Ñ u s l e t e r
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-atracón periódico de divulgación literaria-
"Transcurrieron los días de año nuevo, que como es sabido en Buenos Aires se
festejan comiendo a rajacincha".
Bernardo Kordon
"Un ganso pardo y rollizo descansaba en un extremo de la mesa y en el otro,
sobre un lecho de papel plegado salpicado de ramitas de perejil, había un enorme
jamón al que se le había quitado la capa de grasa que lo cubría y que estaba
cubierto con migas de pan tostadas. (...) Entre estos extremos, que parecían
rivalizar el uno con el otro, se habían colocado filas paralelas de fuentes más
pequeñas; dos cerros de gelatina, una roja y otra amarilla; una fuente llana
repleta de cuadrados de crema de vainilla y jalea roja, una gran fuente verde,
con forma de hoja y un asa que imitaba el peciolo, en la que yacían montones de
pasas de color púrpuras y almendras peladas, otra fuente haciendo juego que
contenía un sólido rectángulo de higos de Esmirna, una fuente de natillas sobre
la que se espolvoreado nuez moscada rallada, un bol pequeño lleno de bombones y
caramelos envueltos en papeles dorados y plateados, y un jarrón de cristal que
contenía tallos de apio. En el centro de la mesa se veían, a guisa de centinelas
de un frutero que exhibía una pirámide de naranjas y manzanas americanas, dos
licoreras achatadas, antiguas, de cristal tallado. Una contenía oporto y la otra
jerez dulce. Sobre el piano vertical cerrado, esperaba su turno un pudín de
Navidad en una enorme fuente amarilla, y detrás de él se podían ver tres
pelotones de botellas de cerveza negra, cerveza ordinaria y refrescos, puestos
en fila según el color de sus uniformes, los dos primeros negros, con etiquetas
marrones y rojas, el tercer pelotón, que era también el más pequeño, blanco, con
bandas verdes alrededor de las botellas."
James Joyce
FARREAR.
intr. coloq. Andar de parranda, divertirse.
F. Sánchez, Canillita (1902), 1952, 219: ¿Que dónde estuve anoche?...
¡Farreando!
Dellepiane, 1894, p.75; Garzón, 1910,
p.209; Salazar, 1911, p.33; Segovia, 1911, p.213; Avellaneda, 1927, p.315; Vidal
de Battini, 1949, p. 153; Villafuerte, 1961, t.I, p.326; Santillán, 1976, p.215;
Gobello, 1991, p.113; Rodríguez, 1991, p.131; Haensch, 1993, p.275; RHA, 1997,
p.78.
Del Diccionario del habla de los argentinos.
Disertación acerca del lechón asado (fragmento)
La humanidad, dice un manuscrito chino que mi amigo M. [Thomas Manning] tuvo la
gentileza de leerme y explicarme, durante los primeros setenta mil siglos comió
carne cruda, arrancándola o comiéndola del animal vivo, precisamente como aún
hoy hacen en Abisinia. No oscuramente alude a este período su grande Confucio en
el segundo capítulo de sus Mudanzas mundanas, donde nombra una especie de
edad de oro con el término de Cho-Fang, literalmente, la festividad del
Cocinero. El manuscrito prosigue diciendo que el arte de asar, o más bien de
tostar (que yo tengo por su hermano mayor) fue accidentalmente descubierto de la
siguiente manera. El porquerizo Ho-ti, habiendo ido una mañana al bosque,
siguiendo su costumbre, a recoger bellotas para sus cerdos, dejó su cabaña al
cuidado de su hijo mayor; Bo-bo, un muchachote bobalicón, a quien gustándole
jugar con el fuego, se le escaparon unas chispas sobre un montón de paja que,
ardiendo con rapidez, extendió el incendio sobre toda la pobre morada de ellos,
hasta reducirla a cenizas. Junto con la cabaña (una mísera construcción
antediluviana, podéis pensar) , lo cual era de mucha mayor importancia, pereció
una criada de cerdos recién paridos, nueve por lo menos. Los cerdos de la China
han sido considerados un lujo en todo Oriente desde los más remotos períodos de
que tengamos noticias. Bo-bo sentía la mayor consternación posible, como podéis
imaginar, no tanto por la vivienda, que su padre y él podían volver a levantar
en cualquier momento con unas ramas secas y el trabajo de una o dos horas, como
la pérdida de los cerdo. Mientras pensaba qué podría decirle a su padre, y se
retorcía sobre los restos humeantes de una de esas víctimas prematuras, un olor
asaltó su nariz, diferente de cualquier perfume que antes hubiera sentido. ¿De
dónde podía venir? No de la cabaña quemada...; ya antes había sentido ese olor,
y por cierto éste no era en absoluto el primer accidente del mismo género que
había ocurrido por la negligencia del desventurado joven incendiario. Mucho
menos se asemejaba al de cualquier hierba, maleza o flor conocida. Al mismo
tiempo una humedad precursora inundó su labio inferior. No sabía qué pensar. Lo
primero que hizo fue agacharse para tocar el lechoncito, por si se presentaba
alguna señal de vida. Se quemó los dedos y para refrescarlos se los llevó a la
boca, a su tonta manera. Algunas pizcas de la piel chamuscada se habían
desprendido adhiriéndose a sus dedos, y por primera vez en su vida (en la vida
del mundo, en verdad, porque antes de él ningún hombre lo había conocido)
probó... ¡chicharrón! Otra vez tocó y manoseó el lechón. Ya no lo quemó
tanto, pero siguió chupándose los dedos por una especie de hábito. Al fin se
hizo la luz en su lento entendimiento: era el lechón lo que olía así, y el
lechón lo que tenía gusto tan delicioso; y rindiéndose al recién nacido placer,
se echó a arrancar puñados enteros de la piel chamuscada con la carne más
cercana a ella, y se estaba dando un atracón en su bestial manera cuando su
progenitor entró en medio de los cabrios humeantes, armado con retribuyente
garrote, y descubriendo lo que había pasado, empezó a derramar golpes sobre los
hombros del joven bribón, golpes tupidos como piedras de granizo, a los cuales
Bo-bo no hacía más caso que si hubieran sido moscas. El cosquilleante placer que
sentía en sus regiones inferiores lo volvía enteramente calloso a cualquier
inconveniente que pudiera sentir en esas lejanas comarcas. Su padre podía
pegarle, pero no podía privarlo de su lechón, hasta que hubo acabado totalmente
con él; entonces, una vez que comprendió un poco mejor su situación, dio lugar a
algo como el diálogo siguiente:
-Malvado tunante, ¿qué has estado devorando? No te alcanza
con haber quemado tres casa con tus juegos de perro, y haberme ahorcado, sino
que tienes que comer fuego, y no sé qué... ¿qué tenías allí te pregunto?
-¡Oh, padre, el lechón, el lechón, ven a probar qué rico sabe
el lechón!
Los oídos de Ho-ti temblaron de horror. Maldijo a su hijo, y
se maldijo a sí mismo por haber engendrado un hijo que comía lechón quemado.
Bo-bo, cuyo olfato estaba maravillosamente agudizado desde la
mañana, pronto sacó a relucir otro lechón, y partiéndolo justamente en dos, puso
por la fuerza la mitad inferior en los puños de Ho-ti, sin cesar de gritar:
-Cómelo, cómelo, come lechón quemado, padre, pruébalo
solamente; ¡Oh, señor! -Y mientras profería tan bárbaras exclamaciones, seguía
atracándose como si quisiera ahogarse.
Ho-ti sintió temblar todas sus articulaciones mientras
empuñaba la cosa abominable, vacilando entre matar o no a us hijo por ser un
joven monstruoso tan inhumano, cuando el chicharrón le chamuscó los dedos, como
había hecho con los de su hijo, y aplicándoles el mismo remedio, él, a su vez,
probó su sabor, el cual -imaginad las muecas de todo tipo que haría para
disimular- no le resultó del todo desagradable. En conclusión (porque el
manuscrito es aquí un poco tedioso), padre e hijo se sentaron a comer, y no lo
dejaron hasta haber rematado todo lo que quedaba de la cría. [...]
El inglés Charles Lamb (1775-1834) fue ensayista, crítico y poeta. Compartió estudios con Coleridge. Trabajó en las oficinas de una compañía de India hasta jubilarse a los cincuenta. En 1795 estuvo en un manicomio y al año siguiente se hizo cargo de su hermana, quien en un ataque de locura había apuñalado a su madre. Se publicaron varias antologías de sus poemas, de sus ensayos, y un notable volumen de cartas.
No vaya a la playa
con un chamuyo flaco; no vaya con rollos.
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Entrenan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
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Petrona C. De Gandulfo: Una mujer positiva
NACE UNA ESTRELLA
A los 18 años casi llega a ser artista de cine y luego, sin
quererlo, se convirtió en estrella de la cocina. La cosa fue así. Había cursado
su primer año secundario en su provincia natal, Santiago de Estero, y se vino
para Buenos Aires. Alta, elegante, comunicativa no tardó en ponerse de novia,
motivo por el cual rechazó trabajar en una película a rodarse. Pero en cambio,
concurrió a un llamado de la Compañía de Gas que pedía jovencitas solteras para
hacer demostraciones culinarias. Entraron 20. Pero ella se destacó del conjunto
por su empeño, su pujanza, sus deseos enormes de progresar y, sobre todo, de
dar. Porque Doña Petrona Carrizo de Gandulfo tiene el placer de dar:
conocimientos, cariño, ayuda moral y material a todos los que se acerquen a
ella. El triunfo no viene solo para nadie, hay que buscarlo. Petrona lo sabe, lo
supo siempre. No se contentó con hacer demostraciones culinarias y con colaborar
en "El Hogar"; alquiló media hora de radio para ella sola y se encargó también
de conseguir sus anunciantes: primero radio Argentina, después Excelsior, luego
El Mundo y poco a poco, nace la gran vedette que hoy conocemos, tan auténtica
como inigualada.
EN FAMILIA
Su marido (Don Atilio), su hijo (Francisco), su nuera
(Chichita) y sus dos nietos (Marcela de 11 años y Alejandro de 9) conforman,
junto con Juanita, su núcleo familiar. Vive en una residencia en la calle
Malaver, de Olivos, frente a la quinta presidencial. Está en pie a las 7 de la
mañana y no para hasta las 10 de la noche, hora en que se acuesta rendida y sin
insomnios.
Los fines de semana da rienda suelta a us hobby preferido:
jugar canasta "día y noche" con sus amigas y, claro, siempre por plata si no no
tiene gracia. Está perfectamente conectada con el mundo que la rodea: lee dos
diarios por día y ve televisión; aplaudió hace unos días la película "Juan
Moreira"; terminó "Papillón" e inunda la casa de música "beat", su preferida. El
orden que se aprecia por todos lados no es más que el reflejo del orden interior
de Petrona, que vive feliz con su marido, manager, gourmet, colaborador
incansable y el "asador" oficial de la casa.
EL CARACTER DE PETRONA
Es fuerte y dominante pero por la simple razón de que le
gustan las cosas bien hechas y, principalmente, derechas. Se subleva frente a la
hipocresía, la falsedad y la violencia y reacciona siempre con su arma infalible
que es el decir lo que siente sin contemplar conveniencias pero sin agredir, ni
menos herir, al destinatario de sus palabras. Esa misma sinceridad que la
caracteriza la obliga a admitir que no tiene academias no solamente porque no le
queda tiempo sino además porque a ella le gusta estar en todos los detalles,
hasta en los más pequeñitos. Ella, siempre con buen carácter y buen humor, se
arriesga, se compromete y nunca le escapa al bulto con palabras o con acciones
de doble faz. Trabaja para ayudar a la mujer, para darle lo que sabe y como lo
sabe, con todos sus detalles. Por eso prepara los platos ante las cámaras tal
como ella los hace en su cas y se arriesga a desmoldar para que en caso de
fracasar, pueda enseguida dar la solución al problema. Porque para Petrona no
hay fracasos sin solución. Toda su vida es tremendamente POSITIVA. Por eso está
llena de amigos y de éxitos.
Por Elsa San Martín, en el número 73 de la revista Mucho Gusto de septiembre de 1974.
EMPACHAR 'estorbar, impedir', hacia 1835. Del
francés empêcher ídem por conducto del occitano antiguo empachar
ídem; el francés empêcher
(antiguamente empeechier) viene (por vía semiculta) del latín tardío
impedicare
'trabar', derivado de pedica 'traba?, 'lazo', 'cadena'.
DERIV. Empacho, 1475. Despachar, 1406, del francés antiguo
despeechier
(hoy depêcher), a través del occitano despachar; derivado de
impedicare, por cambio del prefijo em- en el negativo
correspondiente; despacho, 1545.
La lección del cocinero
Cuando
por fin el rey no pudo lograr una erección,
Se limpiaron las mesas y se preparó un banquete.
El cocinero era un renegado, un maestro de la insinuación,
Y más tarde fue colgado por alguna subversión imaginaria,
Lo encontraron riendo en el barrio de los inmundos pobres-
Este, de haberlo sabido, iba a ser su último banquete,
Y como tal fue convenientemente disidente y experimental.
A menudo nos había confiado los principios de su arte,
Cómo un artista verdadero está obsesionado con la naturaleza de su material,
Y debe hacer evidente el proceso de creación en preferencia
A la predecible apariencia del producto terminado.
Los braseros fueron encendidos, la porcelana puesta
Y preparados los simples caldos en los que la comida fue ejecutada,
Porque ésta fue una comida viviente, una historia biológica del alimento.
No puedo recordar mucho. Sudábamos y nos desmayábamos y éramos reanimados
Con toallas fragantes. Comimos furiosamente y fuimos recompensados
Con conocimiento de una clase que ni siquiera reconocíamos.
Depositado en la papilla tibia se dividía, se asaba y aleteaba,
Nadaba por canale florecidos hasta el borde de aceite
Y caía en el plato. Ante nuestros ojos
La cría salía en chorros y caía en el fuego, era extraída por tenazas,
Se empollaban huevos en la sopa, sangraban embriones,
Germinaban semillas en la cuchara. Como dije, comimos rápido,
De vuelta bien dentro de la vida, comiendo rápido hacia la vida.
Ahora comprendo que la comida nunca está realmente muerta:
Adornada y pinchada, apilada, espolvoreada, rebanada,
En aspic de imitación o dispersa en salsas,
La comida es algo que no yacerá de buena gana.
Los suaves líquidos se deslizaron por nuestras lenguas como
Latidos bajo una cáscara, bocados de plumas.
John Fuller nació en Kent, Inglaterra en
1937. Vive en Oxford. Es profesor universitario y crítico. Ha recibido varios
premios literarios por sus libros (entre otros) de poemas: Epistles to
several persons (1973), The illusionists (1980), Stones and fires
(1996), Now and for a time (2002), y varias antologías; y por sus novelas
Flying to nowhere (1983), Look twice (1991), The worm and the star
(1993) and A skin diary (1997), The memoirs of Laetitia Horsepole, by
herself (2001). Ha escrito varios libros para niños:
The last bid (1975) and The extraordinary wool mill and other stories
(1980). Ignoramos qué se tradujo al español y qué no.
1- ¿Cuál es su plato festivo favorito?
2- ¿Cuál es su remedio para la resaca?
Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar
"Abajo las drogas (los pibes del subterráneo)". Visto en Iriarte y Zeballos, Avellaneda.
"Hay un mundo mejor pero es más caro". En una columna del viaducto de Sarandí.
"El cuerpo sirve para recibir los golpes y la mente para crecer que eso es lo normal". En Vieytes y San Ricardo, Barracas.
Nutrida página de
filosofía, mitología y otros:
http://www.temakel.com/
¿Qué asocia
lateralmente con Navidad?
- adjetivos: aburrido, largo, incomprensible
- sustantivos: nieve?!!!, calor, regalos, noche
- verbos: dormimos?, vamos?, descorchar, comer, pasar,
volver, volver, volver.
Pedro Res
n a v i d a d
- adjetivos: ávida ida
- sustantivos: vid vida
- verbos: bivan abiva va iva dad
Diana Cegelnicki
Tenerte con nosotros, Mariano Valcarce, Soporte Técnico, es como comer Vitel
Toné todo el año.
Alberto Chamorro. Adriana Rosenberg. Alicia Odorico. Lucas Caparra. Samurai.
Pablo Goro. Ernesto Carrodeguas. Marcelo López
Familia Gelpi Impoco
Lalo Aita
Jorge Sierra
A las curadoras de empacho sea con cinta o con tirada de cuerito.
Al helado de limón.
Mariano Valcarce, Soporte Técnico, recomienda "no conducir borracho".
Spam es lo que hace el hígado el dos de enero.
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