¿ Ñ u s l e t e r ?
# 198
-coso periódico de algo literario-
"Voy
con mis manos vacías pero tengo la pala en mis manos;
a pie me desplazo; con todo en el lomo de un buey voy montado;
cuando
traspongo el puente,
mira, el agua no fluye, pero el puente sí."
Jenye
AGRADECIMIENTOS
PROSA
| Los no lugares |
Marc Augé |
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LITERARIO
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Hicimos
lío pero valoramos tu esfuerzo, Mariano Valcarce, Soporte Técnico.
Daro Cánovas, te mandaste unos señaladores de novela.
Gustavo Romano (Letra Viva), los imprimiste de onda y sin escatimar.
Gaby Gargiulo, las banderas que nos regalaste son demasiado pro.
Juancho Ghigliani, nos entregaste un CPU vacío que se fue llenando.
mei, sin vos hubiera sido muy difícil.
Adriana Blanco, lo tomamos a tu salud.
Laura Román y Patricio Buzzi, siempre generosos.
Mariano Fiszman, las novelas están en buenas manos.
Mara Duer, gracias por el dato.
La gente de Edenia.
A Araceli Zuñiga (México), César Horacio Espinosa (México), Diana
Cegelnicki (Paraguay), Aldo Novelli (Neuquén), Alejandro González (México),
Alfredo Lemon (Córdoba),
Norberto
Gimelfarb (Suiza), Diego
M., Aldo Vercellino, Micaela
Blaustein, por enviar o acercar textos para compartir.
A todas/os las/os que escribieron para saludarnos.
A quienes se arrimaron a leer, escribir, brindar, jugar, charlar, etc.
A las/os que siguen recibiendo Ñusleter.
A las/os que empiezan a recibirlo.
A las/os que leen.
Mariano Valcarce, Soporte Técnico, recomienda "".
El trayecto fue fácil: el viaje a París por la autopista A11 no presenta problemas un domingo a la mañana. No tuvo que esperar en la entrada, pagó con su tarjeta de crédito el peaje de Dourdan, rodeó París por el periférico y llegó al aeropuerto de Rossy por la A1.
Estacionó en el segundo subsuelo (sección J), deslizó su tarjeta de estacionamiento en la billetera, luego se apresuró para ir a registrarse a las ventanillas de Air France. Con alivio, se sacó de encima la valija (veinte kilos exactos) y entregó su boleto a la azafata al tiempo que le pidió un asiento para fumadores del lado del pasillo. Sonriente y silenciosa, ella asintió con la cabeza, después de haber verificado en el ordenador, luego le devolvió el boleto y la tarjeta de embarque. “Embarque por la puerta B a las 18 horas”, precisó.
El hombre se presentó con anticipación al control policial para hacer algunas compras en el duty-free. Compró una botella de cognac (un recuerdo de Francia para sus clientes asiáticos) y una caja de cigarros (para consumo personal). Guardó con cuidado la factura junto con la tarjeta de crédito.
Durante un momento recorrió con la mirada los escaparates lujosos –joyas, ropas, perfumes–, se detuvo en la librería, hojeó algunas revistas antes de elegir un libro fácil –viajes, aventuras, espionaje– y luego continuó su paseo sin ninguna impaciencia.
Saboreaba la impresión de libertad que le daban el hecho de haberse liberado del equipaje y, más íntimamente, la certeza de que sólo había que esperar el desarrollo de los acontecimientos ahora que se había puesto “en regla”, que ya había guardado la tarjeta de embarque y había declarado su identidad. “¡Es nuestro, Roissy!” ¿Acaso hoy en los lugares superpoblados no era donde se cruzaban, ignorándose, miles de itinerarios individuales en los que subsistía algo del incierto encanto de los solares, de los terrenos baldíos y de las obras en construcción, de los andenes y de las salas de espera en donde los pasos se pierden, el encanto de todos los lugares de la casualidad y del encuentro en donde se puede experimentar furtivamente la posibilidad sostenida de la aventura, el sentimiento de que no queda más que ‘ver venir’?
El embarque se realizó sin inconvenientes. Los pasajeros cuya tarjeta de embarque llevaba la letra Z fueron invitados a presentarse en último término, y Juan asistió bastante divertido al ligero e inútil amontonamiento de los X y los Y a la salida de la sala.
Mientras esperaba el despegue y la distribución de los diarios, hojeó la revista de la compañía e imaginó, siguiéndolo con el dedo, el itinerario posible del viaje: Heraklion, Larnaca, Beirut, Dharan, Doubai, Bombay, Bangkok, más de nueve mil kilómetros en un abrir y cerrar de ojos y algunos nombres que daban que hablar cada tanto en la actualidad periodística. Echó un vistazo a la tarifa de a bordo sin impuestos (duty-free price list), verificó que se aceptaban tarjetas de crédito en los vuelos transcontinentales, leyó con satisfacción las ventajas que presentaba la clase business, de la que podía gozar gracias a la inteligencia y generosidad de la firma para la que trabajaba (“En Charles de Gaulle 2 y en Nueva York, los salones Le Club le permiten distenderse, telefonear, enviar fax o utilizar un Minitel... Además de una recepción personalizada y de una atención constante, el nuevo asiento Espacio 2000 con el que están equipados los vuelos transcontinentales tiene un diseño más amplio, con un respaldo y un apoyacabezas regulables separadamente...”). Prestó alguna atención a los comandos con sistema digital de su asiento Espacio 2000, luego volvió a sumergirse en los anuncios de la revista y admiró el perfil aerodinámico de unas camionetas nuevas, algunas fotos de grandes hoteles de una cadena internacional, un poco pomposamente presentados como "los lugares de la civilización" (El Mammounia de Marrakech "que fue un palacio antes de ser un palace hotel", el Metropol de Bruselas "donde siguen muy vivos los esplendores del siglo XIX"). Luego dio con la publicidad de un auto que tenía el mismo nombre que su asiento: Renault Espacio: "Un día, la necesidad de espacio se hace sentir... Nos asalta de repente. Después, ya no nos abandona. El irresistible deseo de tener un espacio propio. Un espacio móvil que nos llevara lejos. Nada haría falta; todo estaría a mano..." En una palabra, como en el avión.. "El espacio ya está en usted... Nunca se ha estado sobre la Tierra como en el Espacio", concluía graciosamente el anuncio publicitario.
Ya despegaban. Hojeó más rápidamente el resto, deteniéndose unos segundos en
un artículo sobre "el hipopótamo, señor del río", que
comenzaba con una evocación de África, "cuna de las leyendas" y
"continente de la magia y de los sortilegios", y echó un vistazo a
una crónica sobre Bolonia ("En cualquier parte se puede estar enamorado,
pero en Bolonia uno se enamora de la ciudad"). Un anuncio publicitario en
inglés de un videomovie japonés retuvo un instante su atención (Vivid
colors, vibrant sound and non-stop action. Make them yours forever) por el
brillo de los colores. Un estribillo de Trenet le acudía a menudo a la mente
desde que, a media tarde, lo había oído por la radio en la autopista, y se
dijo que la alusión a la "foto, vieja foto de mi juventud" no tendría,
dentro de poco, sentido alguno para las generaciones futuras. Los colores del
presente para siempre: la cámara congelador. Un anuncio publicitario de la
tarjeta Visa terminó de tranquilizarlo ("Aceptaba en Doubai y en cualquier
lugar adonde viaje. Viaje confiado con su tarjeta Visa").
Miró distraídamente algunos comentarios de libros y se
detuvo un momento, por interés profesional, en el que reseñaba una obra
titulada Euromarketing: "La homogeneización de las necesidades y de
los comportamientos de consumo forma parte de las fuertes tendencias que
caracterizan el nuevo ambiente internacional de la empresa... A partir del
examen de la incidencia del fenómeno de globalización en la empresa europea,
sobre la validez y el contenido de un euromarketing y sobre las evoluciones
posibles del marketing internacional, se debaten una gran cantidad de
problemas". Para terminar, el comentario mencionaba "las condiciones
propicias para el desarrollo de un mix lo más estandarizado posible" y
"la arquitectura de una comunicación europea".
Un poco soñolento, Juan Pérez dejó la revista. La inscripción Fasten seat belt se había apagado. Se ajustó los auriculares, sintonizó el canal 5 y se dejó invadir por el adagio del concierto Nº1 en do mayor de Joseph Haydn. Durante algunas horas (el tiempo necesario para sobrevolar el Mediterráneo, el mar de Arabia y el golfo de Bengala), estaría por fin solo.
Marc
Augé (Francia, 1935) es antropólogo y etnólogo. El texto anterior es el
prólogo a su libro Los no lugares: espacios del anonimato. Publicó,
además: El viajero subterráneo. Un etnólogo en el metro (1986), Dios
como objeto (1988), Hacia una antropología de los mundos contemporáneos
(1994), El viaje imposible. El turismo y sus imágenes (1997) y Las
formas del olvido (1998).
“La Historia no es una ciencia. Aguante Matemática”
y “Aguante la Aritmética Transfinita. Castellano no existís” en los baños del Profesorado Joaquín V. González (Once).
-Arriba del toldo de la verdulería...
-Frío, frío.
-Esa estrella que se acaba de caer
-Tibiecito
-El estómago de una vaca
-Helado
-Atrás de tus ojos
-Caliente
-Adentro de tus orejas
-Me pudrí
Acá.
Cuando quiera. Taller Literario.
Encuentros semanales de lectura y escritura.
Se desubican: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
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Mystica
¿Quién es el más bueno? ¿Quién es el menos bueno? ¿Quién
es más feliz? ¿Quién es menos feliz? ¿A quién prefieres?
-Batería de preguntas de "El test de la familia" realizado a mi hijo
cuando tenía 6 años. Todavía no tengo respuestas a esas preguntas
frente a su precioso dibujito, que conservo. (Como anécdota: me entregaron el
resultado de los tests -sus dibujos, trazos y caligrafía- con el nombre de otro
niño).
Diana cegelnicki
¿Qué carajo hago intentando ingeniosamente contestar a encuestas inútiles?
Matías Eduardo Esteban
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