Ñ u s l e t e r
#40
-mensaje pacífico de divulgación literaria-
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"En Zurich, en 1915, desinteresados de las matanzas de la guerra mundial nos entregábamos a las Bellas Artes. Mientras rugía el cañón a lo lejos, el tronar de las baterías, hacíamos collages, recitábamos, hacíamos versos, cantábamos con toda el alma. Buscábamos un arte elemental que debía, según pensábamos, salvar a los hombres de la locura furiosa de esos tiempos. Aspirábamos a un orden nuevo que pudiera restablecer el equilibrio entre el cielo y el infierno". Hans Arp
PROSA |
Ilíada |
Homero | |
Ni víctimas ni verdugos | Albert Camus |
DEFINICIÓN | No hay tu tía |
CUALQUIERA | La ciencia natural de la estupidez |
ETIMOLOGÍA | Tropa | Arenga |
TALLER LITERARIO | De batalla |
GRAFFITTI
RESPUESTAS
ENCUESTA
POEMAS |
Oigo un ejército | James Joyce | |
De Antwerp | Ford Madox Ford
|
SUSCRIPCIONES
AGRADECIMIENTOS
Ilíada (fragmentos)
...Aquiles lanzó contra Agamenón las más atroces injurias, soltando así la
cólera que guardaba en su pecho:
-¡Miserable! ¡Borracho! ¡Tienes la cara y la impudicia de un
perro y el corazón más flojo que el de un cervatillo! ¡Cobarde, que jamás
tuviste la valentía de empuñar tus armas para ponerte a la cabeza de tus
ejércitos ni para codearte con los más audaces de los griegos, viendo siempre y
en todas partes la muerte y la traición! Pero no vacilas en arrebatar en el
propio campamento los bienes de los que se atreven a llevarte la contraria. ¡Rey
tirano de tu pueblo, que de no mandar a hombres tan viles como son estos que
mandas, hubiera sido para ti el último ultraje que acabas de hacerme! [...]
Aprovechó el silencio Agamenón para levantarse... Se apoyó en
el cetro y habló de este modo:
-¡Héroes de la Grecia inmortal, amigos míos, y también
vosotros, discípulos de Ares, escuchadme! Zeus me llena de dolor como no podéis
imaginaros prometiéndome y jurándome que no me iría de aquí sin abatir a la
inexpugnable Ilión, y descubro ahora que era todo una patraña; una penosa
patraña ya que hoy me manda que me vaya a Argos sin lograr mi propósito, sin
gloria y después de haber muerto tantos hombres. Esta es la voluntad de Zeus,
que ha destruido y va a destruir otras tantas con su inmenso poder. ¡Qué
vergüenza para nosotros cuando lleguen a saber los hombres de mañana la
humillación de un ejército tan formidable que ha hecho una guerra tan larga y
tan inútil contra un enemigo tan inferior en número, sin saber siquiera cuál es
nuestra situación en el punto en que va a terminar esta guerra! De esta manera,
si concertásemos con los troyanos una tregua corroborada por los sacrificios y
quisiéramos hacer un recuento de ambos ejércitos, colocando a un lado a los
troyanos de uno en uno y enfrente a los aqueos, de diez en diez, y dispusiéramos
que cada uno de los troyanos escanciara vino para cada uno de nuestros grupos de
a diez, muchos serían los nuestros que se quedarían sin beber vino por falta de
troyano que les sirviera; que así les somos superiores en número...
[...]
Las falanges de los dánaos se arrojan sin tregua al combate,
como las olas impulsadas con furor por el impetuoso céfiro, cuando impone su
despotismo sobre el vasto mar, se amontonan sobre la turbulenta superficie
líquida para caer sobre la ribera y adentrarse luego en la playa, deshaciéndose
en los promontorios y volviendo más tarde al seno del mar convertidas en espuma.
A la cabeza de cada falange iban sus jefes, que daban órdenes; los guerreros las
obedecían fielmente y los seguían silenciosamente para no perder una sola
palabra y hacer todas las cosas con prontitud; tan profundo era aquel silencio,
que no parecía sino que el propio Zeus hubiese arrancado de la garganta la voz
de aquellas multitudes. Sus armas, relucientes como el sol, herían los ojos con
sus resplandores. También los troyanos avanzaban como las ovejas que llenan los
establos del hombre acaudalado, que balan sin descanso al oír el llamado de los
corderos, elevándose un tumultuoso griterío entre sus huestes, griterío que se
hacía aún más turbulento por la confusión de modos de hablar de los distintos
guerreros, ya que procedían de muchas tierras diferentes. Se encaminaban, pues,
al combate, los unos alentados por Ares y los otros por Atenea, la de los
brillantes ojos, y los unos y los otros por el Miedo, la Fuga y la Discordia,
secuela del homicida Ares, insaciable en su iracundia. Esta implacable diosa,
que hace creer al mostrarse que es muy pequeña, se va agrandando a medida que
anda sobre la tierra hasta que toca los cielos con su altiva cabeza. Pues en
aquel trance encendía el rencor en los corazones, convertida en un gigante,
adentrándose en las filas para alentar al combate el terrible furor de los
guerreros.
Al encontrarse los ejércitos chocaron entre sí los escudos y
se cruzaron las lanzas, las amenazas y los ayes de los heridos; con todo esto y
el estridor de los golpes en las maltrechas rodelas se originó un tumulto
ensordecedor, y en seguida comenzaron a confundirse las imprecaciones de los
moribundos y los gritos jubilosos de los que habían logrado herirlos sobre la
tierra encharcada de sangre. La gritería y el denuedo espantoso de los que se
enfrentaban eran como dos torrentes impetuosos que se precipitan desde la cima
de las montañas para confundir sus aguas en lo hondo de un barranco después de
nacer en caudaloso manantiales y acrecentar su corriente con las muchas lluvias
del invierno, originando un estruendo que llega hasta el pastor guarecido en el
risco más lejano.
Homero es el nombre del primer gran poeta de Occidente (que acaso no sea un soo hombre). Habría vivido en Asia Menor, en Esmirna o Quíos, hacia el siglo VIII o IX, y fue el autor, discutiblemente, de la Ilíada (llamada la Biblia de los griegos) y la Odisea (considerada a menudo como la primer novela) dos extensos poemas épicos (traducidos mayoritariamente en prosa) que sintetizan una longeva tradición de poesía oral y dan cuenta de la cosmovisión de la Grecia clásica. La Ilíada formó parte esencial de la educación en la Grecia antigua, a través de recitales en lugares públicos. Críticos, filólogos, arqueólogos, traductores, todavía difieren sobre la existencia de Homero: hay quienes piensan en un poeta de obras disímiles y quienes en dos poetas diferentes.
El siglo del miedo
El siglo XVII fue
el siglo de las matemáticas, el XVIII el de las ciencias físicas y el XIX el de
la biología. Nuestro siglo XX es el siglo del miedo. Se me dirá que el miedo no
es una ciencia. Pero, en primer lugar, la ciencia es en cierto modo responsable
de ese miedo, porque sus últimos avances teóricos la han llevado a negarse a sí
misma y porque sus perfeccionamientos prácticos amenazan con destruir la tierra
toda. Además, si bien el miedo en sí mismo no puede ser considerado una ciencia,
no hay duda de que es, sin embargo, una técnica.[...]
Por cierto, no es la primera vez que los hombres se hallan
ante un porvenir materialmente cerrado. Pero salían adelante, por lo general,
gracias a la palabra y al clamor. Recurrían a otros valores en los que
depositaban sus esperanzas. Hoy nadie habla ya (salvo los que se repiten) porque
el mundo nos parece conducido por fuerzas ciegas y sordas que no oyen las voces
de advertencia, los consejos y las súplicas. Algo en nosotros fue destruido por
el espectáculo de los años que acabamos de vivir. Y ese algo es aquella eterna
confianza del hombre que le ha hecho creer siempre que podían obtenerse de otro
hombre reacciones humanas hablándole con el lenguaje de la humanidad. Nosotros
vimos mentir, envilecer, matar, deportar, torturar y cada vez que sucedía era
imposible persuadir a los que lo hacían de no hacerlo, porque estaban seguros de
sí mismos y porque no se persuade a una abstracción, es decir al representante
de una ideología.
El largo diálogo de los hombres acaba de cortarse. Y, por supuesto, un hombre a
quien no se puede persuadir es un hombre que da miedo. Así, al lado de los que
no hablaban porque lo juzgaban inútil, se extendía y se extiende aún una inmensa
conspiración del silencio, aceptada por los que tiemblan y se dan buenas razones
para ocultarse a sí mismos que tiemblan, y suscitada por quienes tienen interés
en hacerlo.[...]
Entre el miedo muy general a una guerra que todo el mundo
prepara y el miedo particular a las ideologías homicidas, es muy cierto que
vivimos en el terror. Vivimos en el terror porque ya no es posible la
persuasión, porque el hombre fue entregado por completo a la historia y no puede
volverse hacia esa parte de sí mismo, tan verdadera como la parte histórica, y
que reencuentra ante la belleza del mundo y de los rostros; porque vivimos en el
mundo de la abstracción, el mundo de las oficinas y de las máquinas, de las
ideas absolutas y del mesianismo sin matices. Nos asfixia esa gente que cree
tener la razón absoluta, ya sea con sus máquinas o sus ideas. Y para todos
aquellos que no pueden vivir sino en el diálogo y la amistad de los hombres,
este silencio es el fin del mundo.
Hacia el diálogo
Sí, habría que alzar la voz. Hasta ahora me he cuidado de apelar a las fuerzas
del sentimiento. Lo que nos destroza hoy es una lógica histórica que creamos
desde el comienzo y cuyos nudos terminarán por ahogarnos. No es el sentimiento
el que puede cortar los nudos de una lógica que desvaría, sino solamente una
razón que razone dentro de los límites que se reconocen.
Pero no querría, en fin, que nadie quedara en la creencia de que el futuro del
mundo puede prescindir de nuestras fuerzas de indignación y de amor. Sé bien que
le son necesarios al hombre grandes móviles para ponerse en marcha y que le es
difícil comenzar a moverse para una lucha cuyos objetivos son tan limitados y en
la que la esperanza participa apenas. Pero no se trata de arrastrar a los
hombres. Lo esencial, por el contrario, es que no sean arrastrados y que sepan
bien lo que hacen.
Salvar lo que aún puede ser salvado para que el futuro sea
simplemente posible, he aquí el gran móvil, la pasión y el sacrificio que se
piden. Esto exige tan sólo que se reflexione en ello y que se decida con
claridad si aún hay que aumentar el dolor humano con fines indiscernibles, si
hay que aceptar que el mundo se cubra de armas y que el hermano mate al hermano,
o si es preciso, por el contrario, ahorrar tanto como sea posible la sangre y el
dolor, para tan sólo darles su oportunidad a otras generaciones que estarán
mejor preparadas que nosotros.
Una gran experiencia pone en marcha a todas las naciones del
mundo, según las leyes del poder y de la dominación. No diré que hay que impedir
ni dejar continuar esta experiencia. No tiene necesidad de que la ayudemos y,
por el momento, se burla de que pretendamos contrariarla. La experiencia
continuará, pues. Plantearé simplemente esta pregunta: ¿qué sucederá si la
experiencia fracasa, si la lógica de la historia se contradice, esa lógica sobre
la cual tantos descansan, sin embargo? ¿Qué sucederá si a pesar de dos o tres
guerras, a pesar del sacrificio de varias generaciones y de ciertos valores,
nuestros nietos -suponiendo que lleguen a existir- no se encuentran más cerca de
la sociedad universal? Sucederá que los sobrevivientes de esta experiencia no
tendrán ni siquiera la fuerza de ser los testigos de su propia agonía. Entonces,
puesto que la experiencia prosigue y que es inevitable que prosiga aún, no está
mal que los hombres se asignen la tarea de preservar, a lo largo de la historia
apocalíptica que nos espera, la reflexión modesta que, sin pretender resolverlo
todo, servirá en algún momento para fijar su sentido a la vida cotidiana. Lo
esencial es que estos hombres midan bien el precio que tendrán que pagar.
Ahora puedo terminar. Lo que me parece deseable, en este momento, es que en
medio de un mundo homicida uno se decida a reflexionar sobre el homicidio y a
elegir. Si esto pudiera hacerse, nos dividiríamos entre los que aceptan en rigor
ser homicidas y los que se niegan con todas sus fuerzas. Ya que esta terrible
división existe, será un progreso, al menos, hacerla clara. A través de los
cinco continentes, y en los próximos años, va a continuar una lucha interminable
entre la violencia y la prédica. Y es verdad que las posibilidades de la primera
son mil veces superiores a los de esta última. Pero, siempre he creído que si
bien el hombre esperanzado en la condición humana es un loco, el que desespera
de los acontecimientos es un cobarde. Y además el único honor será el de
mantener obstinadamente esta formidable apuesta que decidirá en fin si las
palabras son más fuertes que las balas.
Albert Camus nació en Argelia en 1913. Estudió en África del Norte y luego vivió en París. En la segunda posguerra fue, junto con Sartre, protagonista del existencialismo. Entre sus obras, escritas en francés, se destaca la novela El extranjero de 1942. Otros de sus títulos en prosa son: El mito de Sísifo, El hombre rebelde, La caída; y de sus obras de teatro mencionaremos Calígula, El malentendido, Los justos, y Los poseídos. Los fragmentos que transcribimos aparecieron en el periódico de la Resistencia francesa, Combat, del cual Camus fue editor. Murió en 1960 en un accidente automovilístico.
No hay tu tía: Expresión que suele usarse ante los hechos consumados. Al oír ¡No hay tu tía!, la persona comprende que la situación que pretendía modificar no está sujeta a cambios ni revisión. Pero ¿qué tiene que ver esta parienta, por mejor voluntad que se le atribuya, con la posibilidad de encontrar soluciones para nuestros males? Ocurre que tu tía nació de la mala interpretación de atutía o tutía. Término que el diccionario registra en ambas formas y que define como "la costra que queda en la chimenea del horno después de procesar ciertos minerales". Con esa mezcla se preparaba un ungüento que contenía óxido de cinc -todavía empleado con ese objeto-, que actúa como cicatrizante. "No hay tutía" se usó entonces como equivalente a "no tiene remedio". Ese sentido se mantiene actualmente. Pero al poner a la tía de por medio se ha convertido un recurso medicinal en una cuestión de familia.
En Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, Héctor Zimmerman, Aguilar, Buenos Aires, 1999.
La ciencia natural de la estupidez
Este libro trata de la estupidez, la tontería, la imbecilidad, la incapacidad,
la torpeza, la vacuidad, la estrechez de miras, la fatuidad, la idiotez, la
locura, el desvarío. Estudia a los estúpidos, los necios, los seres de
inteligencia menguada, los de pocas luces, los débiles mentales, los tontos, los
bobos, los superficiales; los mentecatos, los novatos y los que chochean; los
simples, los desequilibrados, los chiflados, los irresponsables, los
embrutecidos. En él nos proponemos presentar una galería de payasos, simplotes,
badulaques, papanatas, peleles, torpes, bodoques, pazguatos, zopencos,
estólicos, majaderos y energúmenos de ayer y de hoy. Describirá y analizará
hechos irracionales, insensatos, absurdos, tontos, mal concebidos, imbéciles...
y por ahí adelante. ¿Hay algo más característico de nuestra humanidad que el
hecho de que el Thesaurus de Roget consagre seis columnas a los sinónimos,
verbos, nombres y adjetivos de la "estupidez", mientras la palabra "sensatez"
apenas ocupa una? La locura es fácil blanco, y por su misma naturaleza la
estupidez se ha prestado siempre a la sátira y la crítica. Sin embargo (y
también por su propia naturaleza) ha sobrevivido a millones de impactos
directos, sin que estos la hayan perjudicado en lo más mínimo. Sobrevive,
triunfante y gloriosa. Como dice Schiller, aun los dioses luchan en vano contra
ella.
¿Y qué decir de la estupidez de la idolatría del héroe? Es el
fundamento de todos los gobiernos totalitarios. Niguna nación, ni siquiera los
alemanes experimentan amor por la tiranía y la opresión. Pero cuando la
estupidez del instinto gregario infecta la política, cuando la locura del
masoquismo nacional se generaliza, surgen los Hitler, los Mussolini y los
Stalin. Y quien crea que esto último constituye una simplificación excesiva del
problema, que lea unas pocas páginas de Mein Kampf, que estudie los discursos de
Mussolini o las declaraciones de Stalin. No hay una sola línea que sea
aceptables para un cerebro inteligente o normal. La mayoría de los conceptos son
vaguedades tan insensatas, que hasta un niño de diez años podría advertir la
falsa lógica y la extrema vaciedad.
Y sin embargo, ha sido y es alimento diario de millones de seres humanos. Han
creído, durante diferentes períodos de tiempo, que los cañones son mejores que
la manteca, que cierto árido desierto africano podía resolver el problema de la
superpoblación italiana, y que es provechoso al proletariado trabajar en
beneficio de un imperialismo burocrático que se oculta tras la barba de Carlos
Marx.
¿Es necesario siquiera aludir al costo de esta estupidez
masiva? Quince millones de muertos en una sola guerra, y destrucciones que no
podrán ser compensadas ni en un siglo. ¿Hubo alguien en toda Alemania capaz de
plantarse ante Hitler y llamarlo idiota cara a cara? Hubo quienes lo calificaron
de pillo, de loco, de soñador (y algunos hay que todavía lo creen un genio),
pero la estupidez era lo suficientemente profunda como para impedir que nadie
hablara en voz alta. ¿Alguien se atrevió a decir a Mussolini que los italianos
no estaban destinados a desempeñar el papel de nuevos romanos, y que un país
podía prosperar sin necesidad de conquistas? Durante los últimos veinte años
hemos pagado el precio de ese silencio, y continuaremos pagándolo durante las
próximas dos generaciones, y quizás durante más tiempo todavía.
Sacado de Historia de la estupidez humana, Paul Tabori, Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1983.
TROPA,
1605. Del francés troupe ídem, propiamente 'bandada de
animales o de gente', fin del siglo XII, que parece ser derivado regresivo de
troupeau, francés antiguo tropel
'rebaño'. El francés antiguo tropel es diminutivo de trop, siglo XII,
primitivamente 'rebaño' (luego empleado adverbialmente en el sentido de 'mucho'
y 'demasiado').
DERIV. Atropellar, hacia 1539, cuyo sentido evoca la marcha impetuosa
del rebaño: probablemente tomado del occitano antiguo s'atropelar
'reunirse en masa'; atropellado;
atropello, siglo XIX.
ARENGA,
1466. Probablemente del gótico *HARIHRINGS 'reunión del ejército',
compuesto de HARJIS 'ejército' y *HRINGS 'círculo, reunión'; *arerenga
se simplificó en arenga
y se aplicó a los discursos pronunciados en dichas reuniones.
DERIV. Arengar, 1611.
-Ha triunfado la vanguardia: la hemos perdido; y las trincheras de la tradición están llenas de valientes desalentados, que no encuentran más enemigo que la inacción.
No se rinda. Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.
Coordinan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
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más información, comunicarse al 4896-0140 o al 4205-4284.
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"Mejor ser un re-loco que ser un recuerdo". En la séptima fila de dos en un colectivo de la línea 168.
"¿Hasta dónde piensan llegar? ¿Cuándo vamos a decir basta?". En Arévalo y Gorriti (Palermo Soho). Visto por Ale G.
"La única verdad es la ausencia de la misma. Joke" Leído en un vagón para bicicletas del ferrocarril Roca por Fernando A.
¿Qué hace usted cuando "se hace la película"? Cuente alguna.
Cuando me hago la película recreo actos pasados, pero digo cosas ingeniosas que en ese momento no se me ocurrieron. Y, por sobre todo, tengo una altura moral descomunal, y soy mucho más piola.
¿Qué clisés del cine le resultan fascinantes? ¿Y cuáles odiosos?
Me
molesta que los buenos sean tan buenos y los malos sean tan malos. Y también
odio cuando hay alguien que hace de cuenta que toca la trompeta o el violín.
Nunca te lo creés.
El Tano
1- ¿El fin justifica los medios o los Medios justifican el fin?
2- Dada una contienda entre dos bandos que luchan por lo mismo: ¿Qué cosas podrían diferenciarlos?
3- ¿Se pueden hacer chistes con la guerra? ¿Por ejemplo?
4- ¿A qué héroe mitológico o superhéroe le gustaría tener en sus filas?
Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar.
Oigo un ejército
Oigo un ejército que carga sobre
la región,
y el trueno de los caballos galopando; con espuma hasta las rodillas:
arrogantes, en armadura negra, tras ellos se paran,
desdeñando las riendas, con látigos vibrantes, los Aurigas.
Gritan a la noche su nombre de
batalla:
me quejo mientras duermo cuando escucho a lo lejos el remolino de sus risotadas.
Hienden la tiniebla de los sueños, una llama cegadora,
golpeando, golpeando sobre el corazón como sobre un yunque.
Llegan sacudiendo triunfantes sus
largos cabellos grises:
salen del mar y corren gritando por la playa.
¿Mi corazón, no tienes cordura que así desesperas?
¿Mi amor, mi amor, mi amor, por qué me has dejado en soledad?
James Joyce (Dublín, 1882; Zurich, 1941) incursionó en poesía, teatro,
cuento, crítica pero quedó para la posteridad por su labor como novelista. Autor
de la experimental Ulises (1922), escribió también con un lenguaje
propio Finnegan´s Wake
(1939). Hay además un volumen de relatos, Dublineses
(1914); dos de poemas, Música de cámara (1904) y
Poemas manzanas (1927); así como uno de cartas y otro de escritos críticos.
Participó del nacimiento del imaginismo en Inglaterra para después desarrollar
una poética propia.
De Antwerp
Esto es Charing Cross;
Es medianoche;
Hay una gran multitud
Y nada de luz.
Una gran multitud, todo negro que apenas suspira en voz alta.
Seguramente, que es una mujer muerta -¡una madre muerta!
Tiene un rostro muerto;
Está vestida toda en negro;
Vaga hasta el puesto de libros y de vuelta,
Atrás de la multitud;
Y de vuelta otra vez y otra vez de vuelta,
Tambalea y vaga.
Esto es Charing Cross;
Es la una en punto.
Hay aún una gran nube, y muy poca luz;
Inmensos dados de sombra sobre la negra multitud
Que apenas suspira en voz alta...
¡Y ahora!... Esa es otra madre muerta,
Y hay otra y otra y otra...
Y niños pequeños, todos en negro,
Todos con rostros muertos, esperando en todos los lugares de espera
Vagando desde las puertas de las salas de espera
En la oscura penumbra.
Estas son las mujeres de Flandes.
Esperan a los perdidos.
Esperan a los perdidos que nunca dejarán el muelle;
Esperan a los perdidos que nunca más vendrán en tren
A los abrazos de todas estas mujeres con rostros muertos;
Esperan a los perdidos que yacen muertos en trinchera, barricada y fosa;
En la oscuridad de la noche.
Esto es Charing Cross; son la una pasadas;
Hay muy poca luz.
Hay tanto dolor.
Ford Madox Ford. Hijo del crítico musical Francis Hueffer y una mujer inglesa, Ford Madox Ford nació en Merton (Surrey) en 1873. En 1919, decide cambiar su apellido por aquel, capicúa, con que se dio a conocer en el mundo literario. Entre otros libros, publicó El buen soldado (1915) y, entre 1924 y 1928, la saga en cuatro partes Parade's end; y varios acerca del quehacer poético (como Diario de un libro; Lo propio, lo de todos; El motivo es el poema y Notas sobre la experiencia poética). En su narrativa desarrolló la técnica del fluir de conciencia. Murió en Francia en 1939.
SPAM. El origen de esa palabra viene de un sketch de los Monty Python. El mismo se sitúa en un restaurante. Todos los platos que piden vienen con Spam (una marca de carne enlatada) aunque no lo quieran. [Merriam-Webster Dictionary. Main Entry: 1spam. Function: noun. Etymology: from a skit on the British television series Monty Python's Flying Circus in which chanting of the word Spam (trademark for a canned meat product) overrides the other dialogue.] Enviado por Julia Sabio y García.
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Tu
epopeya informática genera deleite, estratega de mil combates, Mariano Valcarce,
Soporte Técnico.
Daniel Liñares favorece la charla.
Luciano López Londoño.
Josefina Iglesias.
Artilaria -Cultura y Comunicación.
Sebastián Pérez.
Muchacho con auriculares que canta fuerte y se contonea en el subte D.
A quienes visitan la página virtual.
A quienes piden versiones completas de cuentos.
A quienes nos escriben en general.
Mariano Valcarce, Soporte Técnico, recomienda "no exagerar con la verdad".
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