Ñ u s l e t e r

 


-vamos Argentina-

 

# 157

 
 

 


 

"Televisión

    Recuerdo que de todos los niños de la pandilla del barrio yo era el único que tenía televisor y que ese día salí disparado del salón familiar y, bajando las escaleras de cuatro en cuatro, alcancé la calle y fui al bar donde jugábamos al futbolín y les grité a todos que habían matado a John Kennedy, lo grité varias veces muy exaltado, han matado a Kennedy, han matado a Kennedy, y recuerdo que el jefe de la pandilla, tan impasible como siempre, me dijo: '¿Y?'"
Enrique Vila-Matas

 

"En el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o la nación. Estos guerreros sin armas ni corazas exorcizan los demonios de la multitud, y le confirman la fe: en cada enfrentamiento entre dos equipos, entran en combate viejos odios y amores heredados de padres a hijos."

Eduardo Galeano

 


 

ÍNDICE

 

POEMAS | Televisión | Francisco Gandolfo |

GRAFFITTI

DEFINICIÓN | Gambetear |

PROSA | La soberanía nacional | Rodrigo Fresán |  
ENCUESTA

ÑUSLETER en VIVO | Gol |
CUALQUIERA | Ser es ser percibido |
AGRADECIMIENTOS
ENLACES | Balones | Tangos | Ensayo |
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Ñusleter 24hs

 


 

POEMAS

 

Televisión 

 

1

 

La última vez que fui a una cancha de fútbol
de primera división, sentí en la cara
el aire del bastón negro de un policía,
y vi al anciano ebanista de mi barrio
de espaldas en el suelo, accionando
sus extremidades como un escarabajo
panza arriba, para evitar que lo pisaran.
Entonces me dije: nunca más el fútbol directo,
siempre el televisado con los goles
repetidos en cámara normal o lenta
y desde distintos ángulos,
por más que Harrison Ford haya declarado
a la prensa, que para un actor como él,
la televisión sería
el lugar de la decadencia absoluta.
 

 

 

5

 

La rutina del éxito produce un fracaso
semejante al de un control remoto de televisión:
es un poder en la mano.
Con ese poder uno tiene lo que quiere
pero no lo que necesita.
Entonces la necesidad se queda
mirando con cara de fuerza,
porque le están imponiendo cosas
con sólo apretar un botón.
 

 


Francisco Gandolfo
(Córdoba, 1921) vive en Rosario desde los 27 años. Ahí fue imprentero, editor de la revista El lagrimal trifurca y del sello El Búho Encantado, nombre que lleva el libro en el que están estos poemas. Otros títulos: Mitos, El sicópata, Poemas joviales, El sueño de los pronombres, Presencia del secreto, Pesadilla, Las cartas y el espía.

a Tope | 24hs

 


 

GRAFFITTI

 

"Amor Yo te I love you. Sabés quien soy. Dani." Visto por Graciano de Santa Isabel en Casey y Rivadavia, Venado Tuerto, Santa Fe

"NO ESTABA LOCO, ERA CORNUDO". En Hortiguera casi Eva Perón (Capital), de parte de Martín Legón.

"Gas o muerte". En las afueras de la ciudad de La Paz, Bolivia (Julio 2005), enviado por DiEgO.

"VIVA FELIZ". Lo vio Sole en Agüero y Libertador, en la Fuente de la Poesía.

"todo eto es un ako". Mandado por n., visto en la esquina de Perón y Acuña de Figueroa.

"TE AMO BOMBACHUDA". Escrito en rojo pasión, Ballesteros al 1400, Haedo, registrado por Anía.
 


 

DEFINICIÓN

 

GAMBETEAR:

Esquivar un obstáculo o un golpe mediante un rápido movimiento.
J. P. Sáenz (h.), Baguales, 1942, 131: [...] se cortó un barroso overo y gambeteando jinetes punteó para el monte.


2. Evadir compromisos, situaciones o responsabilidades.
Nación, 27.02.2002: [...] en un país en el que una cabeza entraña todos los cuerpos es imposible gambetear a la jerarquía.

 

Sacado del Diccionario del habla de los argentinos. 

 


 

PROSA

 

La soberanía nacional
 

Rataplán, plan, plan;
Rataplán, plan, plan.
¡Rataplán!
¡Rataplán!
Rataplán, rataplán, plan, rataplán.
Kurt Vonnegut Jr
 

    Ayer a la tarde vi a mi primer gurkha. Estaba sentado, de rodillas frente a un pequeño fuego que no sé cómo se mantenía encendido bajo la llovizna. Sonreía a la nada y limpiaba su daga con la misma devoción cansada con que una madre le cambia los pañales a su hijo.
    Yo me había alejado de mi grupo casi sin darme cuenta. La idea era buscar un lugar tranquilo para escribir una carta que no iba a ningún lado. Escribimos muchas en estos días. Parecemos estatuas inclinadas sobre hojas de papel, ubicadas de espaldas al viento, sosteniendo lápices con el puño cerrado para que no se vuelen las letras. Escribimos nuestras cartas con la plena seguridad de que nadie va a leerlas porque, se sabe, el correo nunca fue muy eficiente que digamos. Lo que hacemos entonces es escribirlas y leérnoslas en voz alta. De este modo nos convertimos en novias y familias y amigos y se atenúa un poco la sensación de estar escribiendo en vano. El sargento Rendido nos regala una hora por día para que nos perdamos y nos encontremos en este ejercicio de dudosa utilidad.
    Pero ayer tenía ganas de escribir a solas. Porque iba a escribir la carta más inútil de todas. Iba a escribir a Londres y no tenía ganas de leerla en voz alta. Mejor no. Nunca falta un loco, como el tipo ése que no para de remendar su uniforme, que va a pensar que soy un traidor o algo por el estilo por el solo hecho de escribir a Londres. Allí está mi hermano mayor. Trabaja en un restaurante y no puedo evitar preguntarme qué puede estar haciendo mi hermano en un restaurante de Londres. Misterio no tan misterioso. Supongo que la idea, como siempre, es mandarlo lejos: mi hermano mayor tiene lo que muchos entienden como personalidad problemática. La cuestión es que ahí está ahora. Y yo estoy acá. Y yo le estaba escribiendo cuando vi a mi primer gurkha.

    Hablábamos sobre ellos todo el tiempo pero hasta ahora nadie se había cruzado con uno y, esto va a sonar idiota, lo primero en que pensé fue en pedirle un autógrafo. Pero enseguida me subió el miedo. Los gurkhas cortaban orejas o al menos eso dicen. La cuestión es que me quedé ahí, agarrándome la cabeza. El gurkha vino dando saltitos hasta donde yo estaba. Se desplazó sin desperdiciar un solo movimiento y no pude evitar sorprenderme cuando abrió la boca y me habló en un correctísimo inglés.
    –¿Qué hay de nuevo, viejo? –me dijo, con la voz de Bugs Bunny.
    Largué un suspiro largo mientras pensaba que, claro, entonces todo esto era una pesadilla y yo me voy a despertar en cualquier momento; porque la existencia de un gurkha que imite a Bugs Bunny era aún más imposible y ridícula que toda esta guerra junta.
    Pero no. Abrí y cerré y abrí los ojos y ahí estaba la limpia sonrisa de Bugs Gurkha. Me preguntó si yo hablaba inglés y le dije que parte de mi familia era inglesa.
    –¿En serio? –dijo–. La verdad que no deja de ser gracioso.
    Sacó un paquete de cigarrillos y me ofreció uno. Fumamos en silencio.
    –¿Y cómo anda todo por ahí? –preguntó después de unos minutos.
    Le contesté que no entendía a qué se refería con por ahí.
    –Por ahí... –hizo un gesto vago que bien podía incluir el resto del mundo–. Ya sabes.
    –Supongo que bien –contesté para no contrariarlo. Yo cargaba mi fusil al hombro y el gurkha tenía, aparentemente, nada más que una daga. Pero yo apenas había apretado alguna vez el gatillo mientras que el gurkha hablaba y hacía malabares con su cuchillo como si se tratara de una prolongación de su brazo. Dejé caer mi fusil y volví a llevarme las manos a la cabeza. Todo había terminado. Iban a tomarme prisionero. Pensé en el fanático de los Rolling Stones allá en el cuartel, en el puerto. Lástima que no esté acá, pensé.
    El gurkha parpadeó varias veces como si no entendiera y al final estalló en una carcajada inesperada. Como si se riera en ideogramas pintados con tempera negra.
    –No entiendes... no entiendes –decía agarrándose el estómago. Y, cuando intentaba explicarme, otra vez la carcajada de él y la sensación mía de estar siendo soñado por otra persona, por un desconocido.
    –Yo soy tu prisionero –dijo por fin a la vez que me entregaba el cuchillo con la empuñadura para mi lado.
 

 

¿Cómo sigue?

 

Rodrigo Fresán nació en Buenos Aires en 1963. Trabaja como periodista y tiene libros de cuentos (Historia argentina, de ahí este; Vida de Santos), uno de misceláneas (Trabajos manuales) y novelas (Esperanto, La velocidad de las cosas, Mantra y Jardines de Kensington).

 

a Tope | 24hs 

 


 

ENCUESTA

 

¿Qué se puede hacer durante el mundial, aparte de respirar el mundial? (¿30 palabras?)

 

Mande sus propuestas a: niusleter@niusleter.com.ar

 


 

ÑUSLETER en VIVO

 

    -El mérito no es mío solo, es de todo el equipo: yo tuve la suerte de empujarla. Lo importante es que este grupo volvió a demostrar que en las difíciles tiene huevo y personalidad. Pero hay que ir de a poco, nos quedan siete finales y tenemos que estar concentrados.

    -Ruffioli, la última, ¿por qué le fuiste a gritar el gol al profe? Parecía como si le quisieras transmitir un mensaje a todo el cuerpo técnico...

    -No, pasa que el profe sabe lo que yo luché por estar acá, lo que significa para mí esta camiseta y además me había apostado un doberman a que yo no hacía un gol para nosotros.

 

 

Gane, empate o pierda: Taller Literario.
Encuentros de leer y escribir.

 

Entrenan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

Para más información: 4896 0140 | 4205 4284.
O bien: niusleter@niusleter.com.ar (Asunto: Taller literario).

 


 

CUALQUIERA

 

Esse est percipi


    Viejo turista de la zona Núñez y aledaños, no dejé de notar que venía faltando en su lugar de siempre el monumental estadio de River. Consternado, consulté al respecto al amigo y doctor Gervasio Montenegro, miembro de número de la Academia Argentina de Letras. En él hallé el motor que me puso sobre la pista. Su pluma compilaba por aquel entonces una a modo de Historia Panorámica del Periodismo Nacional, obra llena de méritos, en la que se afanaba su secretaria. Las documentaciones de práctica lo habían llevado casualmente a husmear el busilis. Poco antes de adormecerse del todo, me remitió a un amigo común, Tulio Savastano, presidente del club Abasto Juniors, a cuya sede, sita en el edificio Amianto, de avenida Corrientes y Pasteur, me di traslado. Este directivo, pese al régimen doble dieta a que lo tiene sometido su médico y vecino doctor Narbondo, mostrábase aún movedizo y ágil. Un tanto enfarolado por el último triunfo de su equipo sobre el combinado canario, se despachó a sus anchas y me confió, mate va, mate viene, pormenores del bulto que aludían a la cuestión sobre el tapete. Aunque yo me repitiese que Savastano había sido otrora el compinche de mis mocedades de Agüero esquina Humahuaca, la majestad del cargo me imponía y, cosa de romper la tirantez, congratulélo sobre la tramitación del último goal que, a despecho de la intervención oportuna de Zarlenga y Parodi, convirtiera el centro half Renovales, tras aquel pase histórico de Musante. Sensible a mi adhesión al once del Abasto, el prohombre dio una chupada postrimera a la bombilla exhausta, diciendo filosóficamente, como aquel que sueña en voz alta:
    -Y pensar que yo fui el que les inventé esos nombres.
    -¿Alias? -pregunté gemebundo-. ¿Musante no se llama Musante? ¿Renovales no es Renovales? ¿Limardo no es el genuino patronímico del ídolo que aclama la afición?
    La respuesta me aflojó todos los miembros.
    -¿Cómo? ¿Usted cree todavía en la afición y en ídolos? ¿Dónde ha vivido don Domecq?
    En eso entró un ordenanza que parecía un bombero y musitó que Ferrabás quería hablarle al señor.
    -¿Ferrabás, el locutor de la voz pastosa? –exclamé-. ¿El animador de la sobremesa cordial de las 13 y 15 y del jabón Profumo? ¿Estos, mis ojos, le verán tal cual es? ¿De veras que se llama Ferrabás?
    -Que espere –ordenó el señor Savastano.
    -¿Que espere? ¿No sería más prudente que yo me sacrifique y me retire? –aduje con sincera abnegación.
    -Ni se le ocurra –contestó Savastano-. Arturo, dígale a Ferrabás que pase. Tanto da…
    Ferrabás hizo con naturalidad su entrada. Yo iba a ofrecerle mi butaca, pero Arturo, el bombero, me disuadió con una de esas miraditas que son como una masa de aire polar. La voz presidencial dictaminó:
    -Ferrabás, ya hablé con De Filipo y con Camargo. En la fecha próxima pierde Abasto, por dos a uno. Hay juego recio, pero no vaya a recaer, acuérdese bien, en el pase de Musante a Renovales, que la gente lo sabe de memoria. Yo quiero imaginación, imaginación. ¿Comprendido? Ya puede retirarse.
    Junté fuerzas para aventurar la pregunta:
    -¿Debo deducir que el score se digita?
    Savastano, literalmente, me revolcó en el polvo.
    -No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman.
    -Señor ¿quién inventó la cosa? –atiné a preguntar.
    -Nadie lo sabe. Tanto valdría pesquisar a quienes se le ocurrieron primero las inauguraciones de las escuelas y las visitas fastuosas de testas coronadas. Son cosas que no existen fuera de los estudios de grabación y de las redacciones. Convénzase Domecq, la publicidad masiva es la contramarca de los tiempos modernos.
    -¿Y la conquista del espacio? –gemí.
    -Es un programa foráneo, una coproducción yanqui-soviética. Un laudable adelanto, no lo neguemos, del espectáculo cientificista.
    -Presidente, usted me mete miedo –mascullé, sin respetar la vía jerárquica-. ¿Entonces en el mundo no pasa nada?
    -Muy poco –contestó con su flema inglesa-. Lo que yo no capto es su miedo. El género humano está en casa, repatingado, atento a la pantalla o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué más quiere, Domecq? Es la marcha gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone.
    -Y si se rompe la ilusión? –dije con un hilo de voz.
    -Qué se va a romper –me tranquilizó.
    -Por si acaso seré una tumba –le prometí-. Lo juro por mi adhesión personal, por mi lealtad al equipo, por usted, por Limardo, por Renovales.
    -Diga lo que se le dé la gana, nadie le va a creer.
    Sonó el teléfono. El presidente portó el tubo al oído y aprovechó la mano libre para indicarme la puerta de salida.
 

 

Honorio Bustos Domecq habría nacido en la localidad de Pujato, y a los diez años habría publicado sus primeros textos en la prensa rosarina. Se habría desempeñado como Inspector de Escuelas y como Defensor de Pobres. Sólo que Bustos era el apellido de un bisabuelo de Jorge Luis Borges, Domecq el de uno de Adolfo Bioy Casares, y Don Honorio el autor ficticio de relatos policiales que ambos crearon. Bajo ese seudónimo publicaron Seis problemas para don Isidro Parodi (1942), Dos fantasías memorables (1946), Crónicas de Bustos Domecq (1967) y Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977). También habría prologado el libro de B. Suárez Lynch Un modelo para la muerte (otro seudónimo de la dupla). 


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AGRADECIMIENTOS

 

Mariano Valcarce

mei

Los Patitos

Valeria Pirraglia

Chevy Pérez

Alfredo Lemon

Emi Nuesch

Romina Aza

Javier Adúriz

Jorge Lardone

Hernán La Greca

Flia. Scarinzi

Lalo Aíta

Luna Guerra

Mancu

Jorge Sierra

Fede Merea

Nelson

Julieta Messer

Adrián

Toquen y metan

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