Ñ u s l e t e r
#87
-volante periódico de ensoñación literaria-
"Gemelas son las puertas del sueño, de las cuales una diz que es de cuerno, por la cual da salida fácil a las verdaderas sombras; la otra, reluciente, primorosamente labrada en blanco márfil, es aquella por la cual envían los manes los falsos sueños a la tierra." Homero
"En los procesos de sus sueños, el hombre se ejercita en la vida venidera." Friedrich Nietzche
"Un hombre, en la vigilia, piensa bien de otro y confía en él plenamente, pero lo inquietan sueños en que ese amigo obra como enemigo mortal. Se revela, al fin, que el carácter soñado era el verdadero. La explicación sería la percepción instintiva de la realidad." Nathaniel Hawthorne
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La puerta en el muro
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La puerta en el muro
1
Hace menos de tres meses, durante una velada propicia a las confidencias, Lionel Wallace me contó esta historia de La Puerta en el Muro. Y en aquel momento pensé que, en lo que a él concernía, era verídica.
Me la narró con una simplicidad de convicción tan directa, que no pude menos de creerle. Pero a la mañana siguiente, en mi propio departamento, me hallé al despertar en una atmósfera distinta; y mientras tendido en la cama recordaba las cosas que me había relatado, pero desprovistas ahora del encanto de su voz grave y lenta, desvinculadas de la luz del quinqué que caía sobre la mesa, del ámbito de sombras que nos circundaba y de todos aquellos objetos agradables y relucientes -el postre, las copas, la mantelería de la cena que acabábamos de compartir- que constituían un mundo pequeño y brillante, totalmente aislado de las realidades cotidianas, me parecieron francamente increíbles.
-Son invenciones... -me dije, y añadí-: Pero, ¡qué notables!... Jamás lo hubiera imaginado, y menos en él.
Más tarde, mientras sentado en la cama tomaba el té, traté de explicar el sabor a realidad de sus imposibles reminiscencias (era ese sabor a realidad lo que me dejaba perplejo), suponiendo que de algún modo sugerían, mostraban, transmitían (no sé qué palabra utilizar) experiencias que de otra manera era imposible referir.
Pues bien, ya no recurro a esa explicación. Mis dudas se han disipado. Creo ahora, como creí cuando me contó el episodio, que Wallace hizo todo lo posible por develar ante mí la verdad de su secreto. Pero no pretendo adivinar si realmente vio o si creyó ver, si fue el poseedor de un inestimable privilegio o la víctima de un sueño fantástico. Inclusive las circunstancias de su muerte, que aventaron para siempre mis dudas, no aclaran ese dilema.
El lector juzgará por sí mismo.
He olvidado qué comentario, qué crítica formulada por mí al azar, impulsó a un hombre tan reticente a depararme su confianza. Creo que quiso defenderse contra una acusación de tibieza o de irresponsabilidad en relación con un gran movimiento público, en el que su actitud me había defraudado. Lo cierto es que bruscamente intentó justificarse.
-Tengo una preocupación. . . -dijo.
"Sé -prosiguió después de una pausa-, que he sido negligente. Lo cierto es.... No se trata de un caso de fantasmas o de aparecidos, pero es una cosa difícil de decir, Redmond. Estoy hechizado. Acosado por algo que despoja de interés a las cosas, que me llena de ansias..."
Se interrumpió, refrenado por esa timidez inglesa que tan a menudo nos asalta
cuando queremos hablar de cosas conmovedoras, graves o bellas.
-Tú fuiste alumno de Saint Althestan's hasta el último año -dijo, y por un
instante esto me pareció enteramente desvinculado del tema-. Bueno...
Hizo una nueva pausa. Después, vacilante al principio, con más soltura luego, empezó a hablarme de aquello que había oculto en su vida: el persistente recuerdo de una belleza y una felicidad que llenaban su corazón de insaciables anhelos, y que tornaban opacos, tediosos y vanos todos los intereses y el espectáculo de la vida mundana.
Ahora que poseo la clave, todo parece visiblemente escrito en su rostro. Tengo una fotografía suya en la que ese despego ha sido captado e intensificado. Me recuerda lo que de él dijo una vez mujer, una mujer que lo había amado mucho: "De pronto pierde todo interés. Se olvida de los demás. No le importa nada de los demás, aunque estén su lado".
Sin embargo, Wallace no era siempre igualmente apático, y cuando ponía su atención en algo podía ser un hombre muy exitoso. En realidad, su carrera está sembrada de éxitos. Me dejó atrás hace mucho tiempo; se remontó muy por encima de mí y se hizo de un renombre que yo jamás pude lograr. Aún no había cumplido cuarenta años, y ahora dicen que si hubiera vivido habría ocupado un alto puesto en el gobierno y quizá habría integrado el nuevo gabinete. En la escuela me superaba siempre sin esfuerzo, como la cosa más natural. Cursamos la mayor parte de nuestros estudios en el Colegio de Saint Althestan, en West Kensington. Entramos a la par en el colegio, pero él egresó mucho más adelantado, con un diluvio de becas y calificaciones, a pesar de que yo hice una bastante buena. Y fue en aquella escuela donde oí hablar de la Puerta en el Muro por primera vez; la segunda, fue un mes antes de su muerte.
Para él, al menos, la Puerta en el Muro era una puerta auténtica, que a través de una pared verdadera conducía a realidades inmortales. De eso estoy ahora convencido.
Y se enteró de su existencia muy temprano, cuando era apenas un chiquillo de cinco o seis a años. Recuerdo que al hacerme depositario de su secreto, con pausada gravedad, efectuó los cálculos y razonamientos necesarios para determinar la fecha.
-Había una enredadera de Virginia, de color carmesí, un color carmesí uniforme y brillante, contra la pared blanca, bajo los rayos luminosos y ambarinos del sol. Esto, de algún modo, forma parte de la impresión que retengo, aunque no sé exactamente por qué. Y en el limpio pavimento, frente a la puerta verde, había hojas de castaños de Indias, en parte verdes y en parte amarillas, pero no pardas ni sucias, de modo que eran hojas recién caídas. De ahí deduzco que transcurría el mes de octubre. Nadie mejor que yo puede saberlo, pues todos los años vigilo la caída de las hojas de los castaños.
"Si estoy acertado en eso, yo tenía por aquella época cinco años y cuatro meses."
Había sido, según él, un chico más bien precoz; aprendió a hablar a edad anormalmente temprana, y era tan sano y "formal", como dice la gente, que gozaba de un grado de libertad que la mayoría de los niños sólo alcanzan a los siete u ocho años. Su madre murió cuando él tenía dos, y quedó al cuidado, menos vigilante y autoritario, de una institutriz. Su padre era un abogado severo y preocupado, que le prestaba escasa atención, auque esperaba grandes cosas de él. A pesar de toda su viveza de ingenio, creo que la vida le resultaba gris y opaca. Y un día empezó a vagabundear.
No recordaba en particular la negligencia que le permitió escapar ni cuál de los caminos de West Kensington eligió. Todo eso se había desvanecido entre los incurables borrones de la memoria. Mas la pared blanca y la puerta verde persistían nítidamente.
Según lo que recordaba de aquella experiencia infantil, ya al ver por primera vez la puerta experimentó una extraña emoción, una atracción, un deseo de encaminarse a ella, abrirla y entrar. Y al mismo tiempo tuvo la absoluta certeza de que ceder a esa atracción era imprudente o desacertado; una de las dos cosas: no sabía cual. Cosa extraña, insistió en afirmar que, a menos que la memoria le jugase una curiosa trampa, supo desde el primer momento que la puerta no tenía cerrojo y que podía entrar fácilmente.
Me parece ver la cara de aquel chico, atraído y rechazado.
Y también se le hizo evidente, aunque nunca me explicó por qué, que su padre se encolerizaría mucho si atravesaba esa puerta.
Wallace me describió con todo detalle esos momentos de vacilación. Pasó de largo ante la puerta y luego, con las manos en los bolsillos y tratando puerilmente de silbar, siguió caminando hasta sobrepasar el extremo del muro. Allí recuerda haber visto varias tiendas sucias, en particular la de un plomero y decorador, donde se amontonaban en polvoriento desorden caños de loza de barro, plomo en láminas, canillas, muestrarios de empapelados y tarros de pintura. Se detuvo, fingiendo examinar esas cosas, y codiciando, deseando apasionadamente la puerta verde.
Entonces, según me dijo, experimentó una ráfaga de emoción. Corrió hasta la puerta verde, temeroso de volver a vacilar. La embistió con el brazo extendido y la oyó cerrarse a sus espaldas. De este modo, casi sin pensarlo, entró en el jardín que ha inquietado el resto de sus días.
Le resultó muy difícil a Wallace describirme la impresión exacta que recibió al encontrarse en aquel jardín.
Había algo en el aire mismo que regocijaba, que infundía una sensación de liviandad, dicha y bienestar; que daba a todos los colores una nitidez, una luminosidad sutil y perfecta. Al entrar, se experimentaba una exquisita felicidad, esa felicidad que raramente se siente en este mundo y sólo cuando se es joven y alegre. Allí todo era hermoso...
Wallace se quedó meditando antes de proseguir.
-Pues bien -dijo con el acento irresoluto del hombre que hace una pausa antes de referir algo increíble-, había allí dos grandes panteras... Sí, panteras moteadas. Y no tuve miedo. Había un sendero largo y ancho, con canteros de aristas de mármol a ambos lados, y esas dos bestias enormes y aterciopeladas jugaban allí con una pelota. Una alzó la cabeza y se acercó a mí, con cierta curiosidad al parecer. Llegó a mi lado, frotó muy suavemente su oreja tibia y redonda contra la mano que yo le tendía y comenzó a ronronear. Te aseguro que era un jardín encantado. ¿Y su tamaño? Oh! Se extendía, inconmensurable, en todas direcciones. Creo que a la distancia había colinas. Sólo Dios sabe qué había sido de West Kensington. Y en cierto modo era como un regreso al hogar.
"¿Cómo explicarte? Apenas estuvo la puerta cerrada a mi espalda, olvidé el camino con las hojas caídas de los castaños, los coches de alquiler y los carros de los mercaderes; olvidé esa especie de atracción gravitatoria que me ceñía a la disciplina y la obediencia en casa de mi padre: olvidé todas las dudas y temores, olvidé la discreción, olvidé todas las íntimas realidades de esta vida. En un instante me convertí en un niño feliz, maravillosamente feliz en otro mundo. Era un mundo diferente, con una luz más tibia, penetrante y suave; con una tenue y clara alegría en el aire; con hebras de nubes acariciadas por el sol en lo azul del cielo. Y ante mí se extendía acogedoramente ese camino largo y ancho, con canteros sin malezas a ambos lados, donde esplendían flores que nadie cuidaba y jugaban aquellas dos grandes panteras. Sin temor puse las manos sobre su pelaje suave, acaricié sus orejas redondas y los sensitivos pliegues debajo de sus orejas, y jugué con ellas, y era como si me diesen la bienvenida a mi hogar. Esta sensación de retorno al hogar era muy aguda. De pronto apareció en el sendero una muchacha alta y rubia, se acerco sonriendo a recibirme y me dijo: ‘‘¿Y bien?’’, y me alzó y me besó, y después me bajó y me llevó de la mano; yo sentía asombro sino la deliciosa impresión de que todo estaba bien, de que volvían a mi memoria cosas felices que de algún modo extraño olvidara. Recuerdo una ancha escalinata de peldaños rojos, que apareció a mi vista entre espigas de consuelda, por donde subimos hasta entrar en una gran avenida sombreada por árboles muy viejos, oscuros y frondosos. A todo lo largo de esta avenida, entre los troncos rojos y hendidos, había suntuosos bancos de mármol, y estatuas, y mansísimas palomas blancas.
[...]
Si desea leer "La puerta en el muro" completo, pise acá.
De la imaginación de Herbert George Wells surgieron ficciones tan poderosas como La máquina del tiempo (1895), El hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos (1898). Nació en Kent, Inglaterra en 1866, en una familia humilde. Estudió becado en la Normal School of Science de Londres. Trabajó como aprendiz, maestro y periodista hasta 1895, cuando decidió dedicarse por completo a escribir. En su enorme producción caben novelas satíricas como Kipps y La historia de Mr. Polly; otras de carácter social (donde defendió los derechos de la mujer y denunció al capitalismo y los horrores de la guerra) como Ann Veronica, Tono-Bungay o Mr. Britling va hasta el fondo. Después de la I Guerra publicó un excelente y ameno libro sobre la historia del planeta desde el comienzo del universo, Esquema universal de la historia (2 tomos, 1920, revisados posteriormente). Volcó buena parte de sus memorias en Experimento de autobiografía (1934). Murió en 1946, en Londres.
Ayer, s. Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado entero de la ancianidad.
Ambrose Bierce, Diccionario del diablo.
"Esta casa pertenece a la Flia Lagorio. Devuélvanla". Visto por Fred Sturlesi en una pared de una casa abandonada en el Barrio Chino de la Isla Martín García.
Reglas generales
1) Decir todo lo necesario, pero nada más que lo necesario, evitando adelantar opiniones sobre temas que no hacen a la decisión del caso.
2) No hacer larguísimos párrafos, cargados de comas y sin otro signo de puntuación, ni punto y coma ni punto.
Para ello es muy útil, en caso necesario, encerrar entre rayas o guiones los períodos que resultan separables y cuya supresión no afectaría el sentido del resto, aun cuando lo aclare.
Por ejemplo:
"El apelante -cuyo escrito adolece de innumerables imperfecciones- no ha dado cumplimiento a los requisitos legales." En ese caso, la supresión de lo que va entre guiones deja una oración completa: "El apelante no ha dado cumplimiento a los requisitos legales."
3) Usar el gerundio cuando se debe y no cuando no corresponde.
El gerundio sólo debe usarse cuando se desea dar idea de simultaneidad de acciones entre dos verbos. Por ejemplo: está caminando, corre cantando, caminar mirando el piso. O, como está usado en el precedente párrafo 1 (decir... evitando).
Nunca puede decirse, en cambio: siendo así. Debe decirse: por ser así, por lo tanto, por ende, etc. Ni, en general, comenzar la oración con un gerundio.
En el Diccionario de la Academia hay una interesante acepción de "Gerundio" (así, con mayúscula, como nombre propio): Dice: "(Por alusión a fray Gerundio de Campazas, creación del Padre Isla)... Persona que habla o escribe en estilo hinchando, afectando oportunamente erudición o ingenio...".
4) No inventar palabras que no existen ni utilizar las que hayan inventado otros redactores de temas jurídicos.
Tomado de Reglas gramaticales para la redacción de sentencias, de Augusto César Belluscio.
- Yo no tengo buena memoria.
- Che, pero, ¿siempre fue así?
- No sé, no me acuerdo.
Borrón y cuenta nueva.
Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.
Ilusionistas: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
Escriba a:
Sin agregar ni quitar nada, combine estos elementos con la puntuación que le guste y arme una historia de cuatro o cinco oraciones:
ese día por la tarde
cuatro días después
el miércoles a la mañana
esa noche
a la misma hora
cuando ella volvía a su casa
en medio del forcejeo
la
la
se
tres tiros
los hechos
subir al coche de otro
persiguió
conocieron
vio
disparó
Envíe su historia a: niusleter@niusleter.com.ar
Aquí abajo
Aquí abajo las lilas se marchitan,
La canción de los pájaros es breve;
Yo sueño en los estíos que perduran
Siempre...
Aquí abajo los labios se aproximan
Sin que el roce fugaz la huella deje;
Yo sueño con los besos que perduran
Siempre...
Aquí abajo los hombres van llorando
Amistades y amores que perecen;
Yo sueño con idilios que perduran
Siempre...
Un sueño
Me dijo el labrador: -"Tu pan amasa,
Yo no te lo daré; siembra el ejido".
El tejedor: -"Tú mismo hazte el vestido".
Y el albañil: -"Tú mismo hazte la casa".
Y solo y apartado de la masa
Fui arrastrándome triste y maldecido,
Implorando piedad, sobrecogido:
Y hallando sólo leones en mi raza.
Me desperté, dudando de la aurora:
Osado el albañil trabaja ahora,
Zumba el telar, el campo está sembrado.
Desde entonces sé bien que es muy humano
Sentirse de los hombres el hermano:
Y amo a todos, feliz de haber soñado.
Sully Prudhomme nació (1839) y murió (1907) en París. Cabeza de serie de los poetas parnasianos, estudió Ingeniería, Leyes y Filosofía. Fue miembro de la Academia Francesa y recibió el Nobel en 1901 por su obra desperdigada en algunos de estos libros: Estancias y poemas (1865), Los destinos (1872), Los vanos afectos (1875), La justicia y La dicha.
Tesoros antiguos de una biblioteca médica:
http://www.acamedbai.org.ar/biblio/antiguos.htm
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Llevás un adulto adentro,
Mariano Valcarce, Soporte Técnico.
Feliz 22, Gastón Tessoni.
Darío Cánovas.
Mariano Carrara.
Juli Otero y Gaby,
felicidades; Violeta, bienvenida.
Adolfo Jalaguier.
Pilar Lagos.
Cintia. Celeste.
José Luis Pascuet.
Laura Román. Patricio Buzzi.
Mariano Fiszman.
Don Lope y Doña Zavala.
Ignacio Osorio. Alejandro Thamm. Gabriela Bruch.
Mariana Sánchez. Luis Arias Manzo.
El Chino Hernán, Emperador de Moldes.
Isla Martín García.
Mariano Valcarce, Soporte Técnico, sugiere "que sepa abrir la puerta para ir a
jugar".
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Esto no es SPAM.
¿A qué lugar atípico le recomendaría ir de levante a:
1- un
muchacho algo tímido de unos dieciocho?
2- una mujer soltera o una casada, que tiene veintipico?
3- un divorciado con hijos o una divorciada sin hijos de más de treinta?
4- un viudo alegre o una viuda alegre ancianos pero vivaces?
1- Ya que es mayor de edad le recomendaría una rave, en una versión más
intelectual a un taller literario (!) y la versión estudiantina a Florida y
Lavalle o Cabildo y Juramento al mediodía en los días de semana, que son los
días de los que se ratean (aún recuerdo esos días).
2 - Sin decir nombres!?, me la hacen difícil... a una tanguería de San Telmo o
un recital (a elección de la casada/soltera) y si no, excelente, a las fiestas
de las carreras de abogacía, sociología o psicología
3 - Dependiendo del estado de salud, a una rave (mucha agua, ¡muy sano!) o a una
disertación en psicología o sociología en UBA
4 - Ellos sinceramente están más allá y encuentran donde divertirse en los
lugares más extraños (fiestas en clubes, bingos, paseos recreacionales, etc,
etc).
Roberto López
1- Convención nucleadora de otakus, nerds, supuestos freaks. Estreno del señor
de los anillos I II o III. (III ideal: para llorar al final de la peli y servir
de galán que apañe). Taller literario.
2- Manifestación plagada de estudiantes de sociología. Charla acerca de
composición de algoritmos en UBA pabellón 1. Situación azarosa: subte que queda
atrapado en vías, damicela requiriendo apoyo logístico y/o emocional. Taller
literario.
3- Café concert, o función con charla filosófica post degustación. Taller
literario.
4- Cineclub, ciclo en la sala lugones del cc san martin. Eventualidad: problema
en el ascensor. Taller literario.
Conclusión: taller literario, verbigracia, afrodisíaco.
Micaela Blaustein
Ah, y ¿cuál fue su mejor aventura sobre ruedas?
El aprendizaje: sustancias biliares no
manchan pero impregnan.
Micaela Blaustein
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