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e t e r
-regalo literario-
#111
"¿Qué es un aniversario? Acaso un error de fecha. Si no se hubiera compartido el año en trescientos sesenta y cinco días ¿qué sería de nuestros aniversarios?" Mariano José de Larra
DEFINICIÓN
| Fiesta |
POEMAS | En esta Navidad
| Juan Gelman | |
Mirada tres: mi Navidad laboral
| Gabriel Reches |
TALLER LITERARIO | Unas palabras |
AGRADECIMIENTOS
PROSA |
El secador y la liga |
Juan José Millás |
SUSCRIPCIONES
RESPUESTAS
CUALQUIERA | El uso de música |
Fiesta, s. Celebración religiosa generalmente caracterizada por la glotonería y la ebriedad, que suele realizarse para honrar a alguien que se distinguió por ser un santo y un abstemio. En la liturgia católica hay fiestas móviles y fijas, pero los celebrantes se quedan invariablemente fijos a la mesa, hasta que se han saciado. En su estadio primitivo, estos entretenimientos asumían la forma de festividades en honor de los muertos; fueron celebradas por los griegos con el nombre de "Nemesia", y también por los aztecas y los incas, y en tiempos modernos son populares entre los chinos; aunque se cree que los muertos de la antigüedad, como los de hoy, comían poco. Entre las numerosas fiestas de los romanos, se encontraban las "Novemdiale", que según Tito Livio, se celebraban cada vez que llovían piedras del cielo.
Del Diccionario del Diablo, Ambrose Bierce.
En esta Navidad
El vago soplo que empuja la nave
de la edad, el tiempo
que nadie puede convertir en cosa,
¿sobre qué fiebre pasan? La casa
del sueño, el perfume
de tus manos que arden como
animales al mediodía, aquí están, son
esta fiesta en un cuarto oscuro antes, donde
las ventanas dan a tu aire
que el sol dora, vienen
tu cuerpo visible y el otro
para que todo se cumpla.
Juan Gelman, poeta y periodista argentino, nació en 1939 y está vivo. Este poema pertenece al libro Valer la pena. Además tiene: Gotán, Cólera buey, Los poemas de Sydney West, Hechos y relaciones, Cartas a mi madre, Anunciaciones, Dibaxu, Incompletamente.
Mirada tres:
Mi navidad laboral
Al comer
en la servilleta
dibujo un
no dibujo un
garabato y pregunto
si se puede
compartir el cadáver
pienso en el cadáver
incompleto de un bebé
una vaca bebé
La gaseosa la
trago quiero
digerir como permitan
lo que permitan
frente a las muecas
de esa chica blancuzca
Después de comulgarse
estudió hijos tuvo
hasta venir a realizarse
aquí donde duermo entre
sobres
de edulcorante
abiertos
sin usar.
Gabriel Reches, Buenos Aires, 1968, publicó Gómez, el resto, Strip, que incluye este, y tal vez alguno más.
"Walter
te amamos.
Las chicas". En la esquina de Aráoz y Guatemala.
- ... Queríalos abrovechar este esbacio que se nos brinda para invitarños ... hic... a una confererencia que vamos a estar dando... hic... debajo del agua en alguna vileta pública de capital o... o... o... ¿por qué no? en la costra atlántica... durante todos los dí... ¡berp! ...as que podanos...
Canilla libre ya.
Taller Literario. Encuentros de lectura y escritura.
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V de Vian.
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Vecino.
Al año que se va.
Al que viene.
El secador y la liga
El adúltero compró para su mujer un secador del pelo y para su amante una liga roja, pero debido a una confusión inexplicable puso en el árbol de Navidad de cada una el regalo de la otra. La esposa, que hacía footing y jugaba al tenis creyó que la liga era una de esas cintas que usan los deportistas para recoger el sudor de la frente, y la estrenó ese mismo día por la tarde, cuando salió a correr. La amante, en cambio, acostumbrada a que le llevara instrumentos de uso venéreo adquiridos en los sex shops y en las ferreterías, tomó el secador por un nuevo artilugio para sus juegos amatorios, así que le ordenó desnudarse y, tras conectar el aparato a la corriente, dirigió el chorro de aire a las partes sensibles del adúltero, que gimió como si se excitara, aunque sus alaridos no fueran acompañados de las manifestaciones mecánicas habituales en la zona inguinal. Desanimada, cambió el aire caliente por el frío, y aunque él se retorció intentando componer un gesto de lascivia, ella advirtió que la cosa no funcionaba.
-No finjas- dijo -. Me revienta que trates
de engañarme.
-No, si me gusta mucho, te lo juro. ¿Quieres que te lo haga
yo a ti?
-Ni se te ocurra.
La tarde acabó mal, y el adúltero se vistió con tristeza y
fue Serrano abajo observando con nostalgia los adornos navideños de las calles y
los excesos luminosos de los escaparates. Recordaba el escándalo que le producía
en sus primeros tiempos de casado el comportamiento sexual de algunos compañeros
de trabajo. Él había caído en los mismos vicios que criticaba, pero ya empezaba
a cansarse de aquella doble vida que en los últimos tiempos había dado lugar a
otras confusiones, como el día en que llamó por el nombre de su amante a su
mujer. Estaban en la cocina, preparando la cena para acostarse pronto, pues ella
quería participar al día siguiente en una maratón, cuando el adúltero le dijo:
-Mira, Luz, esta patata tiene bichos.
-¿Pero por qué me llamas Luz?
-Porque eres la luz de mi vida, ¿no?
Ella sabía perfectamente que no era la luz de su vida, ni de
su muerte, que no era ninguna luz, en fin, pero prefirió callarse para no
perturbar la paz conyugal. También a su amante la llamaba a veces con el nombre
de su mujer.
-Oye, tú, que no soy una esposa -le decía ella- : llevo
luchando toda mi vida por no ser una esposa, ni siquiera la tuya.
Luego, cuando la relación clandestina se institucionalizó, el
adúltero comenzó a dejarse en el cuarto de baño de la amante la crema para las
hemorroides, creciendo su desorganización mental a medida que pasaban los años.
Había días en que estaba esperando ver entrar a su mujer por la puerta con su
chándal y sus zapatillas de deporte, cuando aparecía la amante, con el sombrero
de alas y el body transparente que había devenido en un objeto costumbrista,
incapaz de estimularle. Ahora, para excitarse, tenía que pensar en su mujer
volviendo sudorosa de practicar el footing o el tenis. Fingía que hacía el amor
con la amante, pero en su cabeza tenía a la esposa perversa. Toda esa confusión
había culminado con el cambio de la liga y el secador. ¿Qué hacer?
Esa noche su mujer salió a correr con la liga roja
en la cabeza y él se quedó solo en casa, presa de una agitación sexual
incontrolable. Más tarde intentó abordarla en la cocina, y detrás de la puerta
del dormitorio, pero ella sólo vivía ya para el deporte y se las arregló para
esquivarle.
-Nunca follamos - dijo él en la cama.
-¿Y para qué quieres follar?
-No sé, por hacer algo.
-Pues haz flexiones, que bien que las necesitas.
El adúltero se levantó e hizo unas flexiones, pero algo
dentro de él le decía que no era lo mismo que lo otro. Al día siguiente, cuando
su amante le golpeaba con el secador en la cabeza para ver si de este modo se
excitaba, sufrió un derrame cerebral.
-¿Dónde estoy?- preguntó en un momento de consciencia. Ella
le dijo que en el hogar y fingió que era su mujer para ayudarle a bien morir.
-Qué lío de vida- dijo él y se entregó con gusto a la agonía.
Juan José Millás nació en
1946 en España. Tiene novelas (La soledad era esto, El desorden
de tu nombre, El orden alfabético, por mencionar algunas) y cuentos (La
viuda incompetente).
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¿Cuál fue la mejor escena amorosa que protagonizó?
... fue hace años, a punto del
amanecer, en uno de los llamados "reventones" -donde se podía prolongar una
noche- después de bailar con un desconocido (y disfrutando la cara alarmada de
mi compañero) cuando PRESENTÍ esa mano morena dirigiéndose al pantalón blanco
para, después, extenderla hacía mí. Sin mirar, tomé el billete y me lo guardé.
Entonces alcé los ojos ...
Araceli Zúñiga
Sentados en un umbral roñoso
mientras el cielo de derrumbaba sobre un silencio que no acababa de extinguirse
y las tormentas presagiando descaradas los paraguas agujereados.
La amo.
Matías Eduardo Esteban
La encargada de la pensión de
Villa Luro, en mi pieza, y en mi cama, me monitoreaba. Fabuloso en mi desnudez,
de pie y con ella tendida entre mis piernas, santificándose con mis destellos
seminales, declamaba transida un algo como del registro de la beatitud, la muy
bruta.
Rolando Revagliatti
Creo, con temor a parecer cursi,
que la mejor escena fue cuando intercambiamos los anillos de matrimonio; ahora
en terrenos más "domésticos" podría decir que es cuando nos miramos a los ojos y
sabemos qué es lo que está pensando el otro o qué va a decir.
Roberto López
¿Alguna vez fue
infiel? ¿Cómo?
Mi marido se llama César. He
descubierto la fórmula para serle infiel cada vez que se me da la gana: le
cambio el nombre y le digo Horacio. Él cree que no es importante, pero lo engaño
con él mismo.
Araceli Zúñiga
No, nunca he sido infiel, ya tengo
dos mujeres (con mi hija) y creo que una tercera sólo contribuiría a complicar
mi vida.
Roberto G. López
El uso de música
Escuchar música clásica para meditación puede ser una buena idea. Hace más de 10 años que usamos música para practicar taichichuan. Hasta hoy ya logramos muchos efectos.
Aunque en el Occidente hay una opinión de que taichichuan es de meditación en movimiento, yo no pienso así. Mi motivo de usar música, incluso las clásicas, es para mejorar los movimientos, obtener mejor estado de ánimo y producir más eficacias de representación (porque frecuentemente hacemos exhibición).
Por ejemplo, "La primavera" con ritmo muy parejo de Beethoven es para que los movimientos sean más suaves y livianos. "La pequeña música nocturna" con ritmo ligero y cadencia variada de Mozart es para controlar la energía. "Danubio" con paso liviano es para la mente, porque según las cadencias de música seriamente hacemos los movimientos y llegamos bien a cada postura. La música de adagio es para las posturas bien hechas con mucha tranquilidad. "La música pequeña nocturna" con el sonido muy liviano y sereno de Schubert es para que los movimientos sean más limpios y metódicos...
Por supuesto en ese momento disfrutamos la música melódica y también mantenemos la buena función de oído.
En la tapa de este CD, también hay otro título, "Sonidos para la Nueva Era". Ciertamente es una linda palabra y debe ser así. En la nueva era hacemos taichichuan, vale la pena pensarlo.
De Nuestro Taichichuan, Nº3, diciembre 2002.
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