Ñ u s l e t e r
#53
-encuentro hospitalario de divulgación literaria-
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"Hospital es la vida en que cada enfermo está poseído del deseo de cambiar de cama. Este querría padecer junto a la estufa y aquél cree que se curaría frente a la ventana." Charles Baudelaire
"Hans Castorp se lavó un poco. Quedó dormido apenas apagó la lamparilla de la mesa de noche, pero se sobresaltó un momento al recordar que alguien había muerto dos días antes en su misma cama." Thomas Mann
DEFINICIÓN | Hacer de tripas
corazón |
PROSA |
Papá | Federico Jeanmaire|
TALLER LITERARIO | Enfermera |
CUALQUIERA | Vendajes |
ETIMOLOGÍA | |
POEMAS |
Apéndice |
El pabellón de las parturientas | Gottfried Benn |
GRAFFITTI
RESPUESTAS
ENLACES | Letras | Citas |
ENCUESTA
AGRADECIMIENTOS
SUSCRIPCIONES
HACER DE TRIPAS CORAZÓN: Hace veintitrés siglos, Hipócrates, padre de la Medicina, consideraba el corazón como el órgano del calor humano y la sede de la inteligencia. Para los antiguos egipcios, los hindúes y los judíos, fue siempre el símbolo del amor más elevado. El Cantar de los Cantares, los poetas románticos y las letras de tango coinciden en esa tradición. Las tripas tuvieron menos suerte. Por tratarse de la parte baja del cuerpo, les fueron endilgadas las emociones innobles, como el miedo. Mientras el corazón es valiente y se enamora, la flojera de los intestinos y los calambres del estómago delatan nuestras debilidades y renuncios. "Hacer de tripas corazón" significa sobreponerse a todo eso para ponerle el pecho a lo que sea. El dicho es tan antiguo como anónimo, y ya a nadie se le ocurre dignificar un poco el hígado, los riñones o las tripas. Tan vitales como el corazón. Y tan injustamente denigrados.
Leído en Tres mil historias de palabras y frases que decimos a cada rato, Héctor Zimmerman, Aguilar, Buenos Aires, 1999.
Papá (fragmento)
A mi padre lo estamos velando desde hace más de dos años. Mi mamá, mi hermano
mayor y yo. Y elijo el verbo velar, y no cualquier otro que resulte un poco más
cómodo o suene un poco menos antipático, porque me parece que es el único verbo
capaz de describir con alguna exactitud nuestro proceder. Más de dos años: desde
el preciso día en que el cirujano que lo operaba por cuarta vez, en un lapso muy
corto, salió del quirófano vestido de impecable celeste, nos llevó a una sala
apartada del resto de los parientes y amigos que nos acompañaban, y permitió que
decidiéramos entre cortar la arteria sobre la que se apoyaba el cáncer o no
cortarla. Las probabilidades de que sobreviviera al intento de volver a unir la
arteria que atravesaba el hígado eran escasas. Muy escasas. Demasiado escasas.
El veinte o el treinta por ciento, creo que dijo, si no recuerdo mal. Por eso,
ninguno de los tres dudó. Sin mirarnos le exigimos que lo cerrara así como
estaba, que por favor. Sólo mi madre, con lágrimas en los ojos, se animó a
preguntarle aquello que ni mi hermano mayor ni yo, aunque lo estábamos pensando,
nos habíamos animado a preguntar: cuánto le quedaba de vida. Y entonces el
médico no tuvo más remedio que informarnos que calculaba que podría vivir un
año, aproximadamente; que con mucha suerte quizás un año y medio.
A partir de aquella mañana lo estamos velando.
Y no sólo en el fácil sentido de acompañarlo, de cubrirlo, de
protegerlo, de mimarlo. También en el contradictorio de coquetear, con la
absurda idea de cancelar la ineludible existencia de las enfermedades o de los
almanaques. Estirando los días como si se tratara de chicles. Volviendo a creer,
como cuando éramos niños, en alguna imprecisa forma de la eternidad.
Más de dos años conviviendo con la muerte, pensando en ella,
remitiéndonos constantemente a ella. Mi mamá, mi hermano mayor y yo. Hablando de
ella. Velando un cuerpo vivo. Todavía vivo. O mejor, velando una cabeza; sobre
todo una cabeza que se empeña cotidianamente en desmentir a su propio cuerpo y a
los aproximados dichos celestes de la ciencia.
Cuerpo y cabeza de padre.
Un cuerpo que, por otra parte, recién ahora conozco en su
totalidad. Después de aquella operación, la segunda, la de la colostomía, cuando
a la madrugada siguiente se le dio vuelta el intestino, según palabras médicas,
no mías. Yo estaba solo cuidándolo y a él no le importó que lo viera desnudo. No
le importó. En realidad, no sé siquiera si se dio cuenta. Aunque sospecho que sí
porque a partir entonces sus desnudeces dejaron de ser un problema en nuestra
relación. Antes jamás. De ninguna manera. Imposible. Había que tocar
convenientemente las puertas de las habitaciones y de los baños antes de entrar.
Esperar afuera. Siempre. Y si no, había gritos o retos, a veces hasta una piña.
El tema de la cabeza es distinto.
Totalmente distinto.
Creo que la fui conociendo a medida que iba conociendo la mía
si es que, desde luego, es factible conocer la cabeza de otro o, incluso, la
cabeza de uno mismo. Una mente, la de mi padre, tan simple como cualquier otra
mente: me refiero a cuatro o cinco ideas centrales con sus infinitos y
previsibles derivados, con sus obvias contradicciones. Igual a la mía. A la de
casi todos. Pero una cabeza que, me parece, supo esconderse, desde siempre,
bastante menos que las entrepiernas que la transportaban. Que nunca se ruborizó
de sus formas, quiero decir. Que se aceptó desde el principio de los tiempos con
cierta facilidad. Quizás hasta con alguna incomprensible felicidad o jactancia.
No sé.
De cualquier modo, se me ocurre que velar la próxima muerte
de otro no es sencillo. Todo lo contrario. Que resulta una tarea bien ardua.
Agotadora. Y no porque se trate de un ser querido, de mi padre en este caso. No
es por eso. O al menos no es sólo por eso. Es ardua porque nos remite a nuestra
propia muerte o a lo efímero de cualquier futuro. Es agotadora porque
irremediablemente termina mezclando las coordenadas del tiempo con las del
espacio y nos sumerge en la humildad más completa: en lo meramente animal que se
esconde detrás de lo humano. Detrás de lo que pomposamente acostumbramos a
definir como humano.
Por eso estoy escribiendo.
Porque se aceleran los tiempos y la quimioterapia ha sido
interrumpida hace un par de meses debido a su manifiesta incapacidad de detener
nada y el cuerpo de mi padre adelgaza rápidamente mientras la cabeza sigue
intacta y su piel ha virado hacia el tono más antipático del amarillo y han
aparecido los vómitos y las descomposturas se han ido multiplicando
geométricamente. Escribo porque el hombre es el único animal que escribe y
porque, además, nunca pude comprender cómo es que hacen los hombres que no
escriben para velar su propia conciencia de la muerte. Aunque, quizás, sólo esté
escribiendo debido a que nunca logré entender del todo bien para qué era que lo
hacía y ésta es una nueva oportunidad que se me presenta para averiguarlo. Una
gran oportunidad.
De todas formas, no creo que consiga averiguar nada tampoco
esta vez.
No lo creo.
Y no lo creo porque se me hace que la escritura, al igual que
la vida, resulta perfectamente incapaz de responder a ninguna otra cuestión que
no sea su propia posibilidad de existir. La escritura, esa cosa tan
perfectamente incapaz, al igual que la vida, de responder a ninguna otra
cuestión que no sea su precaria y angustiosa necesidad de ser. [...]
Federico Jeanmaire
nació en Baradero hace no mucho. Vive. Ha publicado las novelas Miguel,
Los Zumitas, Mitre (que le valió un premio "Ricardo Rojas"), Montevideo
y recientemente Papá (de la cual transcribimos algunas líneas).
-Quédese quieto de una vez, por favor. Cómo piensa que voy a encontrar la vena. Ahí... no, no entró. Vamos, a probar en el otro. Vamos, no se queje, es un pinchazo nomás. ¿Con cuál escribe? ¿Con cuál agarra el tenedor?
Horario de visitas. Taller Literario.
Encuentros semanales de lectura y
escritura.
Coordinan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
Para
más información, comunicarse al 4896-0140 o al 4205-4284.
O a las siguientes direcciones:
niusleter@niusleter.com.ar
Vendajes
Toda herida accidental se contamina en mayor o menor grado. De allí la necesidad de prevenirla cubriéndola con gasas, telas o cualquier otro medio que impida la entrada de tierra, insectos u otros vehículos portadores de gérmenes contaminantes.
Descripción de los apósitos y cómo improvisarlos en el hogar:
Llamamos apósito a un trozo de algodón cubierto de gasa. El tamaño del
mismo depende de la necesidad que tengamos. Vienen ya confeccionados,
esterilizados y envueltos, en tal forma que conservan su estado de esterilidad.
Como no siempre podemos tener a nuestro alcance estos
apósitos, nos remediaremos en su ausencia usando trozos de tela común, como
pañuelos que hayan sido bien lavados con agua y jabón, y una vez secos
planchados de manera que la tela se ponga en contacto directo con la plancha en
ambas caras. Si las circunstancias nos lo permiten, buena práctica será que las
gasas o telas que han de entrar en contacto con la herida, después de lavadas
sean dobladas, envueltas en un paño y puestas en el horno de la cocina por media
hora a la temperatura que se usa para hacer pan.
Otra manera de obtener una compresa limpia y aproximadamente
esterilizada es usar el paño limpio y pasarlo lentamente sobre la plancha
caliente de la cocina. Si hay mucha urgencia nos contentamos con pasar el paño
sobre la llama viva.
Queremos hacer notar que no conviene poner algodón
directamente sobre las heridas, porque se deshace y se pega haciendo trabajosa
la limpieza y la desinfección de la herida. Además sabemos que el algodón es
menos absorbente que la gasa o el género.
En cuanto al tamaño diremos que es suficiente con que el
apósito sobrepase a la herida, haciendo un margen de unos 3 a 5 centímetros por
lado.
Tomado en préstamo del Moderno manual de primeros auxilios, del Prof. Oreste Biaggi, Casa Editora Sudamericana, Buenos Aires, 1946.
SUERO, 1251. En portugués soro, sardo soru, catalán
dialectal sorigot (catalán xerigot). De una vieja palabra
hispánica emparentada con el latín SERUM, el griego orós, ídem, etc. Es
dudoso el origen de aquella forma. Quizá antigua variante latina o itálica,
conservada por el latín hispánico y perdida sin huellas en Italia; o quizá más
bien de otra lengua indoeuropea prerromana, verosímilmente la de los antiguos
invasores indoeuropeos de España, enterrados en campos de urnas.
DERIV. cultos del latín culto serum: Seroso; serosidad.
COMPUESTOS. Serología. Seroterapia.
Apéndice
Todo
está pulcro y preparado para el corte.
Los cuchillos humean. El abdomen marcado.
Bajo paños blancos hay algo que gime.
"Señor profesor, todo está listo."
La
primera incisión. Como si el pan se rebanara.
"¡Pinzas!" Algo púrpura brota.
Más profundo. Los músculos: húmedos, brillantes, frescos.
¿Hay un ramo de rosas sobre la mesa?
¿Es
pus lo que salta?
¿Habrán cortado el intestino?
"Doctor, si se para contra la luz,
ni el diablo puede ver el diafragma.
Anestesia, no puedo operar,
el hombre se va de paseo con su estómago."
Silencio, pesado, húmedo. En el vacío
tintinea una tijera en el suelo.
y la enfermera angelical
ofrece algodones esterilizados.
"¡No
puedo encontrar nada en esta porquería!"
"Sangre se oscurece. ¡Quíteme la mascarilla!"
"Pero -Dios del cielo- querido,
¡apriete más esos talones!"
Todo deforme. ¡Por fin: aquí está!
"¡El hierro candente, enfermera!" Un siseo.
Por
esta vez tuviste suerte, hijo mío.
La cosa estaba a punto de perforarse.
"¿Ve usted la pequeña mancha verde?
Tres horas y el estómago se llenaba de mierda."
Vientre cerrado. Piel cosida. "¡Esparadrapos, acá!
Buenos días, señores."
La sala se vacía.
Furiosa castañea y rechina con las mejillas
la muerte se escurre a la barraca de los cancerosos.
Pabellón de parturientas
Las
mujeres más pobres de Berlín
-trece niñas en cuarto y medio,
putas, prisioneras, execradas-
retuercen aquí sus cuerpos y gimen.
En ninguna parte se grita tanto.
En ninguna parte se ignoran tan completamente
dolores y angustias como en este lugar,
aquí siempre se grita algo.
"¡Empuje usted, mujer! ¿entiende, sí?
No está aquí por diversión.
No alargue la cosa.
¡También salen excrementos en este aprieto!
No está aquí para descansar
No viene solo. ¡Usted tiene que hacer algo!"
Por fin llega: azulado y pequeño.
Orina y heces lo ungen.
De
once camas con lágrimas y sangre
los gemidos le dan la bienvenida.
Sólo en dos ojos estalla un coro
de júbilos al cielo.
Por
este pequeño pedazo de carne
pasará todo: desolación y felicidad.
Y cuando muera entre estertores y sufrimientos,
otros doce dormirán en este pabellón.
Gottfried Benn (1886-1956) nació y murió en Alemania. Fue médico, y como tal intervino en ambas grandes guerras. Participó de los comienzos del expresionismo: en 1913, su libro Morgue (de donde estos poemas) provocó revuelo. Más tarde, se vinculó al régimen nazi: en 1945, se arrepintió pero tuvo que migrar a Suiza. Escribió cuentos (Cerebro, 1916), ensayos (), novelas (Tres Ancianos y Los tolomeicos), un libro autobiográfico (Doble vida), y varios poemarios (Carne y Poemas Estáticos). En el '55 fue postulado para el Nóbel, pero no lo ganó.
"El hambre nos necesita. El cólera". Visto en una pared Asunción del Paraguay por Gastón.
"En un país sin justicia no hay inocentes" firmado con la A y el correspondiente círculo alrededor está en calle Santa Fé al comienzo del 500 casi esquina Talero en Neuquén Capital.'
'y el
otro que esta muy lavadito sobre un cerco recuperable que ahora blanquearon
aun así se nota y dice:
"Mi abuela es una puta
-Gus"
y esta en la calle Perú al 400 de Cipolletti -Río Negro'. Enviados por Mónica
Frolla
1 - ¿Podría contar con lujo de detalles la mejor fiesta de casamiento a la que asistió? ¿Y la peor?
La
mejor: la mía, porque fue antes de casarme. La peor: La de una amiga, ya que mi
marido no pudo venir y tuve que ir con su hermano mellizo.
Daniela Boquete
La
fiesta fue anterior a la ceremonia. Desayuno con café con leche y medias lunas
en una confitería "láctea" de calle Córdoba -peatonal- en Rosario. Los invitados
desorientados no sabían como disfrutar de un evento que todavía no se había
realizado. La novia, diez años más antigua que el novio, parecía la madrina,
revoloteando ansiosa, la azucarera, de taza en taza. El novio unos centímetros
más corto que la novia, se sentía a la altura de las circunstancias por primera
vez en su vida, mientras se aseguraba que todo el mundo estuviera cómodamente
sentado.
La comitiva partió, a pie, hacia el juzgado más cercano. Una vez en la puerta,
una lluvia de arroz y de miguitas de factura, les cerró el paso, a los
novios, hacia el juez, en medio de tanto invitado ansioso por ingresar. La
elegante pareja de testigos primorosamene ataviados para la ocasión: él, con
riguroso traje negro y algunas canas haciendo juego y ella -la mejor amiga del
joven novio- con trajecito color salmón, capelina al tono y tacos aguja que la
acercaban al hombro de su compañero de firma, fueron tan
prolijamente confundidos, por la autoridad competente, como los
contrayentes, que casi, casi, los casa, por nosotros, en mi casamiento.
Diana Cegelnicki
2 - ¿Qué personajes no pueden faltar en una boda?
Los
amigos bardo. Son los únicos que le ponen onda e imprevistos a algo
tan previsible como son las fiestas de casamiento cristianas.
Daniela Boquete
La
tia emperifollada con mucha sombra turquesa y embutida en un vestido de
lentejuelas que se cae en el medio del "pepe, pepepepe" y se lesiona por culpa
de aquel maldito escalon en el medio de la pista de baile (¿por que siempre hay
un escalon en el medio de la pista de baile?) La amiga insatisfecha y estudiante
de algo que tiene que ver con el medioevo, de pelo negro algo maltratado y con
lentes (pegados con cinta scotch ya es mucho) que lo unico que quiere es casarse
pero que su feminismo y trosquismo adquirido de algun primer amor del centro de
estudiantes no se lo permite, y pone cara de superada mientas los cliches se
suceden La gritona rubia con permanente, muy simpatica, que se rie en los
momentos equivocados. El tio borracho que toca a la agasajada tal vez con
demasiada ternura. El hermano tontito pone-lomo que juega al rugby y que se
enoja con todos los que critican la boda. El fotografo timidon y muy educadito
que es tal vez demasiado cortez con los padres de los agasajados (o quien pague
la boda) y que es abusado emocionalmente por el que filma el video que es reo
cineasta de la universidad del cine, algo drogon (y rastas ya es un zarpe)
Pablo Notti
3 - A usted que se casó: ¿cuál/es es/son la/s mejor/es escena/s del video de su fiesta?
La que ponen mi cara y la de mi marido con forma de esfera y luego con forma de
corazón. No se reconoce que somos nosotros, pero resulta divertido.
Daniela Boquete
No me
case (creo que ya lo dije arriba) (¿deberia?) Pero el efecto mirada de
mosca-caleidoscopio mientras bailan los novios me mata
Pablo Notti
4 - ¿Cuál es la importancia del testigo de casamiento?
La
misma que la del casamiento: puro ritual. Hace muchos siglos el testigo cumplía
la función de un garante, por si el novio no cumplía... Por eso, pienso que
habría que volver al origen de la ceremonia de esponsales para encontrarle el
verdadero sentido a la misma. Envíe sus requerimientos a:
queremosunnoviocomoMarianitoValcarse@niusleter.com.ar
Diana Cegelnicki
Revindicar a aquel amigo o amigo que cada uno sabe porque ha de revindicarlo.
Pablo Notti
Que
llegue a horario. El resto, es lo de menos.
Daniela Boquete
Sitio
de letras y cultura:
http://www.punalada.com
Para
citar de Internet:
http://www2.h-net.msu.edu/~africa/citation.html
1 - ¿Se le ocurren tres frases para alegrarle la tarde a una persona que está internada?
Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar
¿Manejaste una ambulancia posta, Mariano Valcarce, Soporte Técnico?
A todas las cosas que hacen bien.
Vale Tango.
Los analgésicos poderosos.
Mariano Valcarce, Soporte Técnico, recomienda "no volverse devoto de la ciencia", y "cachetear hipocondríacos".
-Shhh.
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