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-periódico de inquietudes-
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"Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos." Jorge Luis Borges.
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Flecha verde
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Hernán La Greca
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De una carta yo espero...
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Santiago Sylvester
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ETIMOLOGÍA
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Nostalgia
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Una temporada en el infierno
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Jean-Arthur Rimbaud
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El dios salvaje
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Al Álvarez
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Cuerpos extraños en los oídos
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Flecha Verde
No tengo don, carezco de toda
habilidad, mi arte -se sabe-
es disciplina. Nada me ha tocado.
Del amor no obtuve sino el vano
trébol de la tierra; y del mar,
el caracol fallado.
No soy como los otros. Ni alado
ni dueño de esa fuerza que viene
no sé de dónde. Soy
arquero. Un vestido, un corazón,
una manzana. Mi arma atraviesa
las pequeñas cosas del mundo.
Soy el que al caer la tarde
se interna en el bosque encantado
toca la áspera madera de los pinos y cruza
con el frío acero de la flecha
los nombres encerrados
en el corazón de la corteza.
Es de noche. Está todo oscuro. Mis flechas
han perdido el rumbo. Llevo la última
en la espalda. Tenso el arco, el canto
de la cuerda en el oído. No se oye nada. Sólo
las crujientes hojas del bosque, el batir
extraordinario de unas alas. Ya se ha ido. Ya
avanza por la noche, por el brillante día, la flecha
que no tiene blanco.
Hernán La Greca nació en Buenos Aires en 1968. Publicó La
Fuerza (2001), de donde se extrajo este poema, y tiene un libro inédito de
haikús. Actualmente reside en Atlanta (Estados Unidos).
De una carta
yo espero que, cabeza abajo, suelte su sustancia...
De una carta yo espero que, cabeza abajo, suelte su sustancia;
espero el suspenso de ver si respira.
Pero no sé qué espera este hombre que recorre las mesas
con una carta en la mano: hoja
estropeada que guarda
desde hace treinta años.
No sé qué espera de mí cuando me dice que ha visto desde
un barco el castillo de Lisboa, la
playa que, si se la
mira al atardecer, se abre como una
mujer blanca en
la costa de Túnez, o que ha comido
la fruta sofocada
de un prostíbulo en Cádiz.
De pronto queda atento a un porvenir que ya no existe,
y es el paso previo a una forma dolorosa de conocimiento.
No sé bien de qué habla cuando dice en secreto dónde
estaré
que ya no estoy,
y se aleja hacia otra mesa a reconstruir fragmentos:
él mismo un fragmento,
aferrado a esa carta con el empeño
interminable de
sobrevivir.
Santiago Sylvester (Salta, 1942) estudió derecho en Buenos
Aires, trabajó como periodista y vivió en Madrid durante veinte años. Entre sus
libros, cabe mencionar Palabra intencional (1974), Perro de
laboratorio (1987), Escenarios (1993), Café Bretaña
(1994), al cual pertenece este poema sin título, y Antología poética
(1996). Está vivo.
NOSTALGIA: mediados del S. XIX, propiamente 'deseo doloroso de regresar'. Voz internacional creada por Johanes Hofer en 1688 con el griego nóstos 'regreso' y álgos 'dolor'.
DERIV. Nostálgico, 1884.
Una temporada en el infierno
Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que
todos los corazones se abrían, en el que todos los vinos se escanciaban.
Una tarde, me senté a la Belleza en las rodillas. - Y la
encontré amarga. - Y la cubrí de insultos.
Me armé contra la justicia.
Escapé. ¡Oh brujas, miseria, odio: a ustedes se les confió mi
tesoro!
Logré que se desvaneciera en mi espíritu toda la esperanza
humana. Sobre toda alegría, para estrangularla, salté como una fiera,
sordamente.
Llamé a los verdugos para, mientras perecía, morder las
culatas de sus fusiles. Llamé a las plagas para ahogarme en la arena, en la
sangre. La desgracia fue mi dios. Me tendí en el lodo. Me dejé secar por el aire
del crimen. Y le hice muy malas pasadas a la locura.
Y la primavera me trajo la horrorosa risa del idiota.
Ahora bien, últimamente, habiendo estado a punto de soltar el
último ¡cuac!, se me ocurrió buscar la clave del antiguo festín, en el que
había, quizá, de recobrar el apetito.
La caridad es esa clave. - ¡Semejante inspiración demuestra
que todo fue un sueño!
"Seguirás siendo hiena, etc.", exclama el demonio que de tan
amables adormideras me coronó. "Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu
egoísmo, y todos los pecados capitales."
¡Ah! Ya he aguantado demasiado: - Pero, querido Satanás, te
lo suplico, menos irritación en la pupila. Y mientras van llegando las pequeñas
cobardías que faltan, para ti, que tanto valoras en el escritor la carencia de
facultades descriptivas o instructivas, arranco unas cuantas páginas repelentes
de mi cuaderno de condenado.
Jean-Arthur Rimbaud (1854-1891) es el caso más famoso de
precocidad literaria: escribió su obra entre los 16 y los 20 años. En octubre de
1873, publicó Una temporada en el infierno (el libro), del que sólo
repartió seis ejemplares y los cien restantes quedaron impagos en la imprenta.
Mantiene, en esta época, un tormentoso amorío con el poeta Paul Verlaine (ver la
película), que toca a su fin cuando éste le da un tiro en la muñeca a Rimbaud.
En 1914, se dan a conocer sus dos libros: Una temporada... e
Iluminaciones, que es anterior. Dice la leyenda que pasó el resto de su
vida de viaje por África, sin escribir un solo verso, dedicado a la compra de
café y al tráfico de armas y esclavos.
El dios salvaje
(fragmentos)
Cuando yo iba al colegio había un profesor de física,
inusualmente apacible y bastante desorganizado, que se la pasaba hablando en
broma del suicidio. Era un hombre bajito de ancha cara rojiza, gran cabeza
cubierta de rizos grises y una sonrisa permanentemente atribulada. Se decía que
en Cambridge, contrario a la mayoría de sus colegas, había obtenido en su
asignatura la nota más alta. Un día, hacia el final de una clase, señaló
tenuemente que quien quisiera cortarse la garganta debía cuidarse de meter
primero la cabeza en una bolsa, pues de lo contrario dejaría todo hecho un
desastre. Todo el mundo se rió. Luego sonó el timbre de la una y todos los
muchachos salimos en tropel a almorzar. El profesor de física se fue en
bicicleta a su casa, metió la cabeza en una bolsa y se cortó la garganta. No
dejó un gran desastre. Yo quedé tremendamente impresionado. (...)
Después de todo esto debo admitir que soy un suicida
frustrado. Es una confesión triste, pues en realidad, no hay nada más fácil que
quitarse la vida. (...) Yo preparé el acto cuidadosamente, durante largo tiempo,
con una suerte de pertinacia ciega. Tal constancia tenía como centro único de mi
vida que todo lo demás se volvió irrelevante, mera diversión. Todo arrebato
esporádico de trabajo, todo éxito o decepción menor, cualquier momento de
relajación y calma parecían apenas una pausa temporaria en un firme descenso por
capa tras capa de la depresión, como el de un ascensor que parase un instante
camino al sótano. En ningún punto se me ocurrió bajarme o cambiar la dirección
del viaje. Y a pesar de todo nunca lo hice. (...)
Ya no me consideraba infeliz; sólo "tenía problemas". Manera
esta optimista de decirlo, ya que los problemas implican soluciones, mientras
que la infelicidad es una condición vital con la cual hay que convivir, como el
mal tiempo. Una vez hube aceptado que nunca habría respuestas, ni siquiera en la
muerte, descubrí sorprendido que ya no me importaba mucho si era feliz o
infeliz; ya no existían "problemas" ni "el problema de los problemas". Y eso en
sí ya era el comienzo de la felicidad. Hoy parece ridículo haber aprendido tal
perogrullada de una forma tan dura, haber tenido casi que morir para poder
crecer.
Al Álvarez nació en Londres en 1929. Ha escrito tres novelas,
algunos libros de poemas, crítica literaria en el diario inglés The Observer,
y libros de ensayos sobre temas diversos (la noche, el póquer, el divorcio),
como el que aquí se cita: El dios salvaje: un estudio del suicidio.
Otros libros de su autoría son: The Shaping Spirit, The School of
Donne, Under Pressure y Feeding the Rat.
"Nos mean y la prensa dice que llueve." Escrito en Defensa y Venezuela, San Telmo.
PARONOMASIA:
similitud fónica entre dos palabras de diferente significado; con frecuencia
empleada lúdicamente.
No es lo mismo 'dos tazas de té' que 'dos tetazas'. (Y todos los del estilo)
¿Prefiere votos o 'botas'?
Ese hombre carga en los hombros el agobio del hambre.
Sus palabras no pesan, valen pesos.
Encuentros semanales de lectura y escritura.
Coordinan: Alejandro Güerri - Fernando Aíta.
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Cuerpos extraños en los oídos
Los niños, jugando, suelen introducirse en los oídos
semillitas de maíz, trigo, botones u otros objetos. Las semillitas con la
humedad se hinchan y hacen difícil su extracción.
No usemos nunca alfileres, cortaplumas, agujas de tejer o
alambres para extraerlos, porque corremos el riesgo de lastimar los oídos.
A veces suelen entrar insectos que no encuentran la salida, y
en la búsqueda producen zumbido y malestar, y parecen aviones zumbando en la
cabeza.
Coloque una fuerte luz frente al oído. Pero mejor es colocar
unas gotas de aceite de oliva o vaselina líquida, y dejarlas adentro suficiente
tiempo como para matar el insecto.
En todo caso el cuerpo extraño debe ser extraído por el
médico.
Apartado del Moderno Manual de Primeros Auxilios, del Profesor Oreste
Biaggi, p.145.
Mariano Valcarce, Soporte Técnico
A quienes nos escriben.
A quienes nos rechazan.
A quienes nos hacen circular.
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