#13
-mensaje fantasioso-
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"Yo es otro" Arthur Rimbaud
POEMAS |
Pequeño monumento |
La calle | Octavio Paz |
SE NECESITA...
ETIMOLOGÍA | Persona |
PROSA | La última visita del caballero enfermo | Giovanni Papini |
FIGURITAS | Prosopopeya |
TURISMO | Yo |
TALLER LITERARIO
GRAFFITTI | Selección |
CUALQUIERA | José Luis | J. L. Borges |
LIBRERÍAS
ENLACES | Filosofía | Banderas | Símbolos |
AGRADECIMIENTOS
SUSCRIPCIONES
Pequeño monumento
A Alí Chumacero
Fluye el tiempo inmortal y
en su latido
sólo palpita estéril insistencia,
sorda avidez de nada, indiferencia,
pulso de arena, azogue sin sentido.
Resuelto al fin en fechas lo vivido
veo, ya edad, el sueño y la inocencia,
puñado de aridez en mi consciencia,
sílabas que disperso sin ruido.
Vuelvo el rostro: no soy sino la estela
de mí misma, la ausencia que deserto,
el eco del silencio de mi grito.
Mirada que al mirarse se congela,
haz de reflejos, simulacro incierto:
al penetrar en mí me deshabito.
La calle
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también la pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está obscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.
Octavio Paz (México, 1914)
es una figura imprescindible de la literatura en lengua castellana del siglo XX.
En 1938, colabora en la fundación de Taller, una revista literaria que
impulsó a una nueva generación de escritores mexicanos. Siete años más tarde, se
incorporó al cuerpo diplomático de México, para el cual se desempeñó como
embajador en la India a partir de 1962. En 1968, Paz renunció al cargo, luego de
la represión a los estudiantes mexicanos en Tlatelolco. En la década del 70,
fundaría dos revistas literarias: Vueltas y Plural. Escribió
libros de poemas -entre otros, Libertad bajo palabra (1958), Árbol
adentro (1987) y la antología El fuego de cada día
(1989)-, de ensayos -entre los que destacan, El laberinto de la soledad
(1950), El arco y la lira (1956) y La otra voz (1990)-,
traducciones en Versiones y diversiones
(1973). Fue premio Nobel en 1990 y premio Cervantes en 1981. Murió en 1998.
SE NECESITA...
Lectores de graffitti para mensajes periódicos de divulgación literaria. Escribir a: niusleter@niusleter.com.ar. Muchas gracias.
PERSONA, 1220-50. Tomado del latín persona ídem, propiamente 'máscara del actor', 'personaje teatral', voz de origen etrusco (ahí phersu).
DERIV. Personaje, siglo XIII. Personal, 1495; como sustantivo,
a mediados del S. XIX; personalidad; personalizar.
Personarse, siglo XIX; apersonado, principios del S. XIV.
COMPUESTO: Unipersonal.
La última visita del caballero enfermo (completo)
Nadie supo jamás el verdadero nombre de aquel a quien todos llamaban el
Caballero Enfermo. No ha quedado de él, después de su impensada desaparición,
más que el recuerdo de sus sonrisas y un retrato de Sebastiano del Piombo que lo
representa envuelto en una pelliza, con una mano enguantada que cae blandamente
como la de un ser dormido. Algunos de los que más lo quisieron -yo estoy entre
esos pocos- recuerda también su cutis de un pálido amarillo, transparente, la
ligereza casi femenina de los pasos y la languidez habitual de los ojos.
Era, verdaderamente, un sembrador de espanto. Su presencia daba un
color fantástico a las cosas más sencillas; cuando su mano tocaba algún objeto,
parecía que éste ingresara al mundo de los sueños... Nadie le preguntó nunca
cuál era su enfermedad y por qué no se cuidaba. Vivía andando siempre, sin
detenerse, día y noche. Nadie supo nunca dónde estaba su casa, nadie le conoció
padres o hermanos. Apareció un día en la ciudad y, después de algunos años, otro
día, desapareció.
La víspera de este día, a primera hora de la mañana, cuando
apenas el cielo empezaba a iluminarse, vino a despertarme a mi cuarto. Sentí la
caricia de su guante sobre mi frente y lo vi ante mí, con la sonrisa que parecía
el recuerdo de una sonrisa y los ojos más extraviados que de costumbre. Me di
cuenta, a causa del enrojecimiento de los párpados, que había pasado toda la
noche velando y que debía haber esperado la aurora con gran ansiedad porque sus
manos temblaban y todo su cuerpo parecía presa de fiebre.
-¿Qué le pasa?-le pregunté-. ¿Su enfermedad lo hace sufrir
más que otros días?
-¿Mi enfermedad? -respondió-. ¿Usted cree, como todos, que yo
tengo
una enfermedad? ¿Que se trata de una enfermedad mía? ¿Por qué no decir
que yo soy una enfermedad? Nada me pertenece. ¡Pero yo soy de alguien y
hay alguien a quien pertenezco!
Estaba acostumbrado a sus extraños discursos y por eso no le
contesté. Se acercó a mi cama y me tocó otra vez la frente con su guante.
-No tiene usted ningún rastro de fiebre -continuó
diciéndome-, está usted perfectamente sano y tranquilo. Puedo, pues, decirle
algo que tal vez lo espantará; puedo decirle quién soy. Escúcheme con atención,
se lo ruego, porque tal vez no podré repetirle las mismas cosas y es, sin
embargo, necesario que las diga al menos una vez.
Al decir esto se tumbó en un sillón y continuó con vos más
alta:
-No soy un hombre real. No soy un hombre como los otros, un
hombre con huesos y músculos, un hombre generado por hombres. Yo soy -y quiero
decirlo a pesar de que tal vez no quiera creerme- yo no soy más que la figura de
un sueño. Una imagen de Shakespeare es, con respecto a mí, literal y
trágicamente exacta: ¡yo soy de la misma sustancia de que están hechos los
sueños! Existo porque hay uno que me sueña, hay uno que
duerme y sueña y me ve obrar y vivir y moverme y en este momento sueña que yo
digo todo esto. Cuando ese uno empezó a soñarme, yo empecé a existir;
cuando se despierte cesaré de existir. Yo soy una imaginación, una creación, un
huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de este uno es tan
intenso que me ha hecho visible incluso a los hombres que están despiertos. Pero
el mundo de la vigilia no es el mío. Mi verdadera vida es la que discurre
lentamente en el alma de mi durmiente creador.
"No se figure que hablo con enigmas o por medio de símbolos.
Lo que le digo es la verdad, la sencilla y tremenda verdad.
"Ser el actor de un sueño no es lo que más me atormenta. Hay
poetas que han dicho que la vida de los hombres es la sombra de un sueño y hay
filósofos que han sugerido que la realidad es una alucinación. En cambio yo
estoy preocupado por otra idea. ¿Quién es el que sueña? ¿Quién es ese uno,
ese desconocido ser que me ha hecho surgir de repente y que al despertarse me
borrará? ¡Cuántas veces pienso en ese dueño mío que duerme, en ese creador mío!
Sus sueños deben ser tan vivos y tan profundos que pueden proyectar sus imágenes
hasta hacerlas aparecer como cosas reales. Tal vez el mundo entero no es más que
el producto de un entrecruzarse de sueños de seres semejantes a él. Pero no
quiero generalizar. Me basta la tremenda seguridad de ser yo la imaginaria
criatura de un vasto soñador.
"¿Quién es? Tal es la pregunta que me agita desde que descubrí la materia de que
estoy hecho. Usted comprende la importancia que tiene para mí este problema. De
su respuesta depende mi destino. Los personajes de los sueños disfrutan de una
libertad bastante amplia y por eso mi vida no está determinada del todo por mi
origen sino también por mi albedrío. En los primeros tiempos me espantaba pensar
que bastaba la más pequeña cosa para despertarlo, es decir, para aniquilarme. Un
grito, un rumor, podían precipitarme en la nada. Temblaba a cada momento ante la
idea de hacer algo que pudiera ofenderlo, asustarlo, y por lo tanto,
despertarlo. Imaginé durante algún tiempo que era una especie de divinidad
evangélica y procuré llevar la más virtuosa vida del mundo. En otro momento creí
que estaba en el sueño de un sabio y pasé largas noches velando, inclinado sobre
los números de las estrellas y las medidas del mundo y la composición de los
mortales.
"Finalmente me sentí cansado y humillado al pensar que debía
servir de espectáculo a ese dueño desconocido e incognosible. Comprendí que esta
ficción de vida no valía tanta bajeza. Anhelé ardientemente lo que antes me
causaba horror, esto es, que despertara. Traté de llenar mi vida con
espectáculos horribles, que lo despertaran. Todo lo he intentado para obtener el
reposo de la aniquilación, todo lo he puesto en obra para interrumpir esta
triste comedia de mi vida aparente, para destruir esta ridícula larva de vida
que me hace semejante a los hombres. No dejé de cometer ningún delito, ninguna
cosa mala me fue ignorada, ningún terror me hizo retroceder. Me parece que aquel
que me sueña no se espanta de lo que hace temblar a los demás hombres. O
disfruta con la visión de lo más horrible o no le da importancia y no se asusta.
Hasta hoy no he conseguido despertarlo y debo arrastrar esta innoble vida,
irreal y servil.
"¿Quién me liberará, pues, de mi soñador? ¿Cuándo despuntará
el alba que lo llamará a su trabajo? ¿Cuándo sonará la campana, cuándo cantará
el gallo, cuándo gritará la voz que debe despertarlo? Espero hace tiempo mi
liberación. Espero con tanto deseo el fin de este sueño, del que soy una parte
tan monótona.
"Lo que hago en este momento es la última tentativa. Le digo
a mi soñador que yo soy un sueño, quiero que él sueñe que sueña. Esto pasa
también a los hombres. ¿No es verdad? ¿No ocurre que se despiertan cuando se dan
cuenta de que sueñan? Por esto he venido a verlo y le he hablado y desearía que
mi soñador se diese cuenta en este momento de que yo no existo como hombre real
y entonces dejaré de existir, hasta como imagen irreal. ¿Cree que lo conseguiré?
¿Cree que a fuerza de repetirlo y de gritarlo despertaré sobresaltado a mi
propietario invisible?"
Al pronunciar estas palabras, el Caballero Enfermo se quitaba
y se ponía el guante de la mano izquierda. Parecía esperar de un momento a otro
algo maravilloso y atroz.
-¿Cree usted que miento? -dijo-. ¿Por qué no puedo
desaparecer, por qué no tengo libertad para concluir? ¿Soy tal vez parte de un
sueño que no acabará nunca? ¿El sueño de un eterno soñador? Consuéleme un poco,
sugiérame alguna estratagema, alguna intriga, algún fraude que me suprima. ¿No
tiene piedad de este aburrido espectro?
Como yo seguía callado, él me miró y se puso en pie. Me
pareció mucho más alto que antes y observé que su piel era un poco diáfana. Se
veía que sufría enormemente. Su cuerpo se agitaba, como un animal que trata de
escurrirse de una red. La mano enguantada estrechó la mía; fue la última vez.
Murmurando algo en voz baja, salió de mi cuarto y sólo uno ha podido verlo desde
entonces.
Giovanni Papini nació en Italia en 1881 y murió en 1956. Fue una figura agresiva y contradictoria, de pensamiento cambiante. Vinculado en un principio al futurismo del que luego renegó. Inspiró revistas literarias como Leonardo y Lacerba. Tradujo al italiano a filósofos de la talla de Berkley, Bergson, Schopenhauer. En 1920 se convirtió al catolicismo aunque de manera poco ortodoxa. Algunas de sus obras literarias: Lo trágico cotidiano (1906, de donde se extrajo este cuento), Un hombre terminado (1912), El diablo (1954). Además, sobre teología, filosofía y literatura: Historia de Cristo, San Agustín, Dante vivo.
Personificación o prosopopeya: figura retórica que consiste en la atribución de cualidades humanas a seres animados o inanimados (animales, vegetales, minerales, espíritus, abstracciones, etc.).
"El
pequeño mono me mira... / ¡Quisiera decirme / algo que se le olvida!" (Juan José
Tablada)
"¿Dormiréis, mientras afuera / cae, sufriendo, esta agua inerte, / esta agua
letal, hermana / de la Muerte?" (Gabriela Mistral)
"Los recuerdos / se han fatigado de seguirme" (Vicente Huidobro)
"...parece que el tiempo se ha ensañado en las cuencas de los ojos y la piel de
la nuca." (John Cheever)
"...la Fortuna rechaza las súplicas de quien no hace nada." (Ovidio)
TURISMO | Yo |
En
portugués:
eu
En francés: je
En inglés: I
En alemán: ich
En guaraní: che
En turco: ben
En hebreo: haní
En sueco: jag
En finlandés: minä
En aymara: naya
En latín: ego
En esperanto: mi
En italiano: io
Encuentros semanales de lectura y escritura.
Coordinan: Alejandro Güerri - Fernando Aíta.
Algunos motivos para asistir, o no, a los talleres: http://www.niusleter.com.ar/tallerliterario.html
Comunicarse a estos teléfonos: 4896-0140 / 4205-4284.
O a la siguiente dirección:
niusleter@niusleter.com.ar
"Si ves al futuro, decíle que no venga".
Leído en murallón de Moldes, esquina Virrey del Pino (Belgrano).
"En Bs. As. falta guita,
pero sobran corazones, condenados a latir".
En Sánchez de Bustamante y J.D. Perón (Abasto).
"El poder organiza la
mentira. Hadad la difunde".
Captado por el ojo en Gurruchaga y una antes de Costa Rica para el lado de Santa
Fe (Palermo Viejo).
"Quien siembra miseria,
recoje rabia". En
Gascón y Humahuaca (Abasto)
"El caos propicia el
placer del principio: estamos locos. Sole y Santi".
En Conde y Zabala (Colegiales).
CUALQUIERA | José Luis |
Fernando
Sorrentino:
¿Qué le parece el hecho de que todos lo reconozcan por la calle?
Jorge Luis Borges: Bueno, yo no diría todos, pero me es grato saludarme
con desconocidos. Siento amistad por ellos y siento gratitud... Una vez me
encontré con un boxeador, creo que se llamaba Selpa. Yo estaba con Emma Risso
Platero, salíamos de un restaurante de la calle Esmeralda, y Selpa me reveló su
existencia y me abrazó. Yo me sentía ligeramente incómodo, pero al mismo tiempo,
agradecido, ¿no? Selpa, en vez de llamarme
Jorge Luis Borges, me llamó José Luis Borges, y yo me di
cuenta de que eso no era una equivocación, sino una corrección. Porque Jorge
Luis Borges es muy duro; en cambio, José Luis Borges suena mucho
más atenuado. ¿Por qué repetir un sonido tan feo como orge? Creo que no
urge repetir el orge, ¿no? Creo que, a la larga, yo voy a figurar
en la historia de la literatura como José Luis Borges.
F.S.: Bueno, justamente, en el diccionario Larousse figura como
José Luis, sin duda por errata.
J.L.B.: Está bien: las erratas suelen decir la verdad. A mí me
gustaría ahora firmar Luis Borges. Pero todo el mundo me dice que eso
se va a notar como una excentricidad; que, aunque Jorge Luis Borges es
feo, la gente ya se ha habituado a esa fealdad. En todo caso, sería mejor
buscarme un seudónimo total, porque Luis Borges
se aleja de Jorge Luis Borges, pero no lo bastante como para que no se
note el parentesco.
Grandes Reportajes, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, de
Fernando Sorrentino, Editorial El Ateneo, 1996.
LIBRERÍAS | de viejo o de usado o de saldos |
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D'ARTAGNAN, Ayacucho 455, Tel: 4954-3895 (15 a 20hs)
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LOS CACHORROS, Rojas 137, Tel: 5901-1435 y Av. Díaz Vélez 5011, Tel: 4981-3700
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