Ñ u s l e t e r



#5
 

-periódico de inquietudes-

 

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"Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos." Jorge Luis Borges.


ÍNDICE

POEMAS | Flecha verde | Hernán La Greca || De una carta yo espero... | Santiago Sylvester |
ETIMOLOGÍA
| Nostalgia |
PROSA
| Una temporada en el infierno | Jean-Arthur Rimbaud || El dios salvaje | Al Álvarez |
GRAFFITTI
FIGURITAS
| Paronomasia |
TALLER LITERARIO
LIBRERÍAS
SUSCRIPCIONES
CUALQUIERA |
Cuerpos extraños en los oídos |
AGRADECIMIENTOS
ENLACES |
Página de poesía | Todo música |


POEMAS

Flecha Verde

No tengo don, carezco de toda
habilidad, mi arte -se sabe-
es disciplina. Nada me ha tocado.
Del amor no obtuve sino el vano
trébol de la tierra; y del mar,
el caracol fallado.

No soy como los otros. Ni alado
ni dueño de esa fuerza que viene
no sé de dónde. Soy
arquero. Un vestido, un corazón,
una manzana. Mi arma atraviesa
las pequeñas cosas del mundo.

Soy el que al caer la tarde
se interna en el bosque encantado
toca la áspera madera de los pinos y cruza
con el frío acero de la flecha
los nombres encerrados
en el corazón de la corteza.

Es de noche. Está todo oscuro. Mis flechas
han perdido el rumbo. Llevo la última
en la espalda. Tenso el arco, el canto
de la cuerda en el oído. No se oye nada. Sólo
las crujientes hojas del bosque, el batir
extraordinario de unas alas. Ya se ha ido. Ya
avanza por la noche, por el brillante día, la flecha
que no tiene blanco.


Hernán La Greca nació en Buenos Aires en 1968. Publicó La Fuerza (2001), de donde se extrajo este poema, y tiene un libro inédito de haikús. Actualmente reside en Atlanta (Estados Unidos).


De una carta yo espero que, cabeza abajo, suelte su sustancia...

De una carta yo espero que, cabeza abajo, suelte su sustancia;
espero el suspenso de ver si respira.

Pero no sé qué espera este hombre que recorre las mesas
    con una carta en la mano: hoja estropeada que guarda
    desde hace treinta años.
No sé qué espera de mí cuando me dice que ha visto desde
    un barco el castillo de Lisboa, la playa que, si se la
    mira al atardecer, se abre como una mujer blanca en
    la costa de Túnez, o que ha comido la fruta sofocada
    de un prostíbulo en Cádiz.

De pronto queda atento a un porvenir que ya no existe,
y es el paso previo a una forma dolorosa de conocimiento.

No sé bien de qué habla cuando dice en secreto dónde
    estaré
que ya no estoy
,
y se aleja hacia otra mesa a reconstruir fragmentos:
    él mismo un fragmento,
    aferrado a esa carta con el empeño interminable de
        sobrevivir.


Santiago Sylvester (Salta, 1942) estudió derecho en Buenos Aires, trabajó como periodista y vivió en Madrid durante veinte años. Entre sus libros, cabe mencionar Palabra intencional (1974), Perro de laboratorio (1987), Escenarios (1993), Café Bretaña (1994), al cual pertenece este poema sin título, y Antología poética (1996). Está vivo.

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ETIMOLOGÍA

NOSTALGIA: mediados del S. XIX, propiamente 'deseo doloroso de regresar'. Voz internacional creada por Johanes Hofer en 1688 con el griego nóstos 'regreso' y álgos 'dolor'.

DERIV. Nostálgico, 1884.


PROSA

Una temporada en el infierno

    Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que todos los corazones se abrían, en el que todos los vinos se escanciaban.
    Una tarde, me senté a la Belleza en las rodillas. - Y la encontré amarga. - Y la cubrí de insultos.
    Me armé contra la justicia.
    Escapé. ¡Oh brujas, miseria, odio: a ustedes se les confió mi tesoro!
    Logré que se desvaneciera en mi espíritu toda la esperanza humana. Sobre toda alegría, para estrangularla, salté como una fiera, sordamente.
    Llamé a los verdugos para, mientras perecía, morder las culatas de sus fusiles. Llamé a las plagas para ahogarme en la arena, en la sangre. La desgracia fue mi dios. Me tendí en el lodo. Me dejé secar por el aire del crimen. Y le hice muy malas pasadas a la locura.
    Y la primavera me trajo la horrorosa risa del idiota.
    Ahora bien, últimamente, habiendo estado a punto de soltar el último ¡cuac!, se me ocurrió buscar la clave del antiguo festín, en el que había, quizá, de recobrar el apetito.
    La caridad es esa clave. - ¡Semejante inspiración demuestra que todo fue un sueño!
    "Seguirás siendo hiena, etc.", exclama el demonio que de tan amables adormideras me coronó. "Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo, y todos los pecados capitales."
    ¡Ah! Ya he aguantado demasiado: - Pero, querido Satanás, te lo suplico, menos irritación en la pupila. Y mientras van llegando las pequeñas cobardías que faltan, para ti, que tanto valoras en el escritor la carencia de facultades descriptivas o instructivas, arranco unas cuantas páginas repelentes de mi cuaderno de condenado.


Jean-Arthur Rimbaud (1854-1891) es el caso más famoso de precocidad literaria: escribió su obra entre los 16 y los 20 años. En octubre de 1873, publicó Una temporada en el infierno (el libro), del que sólo repartió seis ejemplares y los cien restantes quedaron impagos en la imprenta. Mantiene, en esta época, un tormentoso amorío con el poeta Paul Verlaine (ver la película), que toca a su fin cuando éste le da un tiro en la muñeca a Rimbaud. En 1914, se dan a conocer sus dos libros: Una temporada... e Iluminaciones, que es anterior. Dice la leyenda que pasó el resto de su vida de viaje por África, sin escribir un solo verso, dedicado a la compra de café y al tráfico de armas y esclavos.


El dios salvaje (fragmentos)

    Cuando yo iba al colegio había un profesor de física, inusualmente apacible y bastante desorganizado, que se la pasaba hablando en broma del suicidio. Era un hombre bajito de ancha cara rojiza, gran cabeza cubierta de rizos grises y una sonrisa permanentemente atribulada. Se decía que en Cambridge, contrario a la mayoría de sus colegas, había obtenido en su asignatura la nota más alta. Un día, hacia el final de una clase, señaló tenuemente que quien quisiera cortarse la garganta debía cuidarse de meter primero la cabeza en una bolsa, pues de lo contrario dejaría todo hecho un desastre. Todo el mundo se rió. Luego sonó el timbre de la una y todos los muchachos salimos en tropel a almorzar. El profesor de física se fue en bicicleta a su casa, metió la cabeza en una bolsa y se cortó la garganta. No dejó un gran desastre. Yo quedé tremendamente impresionado. (...)
    Después de todo esto debo admitir que soy un suicida frustrado. Es una confesión triste, pues en realidad, no hay nada más fácil que quitarse la vida. (...) Yo preparé el acto cuidadosamente, durante largo tiempo, con una suerte de pertinacia ciega. Tal constancia tenía como centro único de mi vida que todo lo demás se volvió irrelevante, mera diversión. Todo arrebato esporádico de trabajo, todo éxito o decepción menor, cualquier momento de relajación y calma parecían apenas una pausa temporaria en un firme descenso por capa tras capa de la depresión, como el de un ascensor que parase un instante camino al sótano. En ningún punto se me ocurrió bajarme o cambiar la dirección del viaje. Y a pesar de todo nunca lo hice. (...)
    Ya no me consideraba infeliz; sólo "tenía problemas". Manera esta optimista de decirlo, ya que los problemas implican soluciones, mientras que la infelicidad es una condición vital con la cual hay que convivir, como el mal tiempo. Una vez hube aceptado que nunca habría respuestas, ni siquiera en la muerte, descubrí sorprendido que ya no me importaba mucho si era feliz o infeliz; ya no existían "problemas" ni "el problema de los problemas". Y eso en sí ya era el comienzo de la felicidad. Hoy parece ridículo haber aprendido tal perogrullada de una forma tan dura, haber tenido casi que morir para poder crecer.


Al Álvarez nació en Londres en 1929. Ha escrito tres novelas, algunos libros de poemas, crítica literaria en el diario inglés The Observer, y libros de ensayos sobre temas diversos (la noche, el póquer, el divorcio), como el que aquí se cita: El dios salvaje: un estudio del suicidio. Otros libros de su autoría son: The Shaping Spirit, The School of Donne, Under Pressure y Feeding the Rat.

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GRAFFITTI

"Nos mean y la prensa dice que llueve." Escrito en Defensa y Venezuela, San Telmo.


FIGURITAS

PARONOMASIA: similitud fónica entre dos palabras de diferente significado; con frecuencia empleada lúdicamente.

No es lo mismo 'dos tazas de té' que 'dos tetazas'. (Y todos los del estilo)
¿Prefiere votos o 'botas'?
Ese hombre carga en los hombros el agobio del hambre.
Sus palabras no pesan, valen pesos.


TALLER LITERARIO

Encuentros semanales de lectura y escritura. 

Coordinan: Alejandro Güerri - Fernando Aíta.

Algunos motivos para asistir, o no, a los talleres: http://www.niusleter.com.ar/tallerliterario.html

Comunicarse a estos teléfonos: 4896-0140 / 4205-4284.
O a la siguiente dirección:
niusleter@niusleter.com.ar


LIBRERÍAS DE VIEJO O DE USADOS O A MITAD DE PRECIO:

EL EXTRANJERO, Av. Forest 462, Tel: 4554-8999
EL VENTANAL, Av. de Mayo 769 PB 7, Tel: 4345-8800
PLATERO, Talcahuano 485 (subsuelo), Tel: 4382-3896
EDUARDO LACUEVA LIBROS, Lavalle 1282 PB 8, Tel: 4382-4865
LIBRERÍA ROMANO, Lavalle 2008, Tel: 4951-9476
RINCÓN DEL ANTICUARIO, Santa Fe 2530, Tel: 4827-1666
EL BANQUETE, La Pampa 2516, Tel: 4789-0070 / Av. Cabildo 1107, Tel: 4788-0158
LIBROS DE AYER.COM, Elcano 2948, Tel: 15-4553-7388
LAS BRUJAS, Rodríguez Peña 429, Tel: 4373-7100

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SUSCRIPCIONES

Si no desea recibir Ñusleter envíenos un mensaje electrónico con asunto "Ya Estoy Harto" a niusleter@niusleter.com.ar

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CUALQUIERA

Cuerpos extraños en los oídos

    Los niños, jugando, suelen introducirse en los oídos semillitas de maíz, trigo, botones u otros objetos. Las semillitas con la humedad se hinchan y hacen difícil su extracción.
    No usemos nunca alfileres, cortaplumas, agujas de tejer o alambres para extraerlos, porque corremos el riesgo de lastimar los oídos.
    A veces suelen entrar insectos que no encuentran la salida, y en la búsqueda producen zumbido y malestar, y parecen aviones zumbando en la cabeza.
    Coloque una fuerte luz frente al oído. Pero mejor es colocar unas gotas de aceite de oliva o vaselina líquida, y dejarlas adentro suficiente tiempo como para matar el insecto.
    En todo caso el cuerpo extraño debe ser extraído por el médico.


Apartado del Moderno Manual de Primeros Auxilios, del Profesor Oreste Biaggi, p.145.


AGRADECIMIENTOS:

Mariano Valcarce, Soporte Técnico
A quienes nos escriben.
A quienes nos rechazan.
A quienes nos hacen circular.


ENLACES

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Enciclopedia de música (casi) total:
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