Ñ w s l e t e r
-mutación periódica de literatura-
# 107
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"...No hay nacimiento de ninguna de todas las cosas mortales,
ni existe el fin de la muerte funesta,
sino que hay mezcla y disolución de las cosas mezcladas,
y nacimiento es como lo llaman los hombres." Empédocles
"En los mismos ríos nos bañamos y no nos bañamos; somos y no somos." Heráclito
ETIMOLOGÍA | Enigma |
PROSA | Torta
mató a Perla | Dos
matrimonios vecinos y viudos
| El padre preso y su hija |
Anónimos
|
ENCUESTA
| Acertijos |
TALLER
LITERARIO
| Fantástico |
PROSA | Antología del
Soushenji |
Gan Bao |
ENCUESTA
| Metamorfosis |
ENLACES | Guiones
| Enciclopedia | Surrealismo
|
AGRADECIMIENTOS
ENIGMA, hacia 1600, del latín aenigma. Tomado del griego áinigma, -atos, 'frase equívoca u oscura', derivado de ainíssomai 'doy a entender' y éste de âinos 'fábula, apólogo, moraleja'.
DERIV. Enigmático, 1611.
Torta
mató a Perla
Había
un rey que tenía una hija que la iba a hacer casar con la persona que le diga
una pregunta que él no tenga en los libros.
Se
anotició de esto un tonto y le dijo a su madre:
—Mama,
me voy para las adivinanzas.
La
madre le dijo que no, porque iba a sufrir; tanto insistió que por fin la madre
le dijo que sí y le hizo una torta envenenada para que lleve en el viaje, así
cuando la coma se muera.
Al
día siguiente el tonto salió de viaje acompañado de una perrita llamada
Perla. Después de caminar varias horas pararon en el camino y el tonto quebró
la torta y le dió de comer a la perrita; a los pocos minutos ésta se murió.
El tonto la cuerió y puso la carne con el cuero encima de una piedra.
Luego vinieron tres caranchos, comieron la carne y murieron; el tonto los peló
y se los llevó. En el camino encontró siete gauchos que le pidieron de comer;
el tonto les dijo que no tenía más que tres gallinas y les dió los caranchos;
los comieron y luego también murieron. Los gauchos tenían cada uno una
escopeta y el tonto eligió la mejor y además llevó un libro de misa que tenían
y siguió viaje.
En
el camino vió una corzuela y le hizo un tiro, pero en vez de pegarle a la que
apuntó, mató a otra que estaba preñada y la carnió. Bebió del
agua que tenía en los pares y a los sullitos los asó con el fuego que
hizo con el libro de misa, comió y siguió viaje. Pasó la noche en el hueco de
un palo que estaba en medio del agua.
Al
otro día continuó su viaje y se dió con un río crecido y vió que la
corriente arrastraba una vaca muerta y que encima de ésta iba un carancho.
Por
fin llegó a la casa del rey y vió salir a príncipes y duques desconsolados.
Pasó el tonto y le dijo el rey que le dijera la pregunta; entonces el tonto le
hizo la historia de su viaje:
Tortá
mató a Perla,
Perla
mató a tres,
tres
mató a siete.
De
las siete me escogí la mejor.
Tiré
a la que vide
y
maté a la que no vide.
Comí
carne no nacida
asada
en palabras de Dios.
Tomé
agua no nacida ni vertida.
Dormí
dentro del agua y no me mojé.
Vide
a un muerto llevar un vivo encima.
Como el rey no la tenía a la pregunta en los libros y no podía adivinar, la hija del rey se tuvo que casar con el tonto.
Informante: René Ocampo, de Andalgalá (Catamarca)
Dos matrimonios vecinos y viudos
Había dos matrimonios que eran vecinos y un día quedaron viudos los hombres, cada uno de ellos con una hija moza.
Resolvieron estos dos vecinos, viéndose tan solos, cambiar las hijas y casarse. Ambas esposas tuvieron familia y un día decían:
-Allá vienen nuestros padre,
maridos de nuestras madres,
y padres de nuestros hijos
y nuestros propios maridos.
Informante: Rosalía de Carrizo, de Santa María (Catamarca)
El padre preso y su hija
Había un rey que todos los años dejaba en libertad al preso que le echara una pregunta que él no pudiera adivinar. Cierto día se le apersonó una mujer y le echó la siguiente pregunta:
Antes fuí hija.
Hoy soy madre
de mi padre.
El rey no pudo adivinar la pregunta, y ella le explicó:
-Estaba preso mi padre en la cárcel y falto de alimento, yo iba casi todos los días a la cárcel y a través de las rejas alimentaba a mi padre con la leche de mis pechos.
Informante: Fidel Jiménez, de Belén (Catamarca)
Estos
cuentos, pertenecientes a la tradición oral del Noroeste argentino, han sido
recopilados y estudiados por Susana Chertudi
¿Se acuerda alguna adivinanza no obvia (con respuesta)?
Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar
-En la lluvia no me mo...
-El hombre invisible.
-Déjeme que termine...
-El año.
-...todavía no...
-Postergar.
-...no dije...
-El mudo.
-Por favor, me falta el respeto...
-La mala palabra.
-Acabe de una vez, o me levanto y me voy.
-No sé, me doy por vencido.
Evitemos la ansiedad: no todo tiene respuesta.
Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.
Y este verano: Taller Literario Acuático (con textos plastificados).
Se intrigan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
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¿Cuál fue la transformación más increíble que haya visto o experimantado? (¿60 palabras?)
Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar
De qué ocurrió a la familia Huang en tiempos de la dinastía Han, siendo Ling emperador
Hubo en la prefectura de Jiangxia una familia, los
Huang, cuya madre fue a bañarse un día al río Pan. Estuvo en el agua
mucho tiempo y se metamorfoseó en una gran tortuga de agua dulce. Llenas de
estupor, sus damas de compañía salieron corriendo a avisar a los demás,
pero llegaron tarde: cuando regresaban, la tortuga estaba ya por donde el agua
era más honda. A partir de aquel día la gran tortuga se dejaba ver bastante
por allí, con una horquilla de oro siempre en la cabeza, la misma que llevara
el día en que le había sobrevenido la metamorfosis.
Y los Huang dejaron de comer tortuga unas cuantas
generaciones.
De qué hizo Zuo Ci, nacido en Lujiang
Era Zuo Ci un hombre que, habiendo tenido desde pequeño comunicación con los espíritus, sabía obrar prodigios. En una ocasión en que había sido convidado a un banquete por el gran conde Cao, ocurrió que, acabada la cena y mientras pasaba la mirada por todos los invitados, exclamó este sonriendo:
–Aunque exquisitos hayan sido los manjares, ¡cómo me gustaría tomar también unos trocitos de trucha del Song!
–Señor, eso está hecho –le prometió Zuo Ci.
A continuación, pidió que le trajeran una palangana de bronce llena de agua; tomó un anzuelo, lo puso en la punta de una caña de bambú, lo metió en el agua y, al poco, la levantó con una trucha colgando; aquello arrancó un aplauso del conde y dejó a todos maravillados.
–Pero un solo pez para tantos invitados… quizá no baste –volvió a hablar el conde–, ¿no sería mejor dos?
Zuo Ci volvió a meter el anzuelo en el agua y, al poco tiempo, lo levantaba sacando otra trucha viva, tan grande y tan hermosa como la primera. El propio conde las fue cortando en pedazos, y hubo bastantes para todos los comensales.
–Bueno, bueno, y ahora que tenemos ya las truchas, ¿no es una pena no tener de ese jengibre exquisito que sólo se da en el reino de Shu?
–Señor –intervino Zuo Ci–, eso también es fácil.
Temiendo el conde que, de algún modo, lo consiguiera en cualquier mercado de por allí en vez traerlo del lejano reino de Shu, agregó:
–Sí, pero…, de paso que os hacéis con el jengibre en Shu, ¿no podríais encargar, a un criado que envié allá hace ya meses a por seda, que trajera dos balas más?
Zuo Ci envió a un mensajero que, al poco tiempo, regresaba al banquete con jengibre recién cortado.
–En el mercado de la seda en Shu encontré a su criado –le dijo al conde el mensajero–, y le transmití su encargo de que comprara dos balas más.
Al cabo del año, en efecto, tal criado regresó del reino de Shu con dos balas más de las que le habían sido encargadas al partir. Y cuando le preguntó el conde por qué, respondió que porque tal día de tal mes del año anterior un mensajero de Zuo Ci le había dado recado, estando los dos en el mercado de la seda de Shu, de que hiciera así.
Tiempo después, en cierta ocasión en que el conde había salido de viaje de placer hasta una zona extramuros con una comitiva de varios cientos de caballeros, Zuo Ci sacó una jarrita de vino y un pedazo de carne macerada y, copa a copa y caballero a caballero, a todos dio de beber y de comer, no habiendo uno solo que no quedara ahíto. Se extrañó el conde de aquello, ordenó averiguar cómo lo había hecho, y unos que fueron a indagar en la taberna hallaron que, la noche anterior, les habían desaparecido grandes cantidades tanto de vino como de carne; aquello encolerizó al conde de tal modo que decidió castigarlo con la muerte. Intentó atraparlo en un banquete al que lo había invitado con segundas intenciones, pero en el preciso instante en que iban a prenderlo, entró en la pared y en ella desapareció. A raíz de aquello el conde puso precio a su cabeza.
Una vez que lo vieron por la calle, y estando a punto de atraparlo, todo hombre que por allí andaba se volvió idéntico a Zuo Ci, dejando a los perseguidores sin saber cuál de ellos era él. Más adelante, alguien lo vio en la cima del monte Yangcheng; se dio la voz de alarma, salieron tras él y fue a meterse en medio de un rebaño de corderos convertido en uno más. Convencido el conde de que iba a ser imposible capturarlo, gritó al rebaño:
–¡Escucha, Zuo Ci! No con intención de darte muerte sino de poner a prueba tus artes he venido haciendo todo esto. Ahora ya he visto cuán prodigiosas son y todo lo que me gustaría es volver a verte.
Al punto, se levantó sobre sus patas traseras un cordero viejo y, en pie cual humano, exclamó:
–¡Pues vaya!, ¿y por eso andaba yo tan asustado?
–¡Ese es, a por él!
Y cuando se adentraban en el rebaño, los doscientos o trescientos ternascos, primales y añojos que había allí se transformaron todos en corderos viejos que, levantándose sobre sus patas traseras y en pie cual humanos, exclamaban: “¡Pues vaya!, ¿y por eso andaba yo tan asustado?”, dejando a los perseguidores sin saber a cuál atrapar.
“Todas las desgracias –dijo el maestro Laozi– vienen de tener una forma física fija. Quien no la tiene, tampoco padece desgracias”. ¿No podría decirse que pertenecía Zuo Ci al mismo tipo de hombres que el Maestro, hombres de una filosofía extraordinaria, capaces de carecer de forma fija?
De qué ocurrió a Liu Zhuo, director del Departamento de Reclutamiento en tiempos del reino de Wu
Estando en una ocasión Liu Zhuo gravemente enfermo, soñó un hombre que le entregaba una camisa blanca, de muy suave tela, y le decía:
–Cuando se ensucie, no hay más que lavarla con fuego.
Al despertarse, la camisa estaba allí. Y para lavarla, la metían en el fuego y salía limpia.
Hacia finales del siglo IV de esta era, el pensador chino Gan Bao se ocupó de recopilar (y, en pocos casos, reescribir) una serie de relatos de la tradición de su país, que abonan las explicaciones maravillosas de los fenómenos del mundo sensible. Se sabe que escribió otras obras, aunque la Antología del Soushenji fue la única que sobrevivió el paso del tiempo.
Muy completo sitio con guiones de película.
Vasta enciclopedia internética.
Chevy, Campa: felices cumpleaños.
Dáro Cánovas
Luis Perrotta y flia.
Sr. Nino
Mara Duer
Francisco Azuela Espinosa
Diego Delias
"Dé una grata sorpresa: recomiende Ñusleter; nadie lo conoce."
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