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s u l n i e t e r
-medicamento quirúrgico de procreación imaginaria-
# 129
"El amor te echó a andar como a un gordo reloj de oro.
La partera palmeó la planta de tus pies y tu grito calvo
ocupó su lugar entre los elementos". Sylvia Plath
ÍNDICE
POEMAS | Hijos & Cía. | Chiste | Alejandro Güerri |
TALLER
LITERARIO
| Pido gancho |
ETIMOLOGÍA | Parir |
PROSA | Cirugía
menor |
Ana María Shúa
|
ENCUESTA
CUALQUIERA | Una reflexión
|
RESPUESTAS
AGRADECIMIENTOS
SUSCRIPCIONES
POEMAS
Hijos & Cía.
En ese hijo está la fe: ciega. No respira
ni se mueve pero es una promesa de amor
perdido. Un animal se orienta por olfato,
come las sobras, no se queja. Un animal
quise hacerte, algo con dientes y uñas. No sé
convertir lo que toco, no puedo mejorar
la especie. Los tambores baten su esfera
de ruido, pellejo sobre pellejo. ¿Una selva
para criar a tu hijo? ¿Una comunidad
de monos? ¿En qué pensás que pienso?
Ninguno de los dos halla acomodo
entre las hojas. En la almohada áspera
de hojas, nos tocó esta suerte.
Este deseo.
Chiste
Es este, el de la oreja, el de los padres
que esperan por su hijo y a cambio reciben
una oreja. Sorda. Si la falla es genética
o queda en manos de la partera, poco
importa. Una noche, anterior a esta,
de cuerpo entero el padre se zambulló
en la entrepierna muda de la madre.
Alejandro Güerri nació en Buenos Aires en 1976. Publicó el libro de poemas Podemos llamarlo un día (2005). Trabaja coordinando talleres literarios, y como redactor de contenidos para varios sitios. Desde 2002, es uno de los editores de Ñusleter.
Queda usted invitado:
Podemos llamarlo un día, de Alejandro Güerri.
Martes 5 de julio, 19 horas.
Sala Augusto Cortázar, de la Biblioteca Nacional.
Agüero 2502. 1° piso.
Música, imágenes, lectura, brindis.
"Nene que cachete." En Pico casi Rivadavia, Villa Domínico.
"Las paredes se borran, mi corazón no." Visto en Cuba y Azurduy, ¿Nuñez?, por Eva.
"Puchona te extraño." Esquina Pico y Rivadavia, Villa Domínico .
"Hugo Kpo. Tus pibes." En Rivadavia y Luján, Sarandí .
"Suavecito, que sufra pa' que entienda que es la diferencia de la calidad." Visto en Rivadavia y Prudan, Saranda.
"Nacho, hacé las pases con el sexo." En un portón de Rivadavia casi Supisiche, Sarandí .
¿Ñusleter en vivo?
-A ver. Los rojos, por favor, de este lado; los azules de acá; tch-tch, no-no, vos sos verde. Los verdes ahí mismo. Perfecto. Cada cual va a elegir su animal sin decírselo a nadie ni hacer gestos. Tiene que ser un animal vivíparo, ¿está claro?, y no pueden ser seres humanos. Bien. Cada uno suma puntos individuales, pero también por equipo y por especie. Es decir, es tan complicado como aburrido llevar cómputos y determinar ganadores. Por lo tanto, lo único importante es jugar en serio y disfrutar del juego. Quien no lo logra, pierde.
Reglas regulables. Juego asociado.
Encuentros de lectura y escritura.
Participan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
¿Qué más le podemos decir?
4896 0140 | 4205 4284.
niusleter@niusleter.com.ar
PARIR, fin del siglo X. Del latín PARERE 'dar a luz', 'producir, proporcionar'.
DERIVADOS.
Parición, 1220-50. Parida, 1495. Paridera, S. XVII. Parto, 1220-50,
del latín PARTUS, -US, ídem; partear; parteador, -ora: partera, hacia
1250; partero; partería, 1495; sobreparto. Parturienta, tomado
del latín parturiens, -tis, ídem. Pariente, h. 1140; del
latín parentes 'padre y madre' (propiamente participio de parere 'dar
a luz, engendrar'), más tarde 'parientes'; parentesco. h. 1275; parentela,
1490, del latín parentela; emparentar, 1142.
COMPUESTOS. Malparir. Malparto.
Cirugía menor
Es una casa como las demás de la cuadra, una buena casa de los años treinta. Tiene dos entradas y dos caras gargoladas, de piedra, sobre cada una, pero hay que levantar la vista para descubrirlas, hay que estar muy atenta a todos los detalles, las molduras, el lustre de la puerta de madera, hay que imaginar los vitraux interiores de la ventana que da al patio, para no mirar a las otras mujeres que están en la calle debajo de la lluvia finita.
Son muchas, hay también algunos hombres, es difícil contarlos con precisión mientras se desvía cuidadosamente la vista, es preferible mirar las caras y no los vientres, es imposible no mirar los vientres de las otras mujeres que ahora van entrando en la casa urgidas por una enfermera que se asoma apenas y las llama con gestos enérgicos, vamos, vamos que no se puede estar en la calle.
Y aunque Gerardo entra con ella, a partir de ese momento Laura estará sola. Adentro hay más mujeres y algunos hombres, y todos se amontonan en una salita central con tres sillas viejas, de color gris plástico y armazón de metal y una biblioteca polvorienta cuyos adornos parecen aludir sutilmente al peculiar oficio artesanal de su dueño. Una grotesca familia de elefantes de porcelana, un grupo de muñecas rusas que pueden introducirse una adentro de la otra, un bajorrelieve del Corazón de Jesús (ese hombre de largos cabellos con el pecho abierto y el corazón afuera, rodeado de varillas finas que fingen ser rayos) y, en un portarretratos, una foto de tres bebitas idénticas, trillizas, en la playa, con sombreritos de piquet abotonados y mallas fruncidas, es evidente que odian estar allí, de frente al sol, guiñando los ojos para protegerlos del resplandor, van a llorar de un momento a otro, es necesario que el clic del fotógrafo se apresure, que todo termine rápidamente.
Una a una, por turno de llegada, las mujeres van entrando al consultorio con sus acompañantes y salen enseguida, con un papelito verde en la mano, para seguir esperando.
Laura y Gerardo entran al consultorio sin tomarse de la mano. El médico es un hombre grande y gordo, vestido con un uniforme blanco, muy limpio. Habla por teléfono exigiendo que le envíen pronto esas muestras. Son los azulejos que piensa colocar en el solado de su casa de fin de semana, explicará luego, disculpándose. Y se demorará unos minutos en la descripción de esa casa que tanto disfrutan él y su familia desde septiembre hasta abril y por qué no, también en invierno, siempre es bueno salir afuera de la ciudad, respirar un poco de aire puro.
Parece, el doctor, el próspero dueño de una rotisería, es posible imaginarlo controlando la actividad de sus empleados, las fetas de jamón cocido que caen una a una sobre el papel encerado, abriendo el horno donde los pollos dan vuelta lentamente para adobarlos una vez más con sabias pinceladas.
Laura no puede sacar la vista de sus manos, esas manos pequeñas y gordas que van a trabajar en su cuerpo, el médico ha quedado reducido a la imagen en primer plano de sus manos moviéndose con eficiencia, recibiendo el dinero, entregándole a Laura el numerito que arranca de un talonario verde. Es el número once, pero no se preocupe, la voy a llamar antes, les asegura el médico, simpatiza.
Y es cierto, apenas media hora de espera ha transcurrido cuando la llaman a Laura por su nombre; a pesar del papelito que dice once la llaman en quinto lugar, el médico ha cumplido con lo que prometió, será de las primeras. Y, sin embargo, después de beber el negro y perfumado vino de su crátera, el favor que el Cíclope, en nombre de la hospitalidad, concede a Ulises es el de comérselo último, después que a todos sus compañeros. Pero Laura rechaza la comparación, ella no planea clavar una aguzada estaca en el ojo del doctor, se siente, incluso, parcialmente agradecida y además el doctor no es un Cíclope, siempre le quedaría el otro ojo.
Entra, guiada por la enfermera, en otro cuarto, seguramente uno de los dormitorios en el plan original de la casa, separado por un pasillo del consultorio, que da al frente. A un costado hay un biombo; allí la hacen desvestirse y colocarse una bata azul, remendada y limpia, con mucho almidón. Hay dos camitas gemelas. En una de ellas está sentada una mujer de pelo largo y cara inexpresiva. Está descalza y usa enagua, pero ya tiene puesta la pollera. En la cama de al lado otra mujer, semidormida todavía, se queja y se retuerce moviendo las piernas. Tiene puesta una bata que deja ver, a causa de sus movimientos, sus muslos ensangrentados (pero no mucho) en la entrepierna, y el apósito que al abrir las piernas ha hecho deslizarse de su lugar y que la enfermera vuelve a colocar, terminando de despertarla con golpecitos enérgicos y cariñosos propinados con el revés de la mano en las mejillas. La mujer abre los ojos, cierra las piernas, se calla.
El ayudante del médico trae a otra mujer en bata, semidormida, cargada en los brazos. El hombre es alto y fuerte, pero apenas puede con el peso de la mujer, necesitaría ayuda si la paciente fuera más gorda o más grande. La deposita suavemente en la cama donde está sentada la de pelo largo, en enagua, que se levanta para hacerle lugar y pasa a sentarse en una silla.
Ahora le toca el turno a una chica casi tan joven como Laura que ya tiene puesta su bata. Laura espera que la hagan entrar con el tradicional que pase el que sigue, la que sigue, pero no es así. El médico sale del consultorio, se acerca a la muchachita y tomándola de la mano la lleva hasta el rincón más alejado de la puerta. Ahora, prepararse para la carrerita, le dice, uno, dos, tres y hop, a correr, y trotan los dos, de la mano, entrando en el consultorio. El ayudante entra también y cierra la puerta.
Laura no alcanza a comprender el sentido de esta pequeña humillación adicional. Será por las histéricas, le dice la mujer de pelo largo, que ya está poniéndose el pulóver, los zapatos, buscando la cartera, las que a último momento se arrepienten y empiezan a gritar.
[...]
Si quiere leer el cuento completo, pinche acá
Ana
María Shúa concibió como un cuento (siguiendo el procedimiento de
"El
puente sobre el río del Búho") este texto que
luego formaría parte de su novela Los amores de Laurita (llevada al cine
por...). Más datos sobre Ana María y un fragmento de otro cuento en Ñusleter
#25
Tormenta de la mente.
El Depto. de Marcas y Registros solicita:
¿Puede proponer cinco nombres para analgésicos?
Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar
Nota:
si no firma su respuesta, aparecerá el nombre del remitente del correo.
Una reflexión
Señoras y señores, la realidad
me tiene harto.
Y la obligación de hacer el chusco señalando sus costados más
ridículos, también.
Los más inteligentes de nuestros lectores habrán advertido ya
que esta revista —que se da aires de astuta y original— es mucho más reiterativa
que otras publicaciones que acaso desdeñamos por demasiado convencionales.
Usted, por ejemplo, ya habrá leído una docena de notas sobre
la publicidad. Todas dicen lo mismo: que el tío francés es insoportable, que a
los modelos infantiles da ganas de estrangularlos o que el sujeto de bigotitos
que invierte en automóviles nos inspira un odio instantáneo.
También habrá leído quinientas veces la nota evocativa “El
tiempo pasa”, en la que el periodista de turno lamenta entre chanzas y juegos de
palabras la desaparición de la Pomona.
La nota “Palito Ortega es un desastre” la he escrito ya en
catorce ocasiones.
No hablemos de “Ay, qué mala es la televisión”, ni de “Los
jugadores de fútbol ganan demasiado”. Estas monografías han aparecido hasta tres
veces en el mismo número.
Los nuevos profesionales que se incorporan a nuestras filas,
lejos de encarar temas distintos, como “Villa Fazzulo: un barrio de porquería” o
“Así trabaja un quinielero argentino”, insisten en descubrir que los teleteatros
son absurdos, como si no lo supiera todo el mundo.
No faltan tampoco los que en la cumbre de la petulancia y la
soberbia, nos cuentan sus minúsculas experiencias cotidianas como si fueran
acontecimientos únicos y asombrosos, o como si las confidencias estuvieran
firmadas por Frank Sinatra.
¿A quién le ganamos? digo yo.
Es cierto que los lectores tienen su parte de culpa. Ellos
son quienes nos instan a seguir repitiéndonos, con sus cartas de aliento.
—“Me encantó la nota “Raphael es un chitrulo”. ¿Por qué no
hacen otra igual con Julio Iglesias?". José de La Paternal.
—“Tienen mucha razón: las películas de Isabel Sarli son
bastante malas. Sigan así”. Daniel, de Avellaneda.
—"Cada vez que ustedes dicen que un artista es un pajarón, me
estremezco de placer. ¡Eso es periodismo, canejo!” Analía, de Wilde.
Hoy, estimados señores, este columnista ha resuelto
ahorrarles las estulticias de siempre.
Y —alejándose por una vez de la realidad— ha resuelto
contarles leyendas.
Son leyendas porteñas, inventadas quién sabe por quién. Son breves e íntimas. Y
deben ser leídas mientras se escucha un vals.
Nota de Alejandro Dolina aparecida en la revista Humor, Nº 13, mayo 1979.
¿Puede enviar diez palabras (no genitales, no evidentes) relacionadas con orgasmo?
edema-iluminación-
entrega / vacío- sintonía- armonía / maná- oasis- melodía / arcoiris
Para qué serán estas 10 palabras, me pregunto yo?
Mirta Liliana
regalO
libeRtad
Grito
finAl
Sabroso
derraMe
sOlemne
Si pongo tres más se arruina el crucigrama. Prioridades son prioridades...
Blonda
"la pequeña muerte" (No es mío, gracias Francia!!), "una explosión jubilosa", "una blanca e incorpórea nada", "un éxtasis donde la nada es todo y el todo nada".
Roberto López
Destellos, explosiones, magnificencia, paroxismo, exaltación, pasión, lujuria, lascitud, tristeza, muerte.
Josef Carel
Grito…
tengo cosquillas y sensaciones de mariposas en la panza.
Lunas de Jazz
"Puñalada de Felicidad, ascensión al séptimo cielo, mordisco efímero de inmortalidad" - (si cuento con ella)
Javier R.
Si / Si / Si / YES (se idiomas) / Si / Si / Si / Si / Si / Me hacés un sanguche?
JeRe
Estornudo,
caída libre, ausencia, infinito, risa, tensión, alegría, imaginación,
naranja, cosquillas aquí. Y allá tambien.
Andrea M.
"como un milagro: volcán de baba en mi boca… nado y respiro en su tibia oscuridad”
Marianne
... cuando acabo veo un cuadro. Puede tener fondo verde y unas manchas algo violetas, los colores son tremendos... otra tarde me voy a comprar telas, a embriagarme en góndolas libanesas. Rozo las texturas como cuando era chica - en los primeros encuentros con ese placer, los cumpleanios de las amigas de mi abuela, como gato me fregaba por los tapados de piel con olor a naftalina - . Estos colores me embadurnan, busco intensidades parecidas a las de la noche, la memoria desatada . Un día salgo vestida del placer. Nadie entiende, soy tan pedagoga! No ven?
Insurrecta (no tenía diez palabras, perdón.)
1-sábanas
2-gritos 3-momento 4-sudor 5-cansancio exquisito 6-Juan 7-cigarro y/o faso
8-almohada 9-ojos entrecerrados 10-descanso, para luego volver a retomar
Ana Clara
El viejo tango "Organito de la tarde" tuvo una versión
erótica como "Orgasmito de la tarde", pero la eterna censura prevaleció como
siempre.
El verbo "osgarmar" podría conjugarse en todas sus formas, lo que daría mucho
más de diez palabras.
Una persona osgarmizada es una persona que planea minuciosamente sus orgasmos.
Orgasmo de Rotterdam fue un humanista orgasmizado y orgásrmico conocido pública
y púdicamente como Erasmo, de ello da fe el testimonio de su compañera fiel cuyo
nombre se ha perdido, pero cuyo seudónimo, "Erasma", ha quedado en el recuerdo
de los orgasmitas más entusiastas. Erasma murió de un ataque de asma producido
por un orgasmo mal osgarmizado.
Orgasmito Gimelfarb, orgasmizador desorgasmizado pero orgásmico al fin
colores.
fragilidad. esquizofrenia. temblor. sed. estrellas. eternidad. equilibrio.
relajación. paz.
Euge
perderse / expansión / íntegra / percepción / microcosmos / nada de todo / ay, sí / exactitud / vasta
Ilapso
De ella: Clímax - Acabar - Gozar - Me voy - Me fuí - Dios - Me matás - Sí (Múltiples repeticiones de la preposición si corresponde) - Me querés? - Lágrimas.
De él: Te parto.
Marcelo Daniel
Tecnia, feliz cumple, feliz libro.
Dáro Cánovas
mei
Andrés Tobelem
Emiliano Rodríguez Nuesch
Mariano
Valcarce
Flia. Güerri
Eva Chiesa
Mario Meléndez
Ana
Clara Solana
Fede, Pablo, Turco, Topo
No discrimine: a las personas que no disfrutan de leer también les puede caber Ñusleter. Mándeles.
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