelas El origen de la tristeza (2004) y La ley de la ferocidad (2007), el libro de cuentos Cuando lo peor haya pasado (2003, donde está este y que ganó el Casa de las Américas) y el de poemas Lo pasado pisado (1997).

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¿Qué es lo que tiene para decir?

 

Comunicación textual:

 

~ Creación y corrección de textos.

~ Desarrollo de sitios.

~ Traducciones de inglés.

 

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RESPUESTAS

 

Si usted fuera candidata/o, ¿cuál sería su eslogan?


Carlos Ardohain dijo...
hágalo usted mismo

Hilario González dijo...
Vamo y vamo.

Willy Schamis dijo...
Enviá la palabra VOTO al 2020

 

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ENLACES

 

~ No puedo creer que lo hayan inventado

Aparatos y ocurrencias: por ejemplo, libros.

http://www.nopuedocreer.com/quelohayaninventado/tag/libros/page/2

 

~ Gramatologia

Libros de artista: obras diversas, caligrafías, tipos.

http://gramatologia.blogspot.com/

 

~ Las cosas buenas no deberían terminar nunca

Página interminable para jugar y recorrer.

http://unlimited.orange.co.uk/flash/go


~ Post Urbano

Rosario intervenida por usuarios y ciudadanos

http://post.wokitoki.org/


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