ñ u s l é t e r

 

-un amor de literatura-

 

# 172

 


 

"Vivir es fácil y, a veces, casi alegre.
Al hablar, confundimos; al andar, tropezamos;
al besarnos no existe un solo error posible..."

Gabriel Celaya

 

"Si en tus recuerdos ves algún día
entre la niebla de lo pasado
surgir la triste memoria mía
medio borrada ya por los años,
piensa que fuiste siempre mi anhelo..."

José Asunción Silva

 

"¡Cuando no tienes lo que amas,
entonces ama lo que tienes!"
Witold Gombrowicz

 


 

ÍNDICE

 

PROSA | Un amor para toda la vida | Sergio Bizzio |  
ENCUESTA

POEMAS | El príncipe valiente | Mujercitas | Miguel Gaya |  
ETIMOLOGÍA | Serenata | Velar | Velo |
ÑUSLETER en VIVO | Amoroso |

GRAFFITTI  
SUSCRIPCIONES  

AGRADECIMIENTOS

DEFINICIÓN | Albergue transitorio | Alojamiento |

ENLACES | Telos |
RESPUESTAS
CONTACTO | niusleter@niusleter.com.ar | 

 

Ñusleter 24hs


 

PROSA

 

Un amor para toda la vida

 

    La mayoría no estaba de acuerdo conmigo. Para ellos Lisa no era la chica más linda del pueblo.
    Tenía 13 años y no tenía tetas, así que le decíamos Lisa, pero era capaz de pasar varias horas con nosotros y de estar a nuestra altura. Eso era algo que nadie notaba, quizá porque era el lugar en el que Lisa parecía haber estado desde siempre. Tenía el pelo negro y los ojos verdes y los músculos del abdomen marcados como una tabla de lavar. Era tan enérgica que a su lado uno se sentía estúpido. Y cuando uno se sentía estúpido decía una estupidez, en general dirigida a ella. En esas ocasiones Lisa podía golpearte o mirarte con desprecio, según su humor. Preferíamos ser golpeados; el desprecio de Lisa era una de esas cosas que se recuerdan al otro día. Por lo demás, todos estábamos enamorados de ella. Incluso los que decían que había un montón de chicas más lindas.
    Quizá he transmitido una primera imagen falsa de Lisa. Falsa o incompleta. La verdad es que Lisa era la chica más suave que conocíamos. Su voz, sus gestos, hasta el modo que tenía de dar un paso adelante y uno atrás cuando algo la molestaba, sus risotadas, todo en Lisa hacía pensar en algo nuevo y tan desconocido como ella. Era capaz de ganarte una pulseada, pero también de dejarse ganar si veía que el asunto te importaba. Siempre fue la más inteligente, la más... madura. Y le gustaba estar con nosotros. Se aburría con las chicas de su edad. Todo lo que decía sobre ellas era absolutamente cierto: eran pacatas, romanticonas y cobardes. Nosotros éramos muy parecidos a ellas, pero no lo supimos hasta que los padres de Lisa (y Lisa, milagrosamente) vinieron a vivir al pueblo.
    En 1969 Ramallo era un pueblo de calles de tierra con cunetas en las que crecían pastos de la altura de un hombre. El padre de Lisa era ingeniero y trabajaba para una empresa alemana que solía trasladarlo cada tres o cuatro años. Así que Lisa tuvo de entrada para nosotros un aire de amiga provisoria que le daba cierto encanto extra. En la medida en que estimulaba nuestra compasión por alguien que “no haría nunca amigos verdaderos en ninguna parte”, nos desmentía con su desfachatez. La primera vez que la vimos fue en el colegio. Era su primer día de clases en Ramallo, y llegó tarde. Traía un ejemplar de la revista Vogue en la mano. Era la clase de literatura castellana. El profesor se quedó mudo, porque Lisa entró sin saludar (con una gran sonrisa dirigida al aula en general) y fue a ocupar un banco sin preguntarle a nadie cuál. El profesor se llamaba Rossini y era un hombre duro y muy resentido que en su juventud había leído un libro, quizá uno y medio. Estoy seguro de que disfrutó el desplante de Lisa sólo porque pensó que la chica le daba por primera vez en años la oportunidad de destrozar a alguien con motivo.
    Rossini se pasó la lengua por los labios y le dijo:
    -Buenos días, ¿no?
    -Buenos días -respondió Lisa.
    -¿Venís a esta clase? -le preguntó Rossini con voz de mujer.
    -Sí, desde ahora -dijo Lisa. Miró a un lado y a otro y, haciéndose la inocente, dijo-: ¿Llego tarde?
    Ahí nos arrancó la primera sonrisa.
    Rossini señaló la Vogue de Lisa con un dedo (el dedo medio) y le dijo:
    -¿Qué lees?
    -No sé -contestó Lisa alzando la revista-, nunca la abrí.
    Rossini bajó la vista fingiéndose confundido y, sin dejar de mirar al suelo (como si la chica le diera vergüenza ajena), le preguntó:
    -¿Y entonces para qué la tenés?
    -Para que los boludos como vos pregunten qué leo -fue la respuesta de Lisa.

El silencio que se hizo en ese momento es algo que aún hoy, casi 30 años después, sigo oyendo con toda nitidez.

La echaron. La reincorporaron al otro día.

Nosotros habíamos quedado tan fascinados con Lisa que lo único que pudimos hacer a partir de ese momento y durante algunas semanas fue odiarla. Pero mientras ella, a su vez, odiaba desinteresadamente a las chicas, nos conquistaba con su indiferencia y su osadía. Daba la impresión de bastarse a sí misma de una manera que ninguno de nosotros había sentido nunca (la habíamos visto, pero no la habíamos sentido).

Lalo era nuestro líder –era el más fuerte– y enseguida estuvo de novio con Lisa. Siempre creí que Lalo se puso de novio con Lisa para neutralizarla, al menos al principio, pero estoy seguro de que ella lo amó desde el primer minuto en que lo vio. El hecho es que Lisa llegó un 8 de septiembre y el 30 ya estaba de novia con Lalo. Los veintidós días entre el 8 y el 30 la pasaron midiendo sus fuerzas. No se enfrentaron nunca directamente: se limitaban al arreo y recuento de adeptos; en los recreos o en la calle el que se acercaba a Lisa era de la banda de Lisa y el que seguía con Lalo era de la banda de Lalo. Así de simple. Lalo permitió durante dos o tres días que sus amigos volvieran con él luego de hablar con Lisa; a partir de entonces, si Lalo hubiera sido un asesino, habría estimulado el regreso de los que se habían atrevido a acercarse a Lisa sólo para matarlos después. Yo era del bando de Lalo.

Nos reuníamos cada noche en la cuneta de la esquina de casa después de cenar. Hablábamos de nada, éramos expertos en eso. Y una de esas noches cayó Lisa. Venía sola. Apareció de pronto y se deslizó con los talones sobre el borde de la cuneta (jugaba todo el tiempo) hasta quedar sentada junto a Lalo.

–¿Qué andan haciendo? –dijo.

Lalo nos miró. Era la primera vez que nos miraba antes de hablar.

–Nada –respondió–. ¿Vos?

–Yo sí –dijo Lisa–. Estaba en casa más aburrida que una ostra (nunca habíamos escuchado eso) y de golpe llega mi viejo y dice que compró un televisor. Mañana lo traen.

–¿Televisor? –dijo Dante con un cantito irónico. Dante nunca sabía cuándo burlarse y cuándo sacarse el sombrero.

En ese momento en la cuneta éramos cinco, y de los cinco yo era el único que tenía un televisor. Lalo y los muchachos venían a casa todas las tardes después del colegio a mirar Batman. Lalo era el que más tiempo se quedaba, porque le gustaba la música y nosotros teníamos en el living un combinado Ken Brown. Mi viejo, además, compraba un disco todos los meses (en casa estaban todos los discos de los Beatles, un doble de los Bee Gees, uno de Pérez Prado, uno de Tom Jones...). Lalo miró a Dante por encima de un hombro, como si Dante acabara de decir una idiotez.

–¿No oíste que dijo “televisor”? –le preguntó.

Los otros estaban tan embobados con la aparición de Lisa que no se dieron cuenta de que era un buen momento para reír. Dante bajó la vista. Lisa codeó a Lalo y le preguntó:

–¿Cómo se llama “éste”?

–Dante –dijo Lalo.

Lisa le dijo a Dante:

–Dante, ¿querés venir mañana a mi casa a mirar televisión?

Lalo enderezó la espalda. Nunca nadie lo había desafiado así. La chica se burlaba de nosotros o realmente quería robarse a uno de los nuestros en nuestra propia cuneta.

Se hizo un silencio.

Después Lalo salió del agujero donde creíamos pasarla bien y le ordenó a Lisa que lo siguiera.

Lisa se alejó con él unos quince o veinte metros. Todos la seguimos con la mirada. Cuando por fin se detuvieron, Lisa empezó a darle golpecitos en el pecho a Lalo con la punta de los dedos. Mientras tanto, hablaba. Hablaba mucho. Y lo hacía no como si estuviera discutiendo sino como si estuviera contándole algo. De pronto Lalo la agarró de la muñeca y le dobló el brazo. Lisa apoyó una rodilla en el suelo, riéndose. Su risa fue lo único que oímos. Se reía con soltura, con fluidez, como si hubiera pasado años preparándose para ser humillada así. (Mucho tiempo después Lalo me contó que, mientras él sostenía a Lisa de la muñeca, ella le dijo por lo bajo y sin dejar de reírse: “Boludo, me vas a hacer mear...”).

Lalo tenía su ideíta sobre el amor... Su padre había abandonado a su madre cuando Lalo tenía 5 años. Le dijo que amaba a otra mujer y que se iba a vivir con ella a la Capital pero que vendría a verlo cada quince días. Nunca volvió. Tiempo después la madre de Lalo volvió a casarse. Le dijo a Lalo que se había enamorado de ese hombre tan bueno al que él solía llevar la bicicleta para que le inflara las gomas. Cuando Lalo tenía 7 años, la madre abandonó a su nuevo esposo. Se fue y dejó a Lalo con el hombre bueno. El hombre era tan bueno que, para atenuar el sufrimiento de Lalo, le dijo que su madre se había enamorado de otro hombre, cuando en realidad había enloquecido, algo que Lalo no supo hasta muchos años después. En esa ocasión creyó en lo que le decía el hombre bueno: su madre se había enamorado de alguno de aquellos señores de traje verde que pasaron a buscarla en ambulancia. Así que Lalo quedó solo y al cuidado del hombre bueno, quien dos o tres meses después lo dejó para volver con su ex esposa. Lalo terminó viviendo en la casa de una tía a la que apenas había visto alguna vez, porque sus padres la odiaban. Y todo por amor.

Una tarde, Lisa vino a casa. Yo tenía la impresión de que Lisa no me había mirado ni siquiera una vez desde su llegada al pueblo, así que me sorprendí cuando la vi entrar a mi cuarto. Entró como si conociera el lugar y me habló como si continuara una conversación interrumpida un minuto atrás:  

–¿Podés decirle a Lalo que no sea pelotudo?

Le pregunté a qué se refería y me dijo sin vueltas:

–No quiere acostarse conmigo.

Me quedé helado. Lo próximo que recuerdo es que me encontré con Lalo y le conté lo que me había dicho Lisa. Lalo me escuchó en silencio. Cuando terminé de hablar, se quedó mirándome fijo durante unos segundos. Después bajó la vista.

–Me quiero casar con ella –murmuró.

[...]

 

Quiere saber qué pasa luego: clic aquí.

 

Sergio Bizzio (Villa Ramallo, provincia de Buenos Aires, 1966). El cuento que se publica es parte del libro Chicos (2004). Además sacó: las novelas El divino convertible (1990), Infierno Albino (1992), Son del África (1993), Más allá del bien y lentamente (1995), Planet (1998), En esa época (2001) y Rabia (2004); las obras teatrales "La china" y "El amor", escritas con Daniel Guebel; y los poemarios Gran salón con piano (1982), Mínimo figurado (1990), Paraguay (1995) y El abanico matamoscas (2002). Como director de cine, hizo la película Animalada.

 

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ENCUESTA

 

~ ¿Cuándo un amor se vuelve imposible? (Dé un ejemplo)

y/o
~ Escríbale cuarenta palabras a un amor imposible.

 

Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar

 


 

POEMAS

 

El Príncipe Valiente

 

Ella usaba el pelo

como el Príncipe Valiente

y modales impropios

de familia real

Combatimos mucho

en batallas privadas

y nunca hubo acuerdo

sobre la victoria

Sin tiempo para sagas

ni conciencia de gestos

que pudieran cantarse

no dejamos tras nuestro

más que

toscos mensajes

señales urgentes

que no fueron leyenda:

"La cerveza en la heladera

Ya no hay comida

Besos" 

 

 

Mujercitas

 

Esto es una antigüedad

pero a tu paso

sonaban campanas

Era misa de seis

Y todo el pueblo

rodaba hacia la iglesia

Y vos

eras pecado

sin pecado

Concebida

por toque

de campanas

como el Príncipe Valiente

y modales impropios

de familia real

 

 

Miguel Gaya (Ayacucho, provincia de Bs. As., 1953) formó parte del equipo de La Danza del Ratón, revista de poesía. Publicó estos libros de poemas: La vida secreta de los escarabajos de la playa (1982), Levanta contra el viento la cabeza oscura (1983), Colección Robin Hood (1994, de ahí los que arriba se publican), Siluetas en la corriente del río (2000) y Los poetas salvajes (2003).

 

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ETIMOLOGÍA

 

SERENO, 1335. Del latín SERENUS 'sereno, sin nubes', 'apacible'. Poner algo al sereno significó 'ponerlo de noche a la intemperie', 1495, lo cual sólo se hace cuando no hay amenaza de lluvia, y de ahí pasó sereno, 1611, a designar la humedad que cae sobre lo que está al sereno.

DERIVADOS. Serenar, 1495. Serenata, 1717, del italiano serenata, así dicha porque no puede darse cuando está por llover. Serenidad, 1433.

 

VELAR, hacia 1140, ‘estar sin dormir’. Del latín VIGILARE ídem y ‘estar atento, vigilar’. Por vía culta, vigilar, 1739; por conducto del portugués, vigiar, siglo XIX, y en la Argentina vichar ‘espiar’, hacia 1870.

DERIV. Velada, 1495. Velador, 1220-50. Vela ‘acción o tiempo de velar’, 1490; ‘can­dela’ (empleada con este objeto), 1495; velón, principios del S. XVII. Velorio, 1836; vela­torio, hacia 1900. Desvelar, hacia 1325, del latín EVIGILARE ‘despertarse’, ‘velar’; desvelo, principio del S. XVII. Del citado vigiar: vigía, 1817, del portugués vigia ‘vela’,vigía’, principios del S. XVI. Vichadero. Vigilante, hacia 1580; vigilancia, 2° cuarto del S. XV. Vigilia, hacia 1140, latín vi­gilia ‘vela’, ‘vigilia’.

 

VELO, hacia 950. Del latín VELUM ‘velo’, ‘tela’, ‘cortina’, ‘vela de nave’. De VELA, plu­ral del mismo: vela, hacia 1250.

DERIV.  Velar ‘cubrir con velo’, hacia 1140; velación, 1611. Velar, adjetivo. Velacho. Vela­men, 1526, primero *velame, del catalán velam ídem. Velero, 1492. Veleta ‘banderola de lan­za’, hacia 1480; ‘banderita de metal que indica la dirección del viento’, 1570; ‘plumilla que se pone sobre el corcho de la caña de pescar para notar cuándo pica el pez’, 1495: más que de un derivado de vela parece tratarse del adjetivo árabe beléta ‘movediza, traviesa, endiablada’ derivado del verbo bállat ‘menearse de un lado a otro, agi­tarse’; consta que beléta y belét se han aplicado a varias clases de trapos y paños en Argelia. Revelar, 1438, tomado del latín revelare ‘quitar el velo’, ‘revelar’; revelación, 1438; revelador. Develar, argentino del francés dévoiler ‘descubrir, revelar’, derivado de voile ‘velo’, feo galicismo.

 


 

ÑUSLETER en VIVO

 

-Hola, pupón con pelusa.

-Hola. ¿Cómo está esta mañana mi tetona timidona?

-Con sueño. Hacéme un café, morcilla vasca.

-¿Sabés lo que te voy a hacer? Te voy a untar los pies con miel, te voy a poner hormiguitas, y, mientras, te voy a chupetear con un caramelo de mentol en la boca. 

-¿Ah, sí? Yo te voy a atar manos y pies, te voy a encapuchar, me voy a poner guantes de látex y voy a hurgar en tu hombría.

-Shhh, que ahí viene el trompa.

 

Amar y trabajar. 

Taller Literario. 

Encuentros de leer y escribir 

en persona y en la red.

 

Coordinan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

 

Para más información: 
O bien:
niusleter@niusleter.com.ar (Asunto: Taller literario).

 


 

GRAFFITTI

 

"Su riquesa es nuestra." En Sarmiento y Yatay.

 

"Puede ser peor." En Salguero, esquina Arenales.

 

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SUSCRIPCIONES

 

No podemos jurarle amor eterno pero sí un romance intenso, duradero y gratis: 

reciba periódicamente un Ñusléter apasionado en su casilla, y reenvieló sin celos.

 

Si desea recibir Ñusleter gratis, 

envíenos un mensaje con asunto "Yo También Quiero" a niusleter@niusleter.com.ar

 

Si no desea recibir Ñusleter,  

envíenos un mensaje con asunto "Ya Estoy Harto" a niusleter@niusleter.com.ar

 

 

 


 

AGRADECIMIENTOS

 

Nahuel Valcarce y Caro, felicitaciones

Daro, Kari, Luciano, también, pásenla lindo

Andrés Pezzola, Fabi Rodríguez, Mariano Cerrutti, feliz cumple

Lola y Santiago Serrano

Laura Bondarevsky

Henrique Felici 

Ximena Tobi

Mauroliver

Charly Pelusa

Valeria Dias de Lima

Diana Aisenberg

Diana Cegelnicki

Federico Dallochio

Pilar Lagos

Juan Agustín Fernández

Isabel Araya

Bahianas y turistas

Al mar y al amor

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DEFINICIÓN

 

Albergue transitorio: Hotel por horas o de citas.

                

      Señoras, yo fui el tenorio

       de un albergue transitorio.

                   (C. Baigorria, Quién te ha visto y quién te ve, Rosario, 1983) 

 

Alojamiento: Hotel por horas.

 

      Una chica que hace roncha

       en más de un alojamiento.

                   (Concepción Espina, La panamericana) 

 

En Diccionario del argentino exquisito, de Adolfo Bioy Casares.

 


 

ENLACES

 

Guía de hoteles alojamiento 

 


 

RESPUESTAS

 

Elija uno de los puntos de Tardieu y explíquelo o coméntelo (ver Ñus #171).

 

Prolongue una línea recta al infinito ¿qué encontrará al final?
Mi hipótesis es "algo así como un duende verde con una marmita llena de oro y un trébol de cuatro (4) hojas". Así que pensé: me llevo unos cuantos lápices para trazar la recta, tres (3) pelotas para hacer
malabares en las esquinas (para conseguir más plata y comprar infinitos lápices). Incluso pensé en la forma de matar al duende y traerme la marmita desde el infinito (no los aburro con los detalles). Hasta hice el cáculo de cuanto sería en dólares una marmita llena de oro. Son muchos dólares. Pero después pensé: también tendría que llevar un sacapuntas... y ya me pareció mucho... uno les da la mano y te agarran el hombro. Más vale se va todo a la reputa que lo parió. No prolongo nada.
Nacho.

 

 

¿Cuál es el camino más largo entre dos puntos?
Dados dos puntos, A y B situados a igual distancia el uno del otro, ¿cómo hacer para desplazar a B sin que A lo advierta
Otra vez la misna historia, B! Siempre estas pendiente de lo que piensa siente y desea A!
No te parece demasiado ya B! siempre la misma cantinela dia y noche! Y no!!!
Y no busques para A justificaciones geometricas, sociologicas y mucho menos sicologicas. A no egomaniaco, narcsista primario ni megalomaniaco. La A es de autista pedazo de B.
Samrai

 

 

1- El espacio
A) Dado un muro, ¿qué pasa detrás?
B) ¿Cuál es el camino más largo entre dos puntos?
C) Dados dos puntos, A y B situados a igual distancia el uno del otro, ¿cómo hacer para desplazar a B sin que A lo advierta?
Respuestas:
1- A) Calculando la distancia existente entre el suelo y la parte más alta del muro, dividida su ancho; detrás del mismo se encuentra la respuesta.
B) Suponiendo que X e Y son dos puntos equidistantes, el camino más largo es el que tomó Caperucita para llegar de su abuela, porque el Sr. Lobo fue por el más corto y llegó antes.
C) A nunca notará que B se está desplazando, porque A es “a” y B es “be”; por lo tanto A, no “be”, lo que quiere decir que A es ciega.
Javier F. Sordo

 

 

Dados dos viajeros, uno nacido en 1913 y el otro en 1890, ¿cómo harán para encontrarse en 1944? 
Bratislava, 1944. Un tercer viajero (Pelusa) nacido en 1971 llegará hasta la casa del nacido en 1890 (Gulfy) con el fin de hacerle escuchar el disco Thriller, de Michael Jackson. Gulfy se entusiasmará con el long play. (“Me copa mal”, dirá). El hombre nacido en 1913 (Baruch), oirá, pasando bajo la ventana de Gulfy, los acordes de “Billy Jean” y, olvidando comprar el plumero que le encargara su amante uruguaya, comulgará con Gulfy y Pelusa en una singular danza robótica (breakdance).
Nicolás Schuff

 

 

La moral
Un muchacho ha robado un anillo valioso para regalarselo a su novia. Ahora bien, a la chica no le gusta el anillo. Lo rechaza. ¿Qui debe hacer el muchacho?
dejar a la novia y vender el anillo
Debora B.

 

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