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-mensaje festejante de cierre y apertura-
# 169
"El tiempo transcurre constantemente del pasado al presente y del presente al futuro, pero también es cierto que el tiempo va del futuro al presente y del presente al pasado". Shunryu Suzuki
"La vida es un árbol que se carga de frutos,
sólo que no hay por qué esperar un día de sol,
sólo que nada hay que esperar sino la vida
corriendo como un viento entre las hojas."
Roberto D. Malatesta
"El futuro es el lugar que me interesa, porque es donde voy a pasar el resto de mi vida." Woody Allen
PROSA
| El reloj que marchaba hacia
atrás
| Edward Page Mitchell |
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El reloj que marchaba hacia atrás
1
Había una hilera de chopos lombardos frente a la casa de mi tía abuela Gertrude, a orillas del río Sheepscot. En su aspecto físico, mi tía era sorprendentemente parecida a cualquiera de aquellos árboles. Tenía esa misma apariencia de anemia incurable que los distingue de los del tipo exuberante. Era alta, de perfil severo, y extremadamente delgada. Sus ropas colgaban sobre su cuerpo. Estoy seguro de que si los dioses hubieran hallado ocasión de imponerle el destino de Dafne, habría ocupado fácilmente su lugar con toda naturalidad dentro de la hilera, tan melancólica como los restantes chopos.
Algunos de mis más remotos recuerdos proceden de este venerable familiar mío. Tanto viva como muerta, tuvo una parte importante en los acontecimientos que voy a relatar, acontecimientos que creo no tienen paralelo en la experiencia de la humanidad.
Durante nuestras periódicas visitas de cortesía a tía Gertrude en Maine, mi primo Harry y yo acostumbrábamos a especular mucho sobre su edad. ¿Tenía sesenta años, o sesenta elevado a la sexta potencia? No poseíamos ninguna información precisa; podía ser cualquiera de las dos cosas. La vieja dama estaba rodeada de cosas antiguas. Parecía vivir completamente en el pasado. En sus cortos períodos comunicativos, sobre su segunda taza de té, o en la plaza donde los chopos arrojaban sus escasas sombras directamente hacia el este, solía contarnos historias de sus supuestos antepasados. Digo “supuestos” porque nunca llegamos a creer completamente que tuviera antepasados.
La genealogía es algo estúpido. Ésta es tía Gertrude, reducida a su forma más simple:
Su tatarabuela (1599-1642) era una holandesa que se casó con un puritano refugiado, y navegó de Leiden hasta Plymouth en el buque Ann en el año de Nuestro Señor de 1632. Esa madre peregrina tuvo una hija, la bisabuela de tía Gertrude (1640-1718). Vino al Eastern District de Massachusetts en la primera mitad del pasado siglo, y fue muerta por los indios en las guerras de Penobscot. Su hija (1680-1776) vivió para ver esas colonias libres e independientes, y contribuyó a la población de la futura república con no menos de diecinueve robustos hijos y encantadoras hijas. Una de estas últimas (1735-1802) se casó con un capitán de barco de Wiscasset que se dedicaba al comercio con las Indias Occidentales, con el cual se embarcó. Naufragó dos veces..., una en lo que hoy es la isla Seguin y la otra en San Salvador. Fue en San Salvador donde nació tía Gertrude.
Muy pronto empezamos a cansarnos de oír esa historia familiar. Quizá fue la constante repetición y la despiadada insistencia con que esos datos fueron martilleados en nuestros jóvenes oídos lo que alimentó nuestro escepticismo. Como he dicho, tomábamos muy poco en cuenta a los antepasados de tía Gertrude. Parecían altamente improbables. Nuestra opinión particular era que las tatarabuelas y las bisabuelas y todo lo demás eran puro mito, y que la propia tía Gertrude era la principal protagonista de todas las aventuras a ellas atribuidas, permaneciendo con vida siglo tras siglo mientras las generaciones de contemporáneos seguían el camino perecedero de la carne.
En el primer rellano de la cuadrada escalera de su mansión había un alto reloj holandés. La caja tenía más de dos metros de alto, y era de una madera color rojo oscuro –no caoba–, la cual estaba curiosamente taraceada con plata. No era una pieza vulgar. Hace cosa de un siglo se hizo famoso en la ciudad de Brunswick un relojero llamado Cary, un industrioso y consumado artesano. Eran pocas las casas acomodadas de aquella parte de la costa que no poseían un reloj Cary. Pero el reloj de tía Gertrude había marcado las horas y los minutos desde dos siglos antes de que el artesano de Brunswick naciera. Funcionaba ya cuando Guillermo el Taciturno rompió los diques para salvar Leiden. El nombre del constructor, Jan Lipperdam, y la fecha, 1572, aún resultan legibles en negras letras mayúsculas y números que casi cruzan la esfera. Las obras maestras de Cary son plebeyas y recientes al lado de este antiguo aristócrata. La alegre luna holandesa, destinada a exhibir sus fases sobre un paisaje de molinos de viento y pólders, estaba diestramente pintada. Una hábil mano había tallado el sombrío adorno de la parte superior, una cabeza de muerto traspasada por una espada de doble filo. Como todos los relojes del siglo XVI, carecía de péndulo. Un simple escape Van Wyck gobernaba el descenso de las pesas hasta el fondo de la alta caja.
Pero esas pesas nunca se movían. Año tras año, cuando Harry y yo regresábamos a Maine, descubríamos las manecillas del viejo reloj señalando las tres y cuarto, como las señalaban cuando lo habíamos visto por primera vez. La rubicunda luna colgaba perpetuamente en los tres cuartos de su creciente, tan inmóvil como la cabeza de muerto que tenía encima. Había un misterio en el silenciado movimiento y las paralizadas manecillas. Tía Gertrude nos dijo que el mecanismo había dejado de funcionar desde que un rayo había penetrado en el reloj; y nos mostró un negro agujero en el costado de la caja, cerca de la parte superior, con una bostezante grieta que se extendía hacia abajo varios centímetros. Esta explicación no nos satisfizo. Como tampoco lo hizo la firmeza de su negativa cuando le propusimos llevarlo al relojero del pueblo, ni su singular agitación cuando una vez descubrió a Harry subido a una escalera de mano, con una llave que había pedido prestada en su mano, a punto de comprobar por sí mismo la suspendida vitalidad del reloj.
Una noche de agosto, cuando ya habíamos dejado atrás la infancia, fui despertado por un ruido en el pasillo. Desperté a mi primo.
–Hay alguien en la casa –le susurré.
Nos deslizamos fuera de nuestra habitación en dirección a la escalera. Nos llegaba una débil luz desde abajo. Contuvimos la respiración y descendimos sin hacer ruido hasta el segundo rellano. Harry aferró mi brazo. Señaló hacia abajo por encima del pasamano, empujándome al mismo tiempo hacia atrás, hacia las sombras.
Vi algo extraño.
Tía Gertrude estaba de pie sobre una silla frente al viejo reloj, tan espectral en su camisón blanco y su gorro de dormir también blanco como uno de los chopos cuando están cubiertos por la nieve. El suelo crujió ligeramente bajo nuestros pies. Ella se volvió con un movimiento repentino, mirando intensamente a la oscuridad y alzando una vela en dirección a nosotros, de tal modo que la luz le dio de lleno en su pálido rostro. Parecía muchos años más vieja que cuando había venido a darnos las buenas noches. Durante unos minutos no se movió, excepto el tembloroso brazo que sujetaba en alto la vela. Luego, evidentemente tranquilizada, depositó la luz en un estante y se volvió de nuevo hacia el reloj.
Vimos entonces a la vieja dama tomar una llave de detrás de la esfera y proceder a enrollar las pesas. Podíamos oír su respiración, rápida y entrecortada. Apoyó una mano en cada lado de la caja y acercó su rostro a la esfera, como si la sometiera a un ansioso escrutinio. Permaneció en esa actitud durante largo rato. Oímos su profundo suspiro de alivio, y medio se volvió hacia nosotros por un momento. Nunca olvidaré la expresión de salvaje alegría que transfiguró entonces sus rasgos.
Las manecillas del reloj estaban moviéndose; estaban moviéndose hacia atrás.
Tía Gertrude rodeó el reloj con ambas manos y apretó su arrugada mejilla contra él. Lo besó repetidamente. Lo acarició de un centenar de formas diferentes, como si fuera una cosa viva y querida. Le hizo mimos y habló con él, utilizando palabras que podíamos oír pero que no podíamos comprender. Las manecillas siguieron moviéndose hacia atrás.
Luego se echó sorprendida hacia atrás, lanzando un repentino grito. El reloj se había parado. Vimos su alto cuerpo tambalearse por un instante sobre la silla. Abrió los brazos en un convulsivo gesto de terror y desesperación, devolvió las manecillas a su antigua posición de las tres y cuarto, y cayó pesadamente al suelo.
2
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Edward Page Mitchell (1852-1927) nació y murió
en Estados Unidos. Desde 1875 trabajó en el New York Sun, publicando
cuentos y crónicas (en el '86 dejó de escribir literatura), y desde 1903 hasta
1922 ocupó el cargo de director. Sus cuentos fueron reunidos en The Crystal
Man (1973).
TIEMPO: Tema eterno de conversación. Causa universal de todas las enfermedades. Quejarse siempre de él.
En Diccionario de los lugares comunes, Gustave Flaubert.
¡Feliz año!
Le desea:
Taller Literario.
Encuentros de leer y escribir.
Brindan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
Para más datos:
niusleter@niusleter.com.ar
(Asunto: Taller literario).
El simbolismo del tarot
CARTA XIV
El Tiempo
(La Templanza)
Apareció un ángel con ropaje blanco, tocando el cielo y la tierra. Sus alas eran llamaradas y en torno a su cabeza lucía una radiación dorada. Llevaba en el pecho el sagrado signo del libro del Tarot, un triángulo dentro de un cuadrado, un punto dentro del triángulo; en la frente el símbolo de la vida y la eternidad: el círculo.
En una mano una copa de plata, en la otra una copa de oro, y de una a otra copa fluía una cascada reluciente con todos los colores del arco iris. Pero no supe de qué copa surgía la cascada hacia la otra.
Con gran espanto, comprendí que me hallaba cerca del último misterio, del que no hay retorno. Miré al ángel, sus símbolos, sus copas, la cascada irisada entre las copas... y mi corazón humano tembló de temor y mi mente humana se encogió de angustia y falta de comprensión.
—Sí —dijo la voz—, este es un misterio que se revela en la Iniciación. La “Iniciación” es simplemente la revelación de este misterio al alma. El Ermitaño recibe la linterna, la capa y el cayado para que pueda soportar la luz de este misterio.
“Pero tú probablemente viniste aquí sin preparación alguna. Mira, pues, escucha y trata de comprender, porque ahora el entendimiento es tu única salvación. El que aborda el misterio sin una completa comprensión, está perdido.
“El nombre del ángel es Tiempo. El círculo de su frente es el símbolo de la eternidad y la vida. Cada vida es un círculo que vuelve al mismo punto en que empezó. La muerte es el retorno al nacimiento. Y de un punto a otro de la circunferencia de un círculo la distancia siempre es la misma, y cuanto más lejos está un punto, más cerca está el otro.
“La eternidad es una serpiente que persigue su cola sin cogerla jamás.
“Una de las copas que sostiene el ángel es el pasado, la otra es el futuro. La cascada irisada entre las copas es el presente. Ya ves que fluye en ambos sentidos.
“Este es el Tiempo en su aspecto más incomprensible.
“Los hombres piensan que todo fluye constantemente en una sola dirección. No se dan cuenta de que todo se reúne perpetuamente y que el Tiempo es una multitud de círculos giratorios. Entiende este misterio y aprenderás a discernir las corrientes contrarias en la cascada irisada del presente.
“El símbolo del libro sagrado del Tarot en el pecho del ángel es el símbolo de la correlación de Dios, el Hombre y el Universo.
“El triángulo es Dios, el mundo del espíritu, el mundo de las ideas. El punto dentro del triángulo es el alma del hombre. El cuadrado es el mundo visible.
“La conciencia del hombre es la chispa de la divinidad, un punto dentro del triángulo del espíritu. Por consiguiente, todo el cuadrado del universo visible es igual al punto dentro del triángulo.
“El mundo del espíritu es el triángulo de los veintiún signos del Tarot. El cuadrado representa el fuego, el aire, el agua y la tierra, y así simboliza al mundo.
“Todo esto, en la forma de los cuatro símbolos, está en la bolsa del Loco, que a su vez es un punto del triángulo. Por tanto, un punto sin dimensión contiene un cuadrado infinito.”
Piotr Ouspensky, ruso muerto en Inglaterra (1878-1947). Discípulo de Gurdjieff, escribió: La cuarta dimensión (1909), Tertium organum (1912), Nuevo modelo del Universo (1931), y la novela La extraña vida de Iván Osokin. A su muerte, se publicaron Fragmentos de una enseñanza desconocida (1949), El simbolismo del tarot (1976) y otros.
A vos
Flia. Aíta
Flia. Güerri
Daro y Kari, felicidades
Campa
Valeria Dias de Lima
Mauroliver
Eduardo Negri
Santiago Iturralde
mei
Lady Mik
Gustavo Berriel
Osvaldo Chirico
Alfredo Lemon
El gato escaldado
Rolando Revagliatti
Luciano Londoño
Con voz propia,
El Interpretador
La Buhardilla
Zona Moebius
Ediciones Malvario
Editorial Comunicarte
Silvia Vega, Gra, Pluma Cucharita, Lorena López, Mónica, Dr. Noctus, Fabián,
Estela
A quienes tiran una buena, sigamos así
Ojalá que nos vaya bien a todos
Salud
Tres deseos.
Y que se cumplan.
"Las ideas no se matan." En Thames al 1400, Palermo algo.
"Don Arturo te queremos. Tus nietas". En Bonpland al 2200, Palermo.
El que atrasó el reloj
¡Che, Pepino,
levantate 'e la catrera,
que se ha roto la tijera
de cortar el bacalao.
¿Qué te has creído?
¿Qué dormís pa' que yo cinche?
¡Andá a buscar otro guinche
si tenés sueño pesao!
¡Guarda, que te cacha el porvenir!
¡Ojo, que hoy anda el vento a la rastra
y el que tiene guita, lastra,
y el que no, se hace faquir!
¿Querés que me deschave
y diga quién sos vos?
¡Vos sos, che, vagoneta,
el que atrasó el reloj!
¿Con qué herramienta te ganás la vida?
¿Con qué ventaja te ponés mi ropa?
¡Se me acabó el reparto e' salvavidas!
Cachá esta onda: ¡se acabó la sopa!
¡A ver si cobrás un poco impulso,
pa' que esta vida de ojo no se alargue!
¡Ya estoy en llanta de llevarte a pulso,
buscate un changador pa' que te cargue!
Si hasta creo
que naciste de un carozo...
¡Sos más frío que un bufoso!
¡Ya no te puedo aguantar!
En la sangre me pusiste una bombilla,
y hoy me serruchás la silla
cuando me quiero sentar.
¡De esta ya no te salva ni el gong!
¡Guarda, que se me pianta la fiera!
Levantate 'e la catrera,
que voy a quemar el colchón.
Enrique Cadícamo nació, décimo de diez hermanos, en una estancia de Gral. Rodríguez, Buenos Aires, el 15 de julio de 1900. En los años veinte trabajó en la Secretaría de Educación, donde conoció a Lugones, Banchs y Blomberg, y compuso tangos (con el seudónimo de Rosendo Luna) junto a Juan Carlos Cobián. Entre el '25 y el '33 Gardel le grabó veintitrés tangos. Entre sus más de 700 composiciones se encuentran: "Nunca tuvo novio", "Al mundo le falta un tornillo", "Tres amigos", "Los mareados", "Muñeca brava", "Che, papusa, oí", "La casita de mis viejos", "Shusheta", "Nostalgias", "Niebla del Riachuelo", "Anclao en París", "Pa' que bailen los muchachos", "Garúa", "El cuarteador". Además publicó los poemarios: Canciones grises (1926), La luna del bajo fondo (1940), Viento que lleva y trae (1945) y Los inquilinos de la noche (1977), escribió los libros Café de camareras, Juan Carlos Cobián, El debut de Gardel en París, La historia del tango en Paris y Mis memorias, y varias obras de teatro en colaboración. Falleció el 3 de diciembre de 1999. "El que atrasó el reloj", del año '33, lleva música de Guillermo Barbieri.
¿Qué dos lecturas recomendaría para las vacaciones?
La conjura de los necios,
J. Kennedy Toole
L'étranger, A. Camus
Esteban Brener
Plop, de Rafael Pinedo
La aventura de los bustos de Eva, de C. Gamerro
Celeste Iturralde
¿Dos solas?, bue... supongo que vamos a recomendar lectura light, entretenida y leíble (siempre hay alguno que se da corte leyendo bajo la sombrilla "tesis analítica estructural de la semiótica comparada del medioevo y la revolución chechena"; yo particularmente recomiendo La máquina de follar del viejo Bukowski o Ficciones del también viejo bueno (pero del otro bando) Jorge Borges. ojo, NUNCA desechar al siempre cumplidor Chase y sus relatos detectivescos, o algo con más pimienta, tipo El perfume de Süskind (no recuerdo bien cómo se escribe, sorrrry).
Roberto López
1. El periodista deportivo, Richard Ford.
2. Fragmentos de una enseñanza desconocida, P. D. Ouspensky.
Nicolás Serruya
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