N u s
l
é t
e
r
~
-eh, sincrético de distribución geográfica-
# 165
Poema
con traducción simultánea español-español
Para
ir hacia lo venidero,
para
hacer, si no el paraíso,
la
casa feliz del obrero
en
la plenitud ciudadana,
vínculo
íntimo eslabona
e
ímpetu exterior hermana
a
la raza anglosajona
con
la latinoamericana.
Rubén
Darío, "Canto a la Argentina"
Cristóforo
(el Portador de Cristo)
hijo
de un humilde cardador de lana
(hijo de uno que iba por lana
sin cardar)
zarpó
del puerto de Palos
(palo en zarpa dejó el
puerto)
no
sin antes persuadir a Su Majestad la Reina
Isabel
la Católica de las bondades de la empresa
por
él concebida
(no sin antes persuadir a Her
Royal Highness
die Koningin Chabela la Logística
de empeñar
la corona
en el figón de Blumenthal con-verso)
así
se virtiesen litros y litros de
genuina
sangre vieja factor RH negativo
(así costase sangre sudor y
lágrimas
antípodas)
se
hicieron a la mar
(se
hicieron alamares)
y
tras meses y meses de yantar solo
oxímoron
en busca de la esquiva redondez
(y tras días y días de
mascar Yorkshire pudding
y un pingüino de añadidura
los domingos)
alguno
exclamó tierra
(ninguno exclamó thálassa)
desembarcaron
en
1492 a. D.
(pisaron
en 1982 a. D.)
jefes
esperaban
en
pelota
genuflexos
(mandamases aguardaban
desnudos
de rodillas)
Cristóforo
gatilló el misal
(Christopher disparó el
misil)
dijo
a sus pares
(murmuró a sus secuaces)
coño
(fuck)
ved
aquí nuevos mundos
(ved aquí estos inmundos)
quedáoslos
(saqueadlos)
por
Dios y Nuestra Reina
(por Dios y Nuestra Reina)
AMÉN
(OMEN)
ETIMOLOGÍA | Raza |
PROSA | Eisejuaz | Sara Gallardo |
ÑUSLETER
en VIVO
| Octubre |
DEFINICIÓN | Gringo |
CUALQUIERA | Del club extranjero al
club criollo
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RAZA
'casta, grupo
racial', 1438, raro hasta fin del S. XVI. Probablemente forma semiculta del latín
ratio ('cálculo, cuenta') partiendo de su sentido ya clásico de 'índole,
modalidad, especie', de donde se pasó a 'naturaleza y calidad de la gente' y
'raza'. En castellano debió de tomarse de otras lenguas romances, donde es más
antiguo (catalán, hacia 1400; occitano, hacia 1200; italiano, S. XIV), y al
entrar vino a confundirse con el viejo y castizo raça 'raleza o defecto
en el paño', 'defecto, culpa', 1335, de otra etimología (*RADIA,
colectivo de RADIUS 'rayo, raya'): de ahí que en su sentido racial el vocablo
tome en castellano en el S. XVI casi siempre un matiz desfavorable.
DERIV. Racial, 1925, tomo del inglés racial.
Eisejuaz
El
encuentro
Dije
a aquel Paqui:
–Procurá
no morirte. A la tarde te ayudaré.
Había
llovido mucho por esos días y los camiones no podían entrar en el pueblo.
Renegaban los camioneros a causa de la lluvia; renegaban, por tanta agua.
Yo
no conocía a Paqui. Lo creí muerto, en el barro.
Pero
me dijo:
–Algún
día podés encontrarte como estoy yo.
Iba
a mi casa, al otro lado del aserradero de don Pedro López Segura, donde fui
motorista cuando tuve los sueños. Manejaba la caldera en aquel tiempo de
los sueños, ya pasado. Iba a mi casa y pensé: “¿No será el
que estoy esperando?”.
Por
eso volví atrás:
–Procurá
no morirte. A la tarde te ayudaré.
Un
camionero dijo entonces:
–Yerba
mala nunca muere.
Él
ni nada. Como muerto. Y semejante mugre. Llegué a mi casa y dije al Señor:
“Si es éste, hacémelo saber”. Tres, diez veces, veinte pedí:
“Si éste es, que yo lo sepa”. Y nada no pasó. Ni paró la lluvia.
Puse a cocinar el pescado, y nada. Tenía un trabajo urgente, hice mi trabajo.
Fui a buscar a aquel Paqui.
Los
camioneros estaban en el almacén de Gómez esperando que parara la lluvia.
“Ahí va Vega.” Otro: “¿Buscás un tesoro?”. Nada
no hablé. Llevaba una hamaca para envolverlo, porque no podía caminar.
–¿Estás
vivo? Vine a ayudarte.
No
contestó.
–¿Estás
vivo? Vine, como te dije.
No
contestó. Entonces pensé que me había equivocado, que no era el mandado por
el Señor. “Mejor para mí –pensé–. Mejor.” Iba a
alegrarme. Pero vi que había abierto un ojo y que lo cerró. Entonces lo envolví
en la hamaca y lo cargué en mi espalda.
Había
mucho barro. Me caí. Aquel hombre se quejó. También me caí otra vez. También
se quejó. Quedé lleno de barro entonces, con semejante mugre. Cuando pasamos
por el almacén de Gómez los camioneros dijeron: “Ahí va Vega. Encontró
su tesoro”. Y a Paqui: “Vas en carroza, carroña”.
Di
una vuelta grande para no cruzar por el aserradero, llegué a mi casa, dejé a
ese Paqui en un rincón, calenté la sopa de pescado, hablé al Señor. No
supe con qué palabras, solamente le dije: “Aquí estoy, aquí
estoy”.
Llovió
mucho esas noches, llovió esos días, ya no había ropa seca, nada no había.
El
Paqui era un estropeado, un paralizado, un enfermo. Yo no sabía su nombre. Le
saqué las ropas y las puse al lado del fuego. Me saqué las ropas y las puse al
lado del fuego. Pero el agua entraba por la puerta.
Dijo:
–Algún
día podés encontrarte como estoy yo.
Dije:
–Ya
estuve sucio, ahora estoy desnudo. ¿Qué más querés?
Dijo:
–Todos
ustedes son sucios y desnudos. Te podés quedar duro, y hacerte encima las
suciedades; tener hambre y morder el bocado en la tierra. Y tener a las mujeres
con el pensamiento. Es lo que te digo. Así podés quedar. Así quiero verte.
“Aquí
estoy, aquí estoy.” Di la sopa de pescado a aquel hombre y se quedó
dormido en el rincón. Dormido, en aquel rincón.
Dije
al Señor: “No dejes que me arrepienta”.
Al
otro día entraron los camiones en el aserradero. Traían cedro, quebracho,
lapacho, palosanto, algarrobo, pacará, mora, palo amarillo, palo blanco,
incienso. Cargaron las tablas y se fueron para Salta.
Había
sol ese día, y Mauricia Suárez bajó con las otras a la canilla del agua. Yo
estaba con mi botijo buscando agua. Y me habló:
–Las
cosas van mal. ¿Cuándo vas a volver?
–No
voy a volver, Mauricia, ya sabés. Decile a tu marido que se ocupe.
–Mi
marido no sirve. ¿Cuándo vas a volver?
–Ya
sabés que no puedo volver. Ya no voy a volver a ese campamento. Ya no vuelvo a
esa misión.
–Se
vamos a morir todos si no volvés.
Yo
me tapé las orejas y me fui con el agua. Las mujeres se rieron. Por el camino
dije al Señor: “¿Hasta cuándo tanta mala sangre? ¿Hasta
cuándo?” Lo decía por los paisanos, tanta miseria, y por mí, tanto
dolor.
Paqui
siempre dormido en su rincón. Y tuve un pensamiento: “¿No he visto
a este hombre en alguna parte?”.
Yo
soy Eisejuaz, Éste También, el comprado por el Señor, el del camino
largo. Cuando he viajado en ómnibus a la ciudad de Orán he mirado y he dicho:
“Aquí descansamos, aquí paramos”. Allí mi padre, ese hombre
bueno, allí mi madre, esa mujer animosa con el hijo de encargue, allí tantos
kilómetros saliendo del Pilcomayo a pies hicimos por la palabra del misionero.
Allí mis dos hermanos. Allí yo, Eisejuaz, Éste También, el más fuerte de
todos. Veo y digo: “Aquí se descansamos, aquí paramos”. Los
lugares no tenían nombre en aquel tiempo.
He
visto esos lugares desde el ómnibus una vez, cuando fui a la ciudad de Orán a
pedir el primer consejo, en aquel tiempo en que tuve los sueños. Pero
llegó un día en que no fui a ninguna parte: ni a Orán, ni a Tartagal, ni a
Salta, ni tampoco trabajé más en el aserradero. Hice la casa de paja colorada
pasando las vías del tren, y esperé el momento que el Señor me anunció.
Esperé al que me iban a mandar.
Paqui,
en su rincón:
–¿Para
qué me trajiste aquí, che, decime?
El
fuego no había secado las ropas; le pasé un diario bajo del cuerpo y otro por
encima. “¿No he visto a este hombre en alguna parte?”
–¿Qué
podés mover? Las manos, las patas, decí: qué.
Se
puso a gritar:
–No
voy a vivir aquí, no voy a vivir aquí. Aquí no.
Le
di la sopa y moví las ropas en el sol. Gritó:
–Salvaje.
No sabés quién soy.
Colgué
las ropas en el viento y me fui al pueblo. En la puerta del hotel, doña
Eulalia. Ingrato, me dijo. Yo la saludé.
–Ayer
cumpliste años. ¿Te acordaste? Yo no me había acordado.
–Quince
cumplías el día que te tomé en el hotel. Treinta y cinco has cumplido ayer.
El tiempo pasa.
–No
se cumplimos años los que nacemos en el monte, señora.
Dijo:
–No
hay que ser agreste, hijo, hay que agradecer.
Supe
en esa hora que sí era Paqui aquel que me mandaba el Señor, aquel que
había esperado, y que podía tratarlo como mío. Dije:
–En
ese tiempo empezaba el segundo tramo de mi camino, señora. Hoy empezó el
último.
Doña
Eulalia me llamó incorregible.
–Siempre
estás alto como la puerta, ancho como un caballo, pobre Lisandro. El tiempo
pasa. Ya me ves viejita y pesada. Pero San José castísimo no abandona a sus
corderos.
Yo
le dije hasta luego señora. Doña Eulalia: si trabajaba de nuevo en
el aserradero, si era motorista otra vez, si hacía otro trabajo. “No, ya
no.” “Es feo ser haragán, Lisandro. Has sido buen
trabajador.” Pero yo seguí mi camino, y cuando estuve solo dije al Señor:
“Era el que me mandabas; aquel que me anunciaste. Bueno. Cumpliré.
Bueno”.
Caminé
hacia el río por dentro del monte para no encontrar gente ni camiones, y levanté
los brazos. Y saludé al río porque es hermano del Pilcomayo, y la tristeza me
echó al suelo. Dije al Señor: “¿De dónde lo sacaste así,
tan malo?” Por Paqui lo decía. “¿Cómo lo pensaste así?
¿No pudo ser de otro modo? ¿Por qué pensaste tu promesa de esta
forma?”
Lloré:
“¿No podía ser de otro modo?”
Me
golpeé la frente y grité:
–¿No
podía ser de otro modo?
El
Señor brilló sobre el río pero no me habló, movió el monte pero no me
habló.
–Aquí
está Eisejuaz, Éste También, tu servidor, ¿y no le hablas? Ya empezó
el último tramo de su camino, ¿y no le hablas? Pero Eisejuaz, Éste
También, fue comprado por tu mano. Y en el hotel, lavando las copas, oyó tu
palabra.
Así
lloré. El Señor movió el monte, y me sonrió.
Y
me volví al pueblo sin secarme las lágrimas.
Los camiones pasaban para Salta llevando tablas. “¿Dónde dejaste la bicicleta, Vega?” Y levanté el brazo para decir adiós. “Empezó el tramo final”, quería decir. Caminaba, y el barro me puso blancas las zapatillas.
[...]
Si quiere leer este primer capítulo completo, pinche acá.
Sara
Gallardo nació (1931) y murió (1988) en Buenos Aires. En el medio,
vivió en España, Suiza e Italia, mientras se ganaba la vida como periodista (sus
artículos aparecen recopilados en Páginas de Sara Gallardo). Publicó un
libro de cuentos, El país del humo (1977), y cinco novelas: Enero
(1958), Pantalones azules (1963), Los galgos, los galgos (1968),
Eisejuaz (1971) y La rosa en el viento (1979).
"Si el voto cambiara algo, sería ilegal".
En Darragueira y Charcas.
"Las putas aclaramos: ni macri ni ibarra ni k
son hijos nuestros". Leído en Tacuarí y
Alsina por F. Rodríguez.
"Amas lo imposible
y x lo imposible lloras
pero no puedes olvidar
a ese imposible q' adoras.
Lila y Gise".
En Céspedes y Freire
(Colegiales).
"MI AMOR: sos mi laberinto... y te olvidaste de darme el hilo." Visto en Martín de Gainza y Franklin, en una pared vieja. Lo envió JRD.
¿Octubre lo sorprende a la deriva?
Descúbrase, descúbralo: Taller Literario.
Encuentros de leer y
escribir.
Martes y miércoles, 19:30 hs, por Belgrano.
Navegan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
Para más información:
O bien:
niusleter@niusleter.com.ar
(Asunto: Taller literario).
GRINGO, GA. adj. Se dice del extranjero, inicialmente del inglés y luego,
en particular del italiano.
E. Echeverría, Matadero [1840], 1926, 8: Lo más notable que sucedió fue
el fallecimiento de unos cuantos gringos herejes que cometieron el desacato de
darse un hartazgo de chorizos de Extremadura.
GRINGADA. gringaje, conjunto de gringos.
E. García Velloso, Gabino [1898], 1957, 112: Ya toda la gringada / se
empieza a alborotar / y van a concluir mal.
2. Acción propia del gringo.
R. J. Payró, Ruinas [1904], 1956, 63: ¡Novelerías de Martín!
¡Vos también parece qu'en ocasiones te ablandás, y comenzás a hacerle caso a sus
gringadas!
En el Diccionario del habla de los argentinos.
Del club extranjero al club criollo
En pleno gobierno de Juan Manuel de Rosas la comunidad inglesa fundó, el 24 de mayo de 1841, el Club de Residentes Extranjeros, el centro social más antiguo de Buenos Aires, que fue presidido por Thomas Duguid. Tenía conexiones con logias masónicas y la mayoría de sus asociados eran súbditos de su Majestad Británica y algunos comerciantes franceses, quienes concurrían a su sede para leer las principales publicaciones europeas, tomar unas copas, sostener algunas partidas de billar, cartas, dominó o ajedrez y estrechar vínculos amistosos que después se proyectaban al ámbito de los negocios.
Antes de que transcurrieran tres meses de la batalla de Caseros, la élite liberal argentina, por intermedio de cincuenta y seis vecinos caracterizados de la ciudad, puso las bases -donde comenzaba la calle Perú- del Club del Progreso, que se fundó el 25 de mayo de 1852.
Entre los socios fundadores figuraban Mariano Varela, Felipe Llavallol, Delfín Huergo, Miguel Cané, José Mármol, Rufino de Elizalde, Bernabé Ocampo, Juan Martín Estrada y otros. Diego de Alvear -hijo del triunfador en Ituzaingó- fue su primer presidente y en su casa se efectuaron las reuniones previas a su creación.
Los estatutos daban una clara
idea de los objetivos del club: "Desenvolver el espíritu de asociación, con la
reunión diaria de los caballeros más respetables tanto nacionales como
extranjeros; borrar prevenciones infundadas, creadas por el aislamiento y la
desconfianza, uniformando en lo posible las opiniones políticas por medio de la
discusión deliberada, y mancomunar los esfuerzos de todos hacia el progreso
moral y material del país".
En sus salones se gestaron las revoluciones de 1880 y 1890;
fue un permanente factor de presión sobre el gobierno y en él se prepararon
proyectos de leyes, incluso el reglamento de la Bolsa. Cuatro presidentes de la
República (Manuel Quintana, Luis Sáenz Peña, Carlos Pellegrini y Roque Sáenz
Peña) estuvieron previamente al frente del Club del Progreso, y Leandro Alem se
suicidó frente a sus puertas.
Un grupo de disidentes, integrado por Roque Pérez, Federico Pinedo, Bernardo de Irigoyen, fundaron el Club del Plata, instalando su sede en Victoria (actual H. Yrigoyen) y Chacabuco. A muy poca distancia abrió sus puertas la confitería "Los Dos Chinos" para atender las reuniones sociales de la zona, en la que estaban distribuidas las residencias de las familias de Estrada, Peña, Anchorena Atucha y en sus adyacencias las de los Unzué, Dorrego Lezica, Rufino Elizalde, Zuberbühler. Más adelante, algunos de sus socios crearían el Jockey Club y el Círculo de Armas. La aletargada sociedad porteña del siglo XIX desplazaba decididamente los entretenimientos de origen español o campero, adoptando el estilo de sociabilidad europea. El exhibicionismo de los salones fue reemplazando a los paseos por el Parque Argentino, por el Retiro, la atracción de los candombes morenos o las carreras de sortijas, que fueron cayendo en el olvido.
El ocio adquirió decididos
ribetes de categoría social, siempre enmarcados -como correspondía- en
determinados centros, patrimonio de unos pocos. Llegar a integrar un club
exclusivo era como acceder al Olimpo político, al Parnaso criollo, a la
civilización. Pero se trataba de algo más, era obtener un aura impalpable cuyo
prestigio provocaba en las fortunas argentinas, con olor a campo y ganado, una
mudanza hacia las relucientes, limpias y asépticas libras esterlinas.
Tomado de Buenos Aires se divierte,
Oscar A. Troncoso, colección La Historia Popular, CEAL, Buenos Aires, 1971.
Se sabe que hay un continente más:
¿Dónde queda?
¿Cómo se llama?
¿Qué hay?
¿A quién se llevaría
(hasta siete) para una expedición?
Envíe sus respuestas en cincuenta (50) palabras a: niusleter@niusleter.com.ar
Diez (10) cosas esenciales en un campamento
(aparte de las obvias)
10 veces sexo
Carol della Croce
“El Libro de los Licántropos” (para leer al calor de la hoguera); un bastón
macizo y contundente (con punta de acero); un librito de recetas MUY
elementales; pomada para quemaduras dolorosas; una bacinilla inflable de color
discreto; una dotación extra –y reservada- de papel sanitario; un pequeño saco
con ramitas secas (por aquello de tener que buscarlas a noche cerrada); una
grabación preparada con diversos tonos y voces, entre ellas: -(¡no lo descarte,
por favor!)- “aquíiiiiiiiiiiiiiiiiiii estooooooooooooooy”, ¿dónde están
todoooooos?, y ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡fuera de aquíIIIIIIIIIIIIIIII!; pastillas para
refrescar el aliento en las mañanas y … una bolsa con compartimentos secretos
para guardar todo lo anterior.
Araceli Zúñiga.
1- Gente
2- Forros
3- Mate
4- Celular
5- Alargue
6- Tele
7- OFF
8- Lysoform
9- Matafuego
10- Cinta adhesiva
Lucas Aguilar
los (hasta ahora) 5 números de Cumbia Tronic
y 5 piedras para jugar a la payana.
Fabi Rodríguez
Según mi amiga (y compañera de campamento), Maru, hay una cosa esencial para
llevar a nuestro proximo campamento: un pito, no para lo que se piensan, sino
para hacer cómodamente pis de parado u no tener problemas con las cosquillas de
los pastos.
Yañes
Sitio de noticias escrito por los lectores (en inglés)
Valeria Dias de Lima
mei
Emiliano Rodríguez Nuesch
Fede Merea
Laura Dillon
Andrés Pezzola
Lalo Aíta
Chevy
Campa
Mariano Fiszman
Javier Adúriz
Élida
Alberto Gagetti
Daniel Cignacco
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