Ñ u s l e t e r


#62

-espejismo periódico de divulgación literaria-



"El espejo nos ata intensamente del revés." Santiago Sylvester

"El espejo es un maravilloso testigo que varía sin cesar. Depone con calma, con fuerza, pero cuando ha terminado de hablar, nos damos cuenta de que se ha retractado de todo. Es la personificación corriente de la verdad." André Breton y Paul Eluard

"El idioma, el poema, la música no quieren, al igual que el mundo, ser comprendidos por la razón que, como el narciso, mira sólo su reflejo." Oswald Pander

"Todo es espejo." Octavio Paz



ÍNDICE

 

RESPUESTAS
POEMAS | Lo que vieron de mí | Quién sabe si algún día... | Eugenio Montale |
DEFINICIÓN | Yeite |
TALLER LITERARIO | Recíproco |
PROSA
| Markheim | Robert Louis Stevenson |
ENCUESTA
GRAFFITTI
CUALQUIERA | ¿Usted es una persona sociable? |
AGRADECIMIENTOS
SUSCRIPCIONES

 

Ñusleter 24hs


RESPUESTAS

1 - ¿Podría expresar la emoción más vívida que sintió últimamente?

Cuando me casé, hace escasos 6 días. Entramos a la fiesta con mi mujer con la música de Star Wars, y ya en pedo antes del comienzo de la fiesta, extraje el sable luminoso de los jedis y comencé a blandirlo cual Luke Skywalker.
Ezequiel Chaio

La otra noche, tras la cena y luego de haber releído hojas al azar de "Granos de arena" de C. Sagan, me percaté nuevamente que somos, pese a toda nuestra magnificencia, cultura y engreimiento, virutas de nada, átomos de alguna quimera de proporciones astronómicas y que el solo pensar en ella nos es imposible.
Roberto López

No
Mystica

¿Puede haber emoción mayor que la de haber vuelto a leer el niusletter en mi casilla de yahoo?
Silvina Rodríguez

Hace unos días, un amigo del alma me pidió matrimonio y me invito a a agarrarme fuerte de su mano saliendo a un rumbo incierto... fue un flashhh
María Eugenia

no...
Mariano Rodríguez

Hoy se le murió la coneja a mi hijo Ale, de 11 años. Se subió al lapacho (que tenía sus chauchas abiertas como una herida) y empezó a sacudirlo con fuerza. Él pequeño, el árbol gigante. Las semillas, un plumón blanco, empezaron a llover. Esa nieve se me incrustó en medio del pecho y me latía fuerte.
Era un poema escrito por mi hijo: "Un poema sacude su copa/sacude su sombra/Escribe una lluvia volátil/de semillas blancas/con caligrafía de niño.
Diana Cegelnicki


2 - ¿Qué es la estupidez? ¿Cómo se manifiesta?

Compras inútiles. No de esas compras cargadas de legitimidad de las que habla Sábato ("Compro una agenda.", "Soy un neurótico."), sino en la basura del bondi y el tren. Un momento de autoengaño: "Esto me puede servir". Un momento de pequeño triunfo: "¡Sale dos mangos!". Un desenlace donde somos el isotipo de la estupidez: ¡Esta mierda era, soy un pelotudo!"
Carlos Carpintero

Si te digo te miento mira¡¡¡. Cuando alguien cuenta un chiste y mi cara dice, no lo entendí, así se manifiesta la estupidez, mía.
Mystica

la estupidez es una choza de azúcar.
y se manifiesta contestando encuestas con metáforas absurdas.
Tom Bombadil

La estupidez, para mí es que el horizonte de cada uno sea meszquino, chiquito por desconfianza. Se manifiesta en las cosas más estúpidas, valga la redundancia. Medir todo en "cantidad de" es para mí una forma.
Mariana Pereyro

No es facil definirla, casi todo lo que nos rodea es estupidez, o tal vez nada lo sea. Se manifiesta por ejemplo entrando en pedo a la propia fiesta de casamiento blandiendo un sable luminoso.
Ezequiel Chaio

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POEMAS

Lo que vieron de mí...

Lo que vieron de mí
fue tan sólo la corteza,
la túnica que oculta
nuestro destino humano.

Tras de la tela estaba 
quizá el azul tranquilo,
y sólo un frágil sello protegía
la limpidez del cielo. 

O quizá era la extraña
mutación de mi vida,
la presencia de una bola de fuego
que nunca más vería

Así, mi sustancia verdadera 
se convirtió en esta apariencia.
El fuego que no muere
para mí tuvo un nombre: ignorancia. 

Si una sombra contemplan
no es una sombra: esa forma soy yo. 
Oh, si pudiera despojarme de ella,
entregárselas como una ofrenda. 


Quién sabe si algún día...

Quién sabe si algún día tiraremos las máscaras
que sin saberlo llevamos sobre el rostro.
Por eso es tan difícil identificar
a los hombres que encontramos. 
Quizá entre tantos, entre los millones, hay
uno en el que rostro y máscara coinciden
y sólo él podría decir la palabra
que esperamos desde siempre. Pero es probable
que él no conozca su privilegio.
Quien lo ha conocido, si hubo alguno, 
pagó su don con tartamudez o algo peor. 
No valía la pena encontrarlo. Su nombre
fue siempre impronunciable por causas
no sólo de fonética. La ciencia 
tiene, ciertamente, otras cosas que hacer,
o no hacer. 


Eugenio Montale nació en Génova (Italia) en 1896. ¿Hechos? Estudió canto lírico de niño; tomó parte en la Primera Guerra Mundial; trabajó en la empresa importadora de su familia y también como redactor en el diario Corriere de la Sera; se alineó, en sus comienzos, junto al hermetismo italiano, obtuvo el Nobel de Literatura en 1975 y fue nombrado senador vitalicio de su país por esos años. ¿Libros? Huesos de jibia (1925), Las ocasiones (1939), La tempestad y demás (1956), Sátura (1971), Diario del 71 e del 72 (1973) y Cuaderno de cuatro años (1977), todos de poesía; además, en prosa, Mariposa de Dinard, Auto de fe, Sobre la poesía y Fuera de casa. ¿Su muerte? En Milán, en 1981. 

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DEFINICIÓN

YEITE: Palabra lunfarda de uso múltiple que significa solución ingeniosa, recurso poco divulgado o improvisado con maña. (Del brasileñismo de uso en Misiones, jeito, modo o manera). El lenguaje rockero lo ha vuelto a poner en circulación para indicar un truco o rebusque en la interpretación o la composición musical. 

Oído de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, Héctor Zimmerman, Aguilar, Buenos Aires, 1999.


TALLER LITERARIO

El show debe continuar.

No es terapia de grupo, es:
Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.

Y este verano... Taller Literario en Gomón.

Atienden: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

Turnos: niusleter@niusleter.com.ar


PROSA

Markheim 

    —Sí—dijo el anticuario—, nuestras buenas oportunidades son de varias clases. Algunos clientes no saben lo que me traen, y en ese caso percibo un dividendo en razón de mis mayores conocimientos. Otros no son honrados—y aquí levantó la vela, de manera que su luz iluminó con más fuerza las facciones del visitante—, y en ese caso—continuó—recojo el beneficio debido a mi integridad.
    Markheim acababa de entrar, procedente de las calles soleadas, y sus ojos no se habían acostumbrado aún a la mezcla de brillos y oscuridades del interior de la tienda. Aquellas palabras mordaces y la proximidad de la llama le obligaron a cerrar los ojos y a torcer la cabeza.
   
El anticuario rió entre dientes.
   
—Viene usted a verme el día de Navidad—continuó—, cuando sabe que estoy solo en mi casa, con los cierres echados y que tengo por norma no hacer negocios en esas circunstancias. Tendrá usted que pagar por ello; también tendría que pagar por el tiempo que pierda, puesto que yo debería estar cuadrando mis libros; y tendrá que pagar, además, por la extraña manera de comportarse que tiene usted hoy. Soy un modelo de discreción y no hago preguntas embarazosas; pero cuando un cliente no es capaz de mirarme a los ojos, tiene que pagar por ello.
   
El anticuario rió una vez más entre dientes; y luego, volviendo a su voz habitual para tratar de negocios, pero todavía con entonación irónica, continuó:
   
—¿Puede usted explicar, como de costumbre, de qué manera ha llegado a su poder el objeto en cuestión? ¿Procede también del gabinete de su tío? ¡Un coleccionista excepcional, desde luego!
   
Y el anticuario, un hombrecillo pequeño y de hombros caídos, se le quedó mirando, casi de puntillas, por encima de sus lentes de montura dorada, moviendo la cabeza con expresión de total incredulidad. Markheim le devolvió la mirada con otra de infinita compasión en la que no faltaba una sombra de horror.
   
—Esta vez—dijo—está usted equivocado. No vengo a vender sino a comprar. Ya no dispongo de ningún objeto: del gabinete de mi tío sólo queda el revestimiento de las paredes; pero aunque estuviera intacto, mi buena fortuna en la Bolsa me empujaría más bien a ampliarlo. El motivo de mi visita es bien sencillo. Busco un regalo de Navidad para una dama—continuó, creciendo en elocuencia al enlazar con la justificación que traía preparada—; y tengo que presentar mis excusas por molestarle para una cosa de tan poca importancia. Pero ayer me descuidé y esta noche debo hacer entrega de mi pequeño obsequio; y, como sabe usted perfectamente, el matrimonio con una mujer rica es algo que no debe despreciarse.
   
A esto siguió una pausa, durante la cual el anticuario pareció sopesar incrédulamente aquella afirmación. El tic-tac de muchos relojes entre los curiosos muebles de la tienda, y el rumor de los cabriolés en la cercana calle principal, llenaron el silencioso intervalo.
   
—De acuerdo, señor—dijo el anticuario—, como usted diga. Después de todo es usted un viejo cliente; y si, como dice, tiene la oportunidad de hacer un buen matrimonio, no seré yo quien le ponga obstáculos. Aquí hay algo muy adecuado para una dama—continuó—; este espejo de mano, del siglo XV, garantizado; también procede de una buena colección, pero me reservo el nombre por discreción hacia mi cliente, que como usted, mi querido señor, era el sobrino y único heredero de un notable coleccionista.
   
El anticuario, mientras seguía hablando con voz fría y sarcástica, se detuvo para coger un objeto; y, mientras lo hacia, Markheim sufrió un sobresalto, una repentina crispación de muchas pasiones tumultuosas que se abrieron camino hasta su rostro. Pero su turbación desapareció tan rápidamente como se había producido, sin dejar otro rastro que un leve temblor en la mano que recibía el espejo.
   
—Un espejo —dijo con voz ronca; luego hizo una pausa y repitió la palabra con más claridad—. ¿Un espejo? ¿Para Navidad? Usted bromea.
    —¿Y por qué no? —exclamó el anticuario—. ¿Por qué un espejo no?
   
Markheim lo contemplaba con una expresión indefinible.
   
—¿Y usted me pregunta por qué no?—dijo—. Basta con que mire aquí..., mírese en él... ¡Véase usted mismo! ¿Le gusta lo que ve? ¡No! A mí tampoco me gusta... ni a ningún hombre.
   
El hombrecillo se había echado para atrás cuando Markheim le puso el espejo delante de manera tan repentina; pero al descubrir que no había ningún otro motivo de alarma, rió de nuevo entre dientes.
   
—La madre naturaleza no debe de haber sido muy liberal con su futura esposa, señor—dijo el anticuario.
    —Le pido—replicó Markheim—un regalo de Navidad y me da usted esto: un maldito recordatorio de años, de pecados, de locuras... ¡una conciencia de mano! ¿Era ésa su intención? ¿Pensaba usted en algo concreto? Dígamelo. Será mejor que lo haga. Vamos, hábleme de usted. Voy a arriesgarme a hacer la suposición de que en secreto es usted un hombre muy caritativo.
   
El anticuario examinó detenidamente a su interlocutor. Resultaba muy extraño, porque Markheim no daba la impresión de estar riéndose; había en su rostro algo así como un ansioso chispazo de esperanza, pero ni el menor asomo de hilaridad.
   
—¿A qué se refiere? —preguntó el anticuario.
    —¿No es caritativo? —replicó el otro sombríamente—. Sin caridad; impío; sin escrúpulos; no quiere a nadie y nadie le quiere; una mano para coger el dinero y una caja fuerte para guardarlo. ¿Es eso todo? ¡Santo cielo, buen hombre! ¿Es eso todo?
    —Voy a decirle lo que es en realidad—empezó el anticuario, con voz cortante, que acabó de nuevo con una risa entre dientes—. Ya veo que se trata de un matrimonio de amor, y que ha estado usted bebiendo a la salud de su dama.
    —¡Ah! —exclamó Markheim, con extraña curiosidad—. ¿Ha estado usted enamorado? Hábleme de ello.
    —Yo—exclamó el anticuario—, ¿enamorado? Nunca he tenido tiempo? ni lo tengo ahora para oír todas estas tonterías. ¿Va usted a llevarse el espejo.
    —¿Por qué tanta prisa? —replicó Markheim—. Es muy agradable estar aquí hablando; y la vida es tan breve y tan insegura que no quisiera apresurarme a agotar ningún placer; no, ni siquiera uno con tan poca entidad como éste. Es mejor agarrarse, agarrarse a lo poco que esté a nuestro alcance, como un hombre al borde de un precipicio. Cada segundo es un precipicio, si se piensa en ello; un precipicio de una milla de altura; lo suficientemente alto para destruir, si caemos, hasta nuestra última traza de humanidad. Por eso es mejor que hablemos con calma. Hablemos de nosotros mismos: ¿por qué tenemos que llevar esta máscara? Hagámonos confidencias. ¡Quién sabe, hasta es posible que lleguemos a ser amigos!
   
—Sólo tengo una cosa que decirle—respondió el anticuario—. ¡Haga usted su compra o váyase de mi tienda!
   
—Es cierto, es cierto —dijo Markheim—. Ya está bien de bromas. Los negocios son los negocios. Enséñeme alguna otra cosa.  (...)

¿Más  de Markheim?

Robert Louis Stevenson nació en 1850 en Edimburgo, en cuya universidad estudió derecho un rato. Desde joven, se dedicó a la literatura; primeramente, ensayos y poemas. Una enfermedad respiratoria y su imaginación lo hicieron recorrer varias partes del mundo, como Honolulu, Francia, California, hasta que en Samoa en 1894 murió. Nos dejó El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, Secuestrado, La isla del tesoro (novelas) y colecciones de relatos como Nuevas noches árabes, La isla de las voces, Olalla, y poemas.    

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ENCUESTA

1- ¿En qué espejo no propiamente dicho le gusta mirarse?

2- ¿Qué busca en un espejo? ¿Qué encuentra? 

3- ¿Qué tres adjetivos se le ocurren para un espejo? Ej: obsecuente, cruel, tácito...

Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar


GRAFFITTI

"Polaco: rendí las previas". En Huergo y Núñez (Dock Sud). 

"Pinto y me voy". Lo vio Franco en Av. Roca y la vía (y otras paredes de Avellaneda). 


CUALQUIERA

Test Nº 5 
¿Usted es una persona sociable?

1 - Si un policía lo detiene y le dice: "Esta es una avenida y no una pista de carreras" y lo quiere multar, usted qué hace: a) ¿se callaría la boca y se quedaría quieto?, b) ¿le diría que apenas andaba a 80 km. por hora?, o c) le sonreiría y le diría "Mi amigo, vamos a discutir esto".

2 - Le toca recibir una visita que se caracteriza por monopolizar siempre las conversaciones, en este caso usted qué hace: a) ¿dejaría que el visitante hable y se divierta igual?, b) ¿atraería la participación de otras personas en la conversación?, c) ¿interrumpiría el monólogo de la visita y lo enfrentaría?

Extracto del libro Para conocerse mejor, Héctor A. Romay, Ediciones Gráficas del Trébol, Argentina, 1995.

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AGRADECIMIENTOS

Sos el resplandor sensible de la idea, Mariano Valcarce, Soporte Técnico.
Nati Kiako, Germán Bermant, Alberto Chamorro, Claudia Odoguardi, Evaristo Bertora, Ernesto Guajardo, la onda.
Topo Cunill
Daro Cánovas
Comando Cerrojo
Alejandro Pereyro
A quienes nos dan pautas de nuestro estado
A las personas transparentes que por ahí existen
A las opacas menos
Al agua

Mariano Valcarce, Soporte Técnico, recomienda "lucirse".


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