ñusleter
-m ens a j e de su sp e n si ón del d e sc r ei m i e nt o-
# 119
Contacto: niusleter@niusleter.com.ar
Página virtual: http://niusleter.com.ar
"¡Con qué rapidez acepta uno lo increíble, si lo ve a menudo!" Richard Matheson
“Estábamos
tan bien todos juntos, tan bien, que algo extraordinario tenía que suceder.
Bastó que en cierto momento ella dijese: -¡Muchachos, si tuviera un poco
de espacio, cómo me gustaría amasarles unos tallarines! -Y en aquel momento
todos pensamos en el espacio que hubieran ocupado los redondos brazos de ella
moviéndose adelante y atrás con el rodillo sobre la lámina de masa, el pecho
de ella bajando lentamente sobre el gran montón de harina y huevos que llenaba
la ancha tabla de amasar mientras sus brazos amasaban, amasaban, blancos y
untados de aceite hasta el codo; pensamos en el espacio que hubiera ocupado la
harina, y el trigo para hacer la harina, y los campos para cultivar el trigo, y
las montañas de las que bajaba el agua para regar los campos, y los
pastos para los rebaños de terneras que darían la carne para la salsa;
en el espacio que sería necesario para que el Sol llegase con sus rayos a
madurar el trigo; en el espacio para que de las nubes de gases estelares el Sol
se condensara y ardiera; en la cantidad de estrellas y galaxias y aglomeraciones
galácticas en fuga por el espacio que serían necesarias para tener suspendida
cada galaxia, cada nebulosa, cada sol, cada planeta, y en el mismo momento de
pensarlo ese espacio infatigablemente se formaba...” Italo
Calvino
ETIMOLOGÍA | Fantasía |
PROSA
| La increíble historia de
Pedro Schlehmil | Adalberto
von Chamisso |
GRAFFITTI
ENLACES
| Apariciones |
TALLER
LITERARIO |
Música |
ENCUESTA
POEMAS
| Silencio
| John Deane |
SUSCRIPCIONES
FANTASÍA, 1220-50, del latín phantasĭa. Tomado del griego phantasía ídem, propiamente 'aparición, espectáculo, imagen' (derivado de phantázo 'yo me aparezco' y éste de pháino 'yo aparezco').
DERIVADOS. Fantasioso, med. S. XVII. Fantasear, hacia 1490. Fantástico, principios del S XV, del griego phantastikós. Fantasma, 1220-50, del griego phántasma 'aparición', 'imagem', 'espectro'; fantasmón.
COMPUESTOS. Fantasmagoría, 1843, del francés fantasmagorie, 1801, 'exhibición de ilusiones ópticas por medio de la linterma mágica', creación caprichosa de los inventores quizá por combinación con la terminación de allégorie 'cierta representación plástica', propiamente 'alegoría'; fantasmagórico.
La
increíble historia de Pedro Schlehmil
Tras una navegación feliz, aunque para mí
harto fastidiosa, entramos por fin en el puerto.
Tan pronto como llegué a tierra en el bote, cargué yo mismo
con mi hatillo y, abriéndome paso por entre el gentío, entré en la casucha más
cercana.
Pedí un cuarto; el mozo me midió de una ojeada y me condujo
bajo el tejado. Hice que me diesen agua fresca y me indicasen con precisión dónde
vivía el señor Tomás John: “Frente a la Puerta del Norte, la
primera casa a mano derecha; una casa grande, nueva, de mármol rojo y blanco,
con muchas columnas.” Bien. Como todavía era temprano, hice mi equipaje,
saqué mi flamante levita, me vestí pulcramente con mi mejor ropa y, guardándome
la carta de recomendación, me puse al momento en camino, en busca del hombre
que, en mis modestas esperanzas, había de serme favorable.
Así que hube subido la larga calle del Norte y llegué a la
Puerta, vi pronto las columnas, que brillaban entre la fronda. “Aquí
es”, me dije. Sacudí el polvo de mis zapatos con el pañuelo, me
arreglé la corbata y, encomendándome a Dios, tiré de la campanilla.
La puerta se abrió. En el vestíbulo tuve que pasar por un
interrogatorio; pero el portero hizo que me anunciasen y tuve el honor de ser
llamado al parque, donde el señor John se paseaba en compañía de
unas cuantas personas. Reconocí en seguida a mi hombre por su corpulencia y
aire de propia satisfacción. Me recibió muy bien, con la condescendencia de un
rico para con un pobre diablo; se adelantó y todo hacia mí (bien que sin
apartarse de las personas restantes) y me tomó de la mano la carta que le
presentaba.
—¡Hola! De mi hermano. Hacía mucho tiempo que no
sabía nada de él. ¿Así que está bien, eh?
Y dirigiéndose a sus acompañantes, sin esperar
respuesta y señalando con la carta a un montecillo, añadió:
—Allí es donde voy a levantar el nuevo edificio. Y
rompió el sello; pero sin interrumpir la conversación, que versaba sobre la
riqueza, prorrumpió:
—Quien no es dueño por lo menos de un millón,
no es, perdóneseme la palabra, más que un pícaro.
—¡Qué verdad es! -exclamé lleno de un
sentimiento desbordante.
Esto hubo de gustarle porque, sonriente, me dijo:
—Quedaos aquí, querido amigo. Más tarde quizá tenga
tiempo de deciros lo que pienso de esto.
Y significando la carta, que se guardó rápidamente, se
volvió hacia sus compañeros. Ofreció el brazo a una damisela; otros
caballeros se pusieron al servicio de otras bellas, y cada cual acomodado, se
dirigieron todos al montecillo cubierto de rosales en flor.
Yo me escabullí tras ellos, procurando no importunar a
nadie, ya que ni un alma se preocupaba lo más mínimo de mí. Como estaban de
muy buen humor, se pusieron a retozar y bromear. Unas veces hablaban en serio de
frivolidades; otras, las más, de cosas serias frívolamente, pero en especial
ejercitaron a su sabor el ingenio sobre los amigos ausentes y sus relaciones. Yo
era allí demasiado forastero como para darme cuenta de todo, y estaba harto
preocupado conmigo mismo para prestar atención a tales enigmas.
Así llegamos a la rosaleda. La bella Fanny, al parecer la
reina de la fiesta, empeñándose en cortar por sí misma una rama
florida, se pinchó con una espina, y un chorro de púrpura obscura, igual que
la de las rosas, fluyó por su delicada mano. Este suceso puso en conmoción a
todos los presentes. Se buscó tafetán inglés. Un hombre entrado en años,
enjuto, larguirucho, reposado, silencioso, que iba junto a mí, y en el cual no
me había fijado aún, metiendo inmediatamente la mano en el estrecho bolsillo
pegado al faldón de su levita grisácea, a la antigua moda francesa, sacó una
carterita, y, abriéndola, se inclinó devotamente y alargó a la joven lo
pedido. Ella lo tomó sin parar mientes en el dador ni darle las gracias. La
herida fue curada y se prosiguió la ascensión del montecillo, en cuyo lomo
querían disfrutar de la amplia perspectiva sobre el verde laberinto del parque,
hasta el océano ilimitado.
La vista era realmente amplia y magnífica. En esto apareció
en el horizonte un punto claro, entre el mar oscuro y el azul del cielo.
-¡Venga un catalejo! —gritó John.
Y antes de que se pusiera en movimiento el tropel de criados
que acudió a su llamada, ya el hombre gris, inclinándose ligeramente, había
metido la mano en el bolsillo de la levita y extraído de él un hermoso
Dollond, que entregó al señor John, el cual, llevándoselo sin dilación
a un ojo, dijo a los presentes que se trataba del barco que había salido la víspera
y que el viento contrario mantenía a la vista del puerto. El catalejo pasó de
mano en mano, pero no volvió a la de su propietario. En cuanto a mí, miraba
estupefacto a aquel hombre, sin comprender cómo había extraído una máquina
tan grande de un bolsillo tan pequeño. Pero esto no parecía chocarle a
nadie, y nadie se preocupaba ni del hombre gris ni de mí.
Sirvieron un refrigerio. Las frutas más raras de todas las
zonas, en los recipientes más costosos. El señor John hizo los honores
con soltura y distinción, y por segunda vez me dirigió entonces la palabra.
—Probad algo. Esto no lo habéis tenido a bordo.
Yo me incliné, pero él no lo vio. Hablaba ya con otra
persona.
¡Qué gusto tenderse sobre césped, en la pendiente del
montecillo, frente al dilatado panorama! Pero lo impedía la humedad del suelo.
—Sería divino —opinó uno de los reunidos—
extender aquí unas alfombras turcas.
Apenas el deseo fue expresado, cuando ya el hombre de la
levita gris había metido la mano en el bolsillo, y con un gesto tan comedido
como modesto se esforzaba por sacar de él una rica alfombra turca con trama de
oro. Acudieron a tomarla unos criados y la desplegaron en el sitio deseado. El
cortejo tomó sin cumplidos asiento en ella. En cuanto a mí, miraba pasmado al
hombre, al bolsillo, a la alfombra (que medía unos veinte palmos de largo por
diez de ancho) y me frotaba los ojos no sabiendo qué debía pensar de todo
aquello, especialmente de que nadie encontrase en ello nada digno de extrañeza.
El primer capítulo de esta novela a sólo un clic.
Adalberto von Chamisso (Louis Charles Adelaide de
Chamisso) nació en 1781 en Francia y se trasladó a Berlín con su familia
cuando la Revolución Francesa. Hizo carrera militar en las filas de la armada
prusiana. En 1803, fundó la revista Berliner Musenalmanach, en la
que publicó sus primeros poemas. Estudió botánica; tuvo a su cargo el cuidado
de los jardines berlineses. Entre sus libros: Frauenliebe und Leben
(poemas, 1830), un diario de sus viajes por el Pacífico, un trabajo sobre lingüística
y la novelita arriba transcripta (1814).
"No los votes: bótalos." En un pasaje de la calle "Donante de Sangre" en el Campus Unamuno, Salamanca (España). Visto por Marisa Martínez Pérsico.
"Aguante China". En Salta y Cochabamba, Constitución, visto por Brisa.
"Ana sos mi mejor hermana". En Céspedes y Conesa, Colegiales.
¿Sentís esa musiquita que entra por la ventana? ¿Qué susurro? Es un terremoto. ¿De verdad me decís? Qué raro. ¿Nada de nada? Cuchá, cuchá: tum-tu-tu-tum, tum-tu-tu-tu-tá, rata-tum, stum-trá.
Dialogue con la imaginación.
Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.
En este renglón: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
Hable
al 4896-0140
o al 4205-4284.
O escriba a:
¿Qué fue lo más increíble que...
~ le pasó últimamente? (60 palabras)
~ leyó en los últimos tiempos? (Tres ejemplos)
Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar
Estaba
esperando el paso de un cometa
que
no volvería a pasar
en
más de mil años; vi
sólo
las estrellas y en un momento
el
avance anodino y regular de alguna chatarra,
hecha
por el hombre, que atravesaba el cielo;
pero
estaba satisfecho, pasmado una vez más
por
la noche inescrutable.
En
algún lugar de la oscuridad terrestre un perro
ladró
e hizo silencio; respiré
las
estrellas y la calma y mi propia presencia
minúscula
en el borde del mundo, el silencio
que
se extendía delante de la música de las esferas,
que
bien podía ser una orquesta afinando,
una
pugna de instrumentos antes del gran llamado
de
la sinfonía, la prolongada
calma
animal y vegetal, que fracasó completamente,
cuando
una voz humana gritó detrás de una colina.
John
F. Deane,
nació en Aschii Island, Irlanda, en 1943. En 1978, fundó la sociedad poética
Poetry lreland y la publicación Poetry Ireland Review. Traductor,
miembro de la Academia Europea de Poesía-, es también director de The Dedalus
Press. Entre otros libros, publicó: Cypress & Starr; Stylized
City, Far Country, Stalking after Time, Walking on Water y Christ,
with urban fox. Este poema fue tomado de una antología de poesía irlandesa
realizada por J. Fondebrider y G. Gambolini.
"Es liviano pero contiene bastante, y la relación precio-calidad es inmejorable."
¿Le cayeron visitas?
Las 24 horas, pida Ñusleter, para usted y los suyos:
envíenos un mensaje con asunto "Yo También Quiero" a niusleter@niusleter.com.ar
Si no puede relajarse,
vive para la ansiedad y desea cancelar la entrega gratuita de Ñusleter,
envíenos
un mensaje con asunto "Ya Estoy Harto"
a niusleter@niusleter.com.ar
Sr. Rodolfo de Mayordomía del J. V. González, honesto.
Mariano Otero
Sergio Verdinelli, buena data.
Eloísa Caballero
Juan Pablo Correa
Julián López
alondra
Revista Barataria
Oswaldo Roses
Silsh
JeRe
Juan Pablo Legarejo
Perra Laika
Claudio Ramos
Lolo Jacobi
Fede Merea
A las personas fantasiosas y fabuladoras
MÁS