Ñ u s l e t e r



#103

-coso periódico agraviante-


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"Las trompadas eran cosa del pueblo; cuando la pelea pasaba al claro, uno de los dos se quedaba para siempre". Gustavo Nielsen

 


 

ÍNDICE


GRAFFITTI

CUALQUIERA | Su majestad la Ñ |

DEFINICIÓN | Duelo |

PROSA | Relato sombrío, narrador más sombrío | Villiers de L´Isle Adam |
ENCUESTA

TALLER LITERARIO | ¿Qué? |

RESPUESTAS | Misterio |
SUSCRIPCIONES
AGRADECIMIENTOS

 


GRAFFITTI

"Eri sos lo más loco qu' me pasó”. Lo vio, en Guardia Vieja y Medrano, Luis Landi.


CUALQUIERA

Su majestad la Ñ

    El problema había comenzado con una inocente medida administrativa. En 1986 el Gobierno Español prohibió la importación de computadora con teclados que no tuvieran la ñ, o que no pudieran reproducirla en la pantalla, o no pudieran imprimirla. Los fabricantes de la Comunidad Económica Europea (todavía no era la Unión Europea) contraatacaron y exigieron que se eliminara del alfabeto español la letra complicada.
    El Reino de España se conmovió: iban a desaparecer el nombre del país, el gentilicio, las montañas, el nombre popular del sexo de la mujer, la niñez, la ñoñez, los años, la añoranza, el baño, los dueños, los sueños, el mañana y mucho más, incluido el chuño, las ñatas y el ñandú.
    La historia arrimó buenos argumentos a la ñ. Cuando el castellano se separó del latín, el catalán eligió representar la nasal palatal por ny, el portugués por nh, el italiano y el francés por gn. El español, por una vez económico, transformó entonces la nn
en ñ.
   
También se explicó que el castellano, inventor del adminículo sobre la n, fue imitado por otras lenguas. En América, lo tienen el guaraní, el quechua, el aymara, el araucano y el zapoteco; en Filipinas lo tiene nada menos que el idioma oficial, el tagalo; en las Islas Marianas lo tiene el chamorro; y en España, además del castellano, lo tienen el vasco y el gallego.
    También se dijo que en una computadora sin ñ habría que apretar dos teclas para conseguirla. La letra en discusión se usa con una frecuencia del 0,36 %, muy poco comparado con el 13 % de la a, que es la más usada. Pero de todos modos ese 0,36 % indica que en toda escritura aparece una ñ cada cuatro líneas. Si no existe una tecla con ese signo los millones de personas que escriben en castellano en el mundo tienen que dar dos golpes en vez de uno, lo que sería un aumento de trabajo, tiempo perdido, causa de posibles atrasos en la administración, en los negocios, en la edición de libros, en la creación poética.
    Por fin la lucha dio resultados. El 30 de mayo de 1991 la Comisión de Cultura del Consejo de Europa reconoció públicamente que la ñ es una letra emblemática de la escritura en castellano. Todo quedó a salvo. Para que no quedaran dudas, el Instituto Cervantes decidió remachar el clavo e incluyó en su logotipo la virgulilla o tilde de la eñe.
    España tiene un himno sin letra, y una bandera que no conmueve a todos sus ciudadanos (los vascos tienen la ikurriña y los catalanes la senyera) pero logró salvar en 1991 lo que quizás sea su característica más indiscutible, la eñe. Los castellanohablantes nos ahorramos el trabajo de apretar una tecla más.

    Extractos de un artículo publicado en el Cultural, del diario uruguayo El País, el 29 de octubre de 1999.


DEFINICIÓN

Duelo, s. Ceremonia solemne previa a la reconciliación de dos enemigos. Para cumplirla satisfactoriamente, hace falta gran habilidad; si se practica con torpeza, pueden sobrevenir las más imprevistas y deplorables consecuencias. Hace mucho tiempo, un hombre perdió la vida en un duelo.

Ambrose Bierce en su Diccionario del Diablo.


PROSA

Relato sombrío, narrador más sombrío

Al señor Coquelin, el joven

                                                                                                                          

Ut declaratio fiat

 

    Aquella noche yo estaba invitado, oficialmente, a tomar parte en una cena de autores dramáticos, reunidos para festejar el éxito de un colega. Era en B..., el restaurante de moda entre la gente de la pluma.

    Al principio, la cena fue naturalmente triste.

    Sin embargo, tras haber bebido algunas copas de un Léoville añejo, la conversación se animó. Tanto más cuanto que giraba en torno a los incesantes duelos que ocupaban un gran número de las conversaciones parisinas del momento. Cada uno recordaba, con obligada desenvoltura, haber empleado la espada y trataban de insinuar, descuidadamente, vagas ideas de intimidación bajo sabias teorías y guiños sobreentendidos acerca de la esgrima y la pistola. El más ingenuo, un poco achispado, parecía absorto en la combinación de una parada en segunda que imitaba, por encima del plato, con su tenedor y su cuchillo.

    Bruscamente, uno de los convidados, el señor D... (hombre experto en los entresijos del teatro, una lumbrera en cuanto a la armazón de cualquier situación dramática, en fin, quien, de todos los presentes, mejor había demostrado entender eso de «provocar un éxito»), exclamó:

    -¡Ah!, ¿qué dirían, señores, si les hubiera sucedido mi aventura del otro día?

    -¡Cierto! -respondieron los invitados-. ¿No eras el testigo del señor de Saint Sever?

    -¡Vamos! ¿Si nos contaras (pero eso sí, francamente) lo que pasó?

    -Encantado -respondió D...-, aunque aún se me encoge el corazón al pensar en ello.

    Tras algunas silenciosas caladas al cigarrillo, D... comenzó en estos términos [Le dejo, estrictamente, la palabra]:

    -La quincena última, un lunes, a las siete de la mañana, fui despertado por la campanilla de la puerta: creí que se trataba de Peregallo. Me entregaron una tarjeta; la leí: Raoul de Saint-Sever. Era el nombre de mi mejor compañero del colegio. No nos habíamos visto desde hacía diez anos.

    Entró.

    ¡Claro que era él!

    -¡Hace mucho tiempo que no te estrecho la mano! -le dije-. ¡Ah! ¡Qué contento estoy de volver a verte! Mientras desayunamos hablaremos de otros tiempos. ¿Vienes de Bretaña?

    -Ayer mismo llegué -me respondió.

    Me puse una bata, serví un poco de Madeira, y, una vez sentado:

    -Raoul -continué-, tienes un aire preocupado; soñador... ¿has tomado esa costumbre?

    -No, es por la emoción.

    -¿Por la emoción? ¿Has perdido en la Bolsa?

    Negó con la cabeza.

    -¿Has oído hablar de los duelos a muerte? -me preguntó muy sencillamente.

    La pregunta me sorprendió, lo confieso: era muy brusca.

    -¡Divertida pregunta! -respondí por decir algo.

    Y lo observé.

    Acordándome de sus inclinaciones literarias, creí que venía a consultarme el desenlace de alguna obra suya, creada en el silencio de provincias.

    -¡Que si he oído hablar! ¡Pero si mi oficio de autor dramático es urdir, desarrollar y acabar los asuntos de ese género! Los desafíos son mi especialidad y reconocen que en ello soy excelente. ¿No lees nunca las gacetas de los lunes?

    -Pues justamente se trata de algo parecido.

    Le miré con más atención. Raoul parecía pensativo, distraído. Tenía la voz y la mirada tranquilas, normales. En ese momento tenía mucho de Surville..., incluso del Surville de las buenas actuaciones. Yo pensé que estaba bajo la llama de la inspiración y que podía tener talento... un talento incipiente... pero, en fin, algo.

    -¡De prisa! -exclamé con impaciencia-, ¡la situación! ¡Dime la situación! Tal vez ahondándola...

    -¿La situación? -respondió Raoul, abriendo mucho los ojos-, pues es de lo más sencillo. Ayer por la mañana, a mi llegada al hotel, encontré una invitación para un baile, esa misma noche, calle Saint-Honoré, en casa de la señora de Fréville. Debía acudir. Allí, en el transcurso de la fiesta (¡juzga lo que tuvo que pasar!) me vi obligado a lanzar mi guante al rostro de un caballero, delante de todo el mundo.

    Comprendí que estaba representando la primera escena de su «trama».

    -¡Oh!, ¡oh! -dije-, ¿cómo piensas continuarlo? Sí, es un comienzo. ¡Hay juventud, pasión!, pero ¿la continuación?, ¿el motivo?, ¿la trama de la escena?, ¿la idea del drama?, ¿el conjunto? ¡A grandes rasgos!... ¡venga!, ¡va!

    -Se trataba de una injuria hecha a mi madre, amigo mío -respondió Raoul, que parecía no escuchar-. Mi madre.. ¿Es motivo suficiente?

    (Aquí D... se interrumpió, mirando a los invitados que no habían podido impedir una sonrisa con sus últimas palabras.)

    -¿Sonríen, señores? -dijo-.. Yo también sonreí. El «me bato por mi madre», lo encontraba de un falso y pasado de moda que hacía daño. Era infecto. ¡Veía el drama en escena! El público se hubiera desternillado de risa. Deploraba la inexperiencia teatral del pobre Raoul e iba a disuadirlo de lo que yo tomaba por el abortado plan del más indigesto de los osos, cuando añadió:

    -Abajo está Prosper, un amigo bretón: ha venido de Rennes conmigo. Prosper Vidal; me espera en el coche ante tu puerta. En París, sólo te conozco a ti. Bueno: ¿quieres servirme de segundo testigo? Los de mi adversario estarán en mi domicilio dentro de una hora. Si aceptas, vístete deprisa. Tenemos cinco horas de tren desde aquí a Erquelines.

    ¡Sólo entonces me di cuenta de que hablaba de un hecho real! Me quedé aturdido. Tuvieron que pasar unos momentos para que le estrechase la mano. ¡Yo sufría! No soy más aficionado a la espada que cualquier otro; pero pienso que me habría emocionado menos si se hubiera tratado de mí mismo.

 


Con sólo cliquetear, conozca el final del duelo.


Villiers de L´Isle Adam, francés, tuvo una vida corta: 1838-1889. Amigo de Baudelaire y Wagner, fundó una revista literaria cuyo lema era "hacer pensar" y participó en la guerra franco-prusiana. Su padre dilapidó la fortuna familiar en excavaciones para hallar supuestos tesoros nunca vistos. Murió indigente. En vida, Villiers publicó las novelas Isis y La Eva futura, la pieza teatral Rebeldía, y Cuentos crueles. León Bloy dejo escrito: "Mi amigo, el conde Villiers, que posee uno de los apellidos más ilustres de Europa, una de las inteligencias más luminosas de poeta que se hayan visto en este siglo, es sparring en un salón de boxeo inglés y recibe, con un sueldo de 60 francos al mes, cerca de dos docenas de puñetazos en su cara cada semana".  
 

a Tope


ENCUESTA

¿Qué la/o ofende?

Responda a niusleter@niusleter.com.ar


TALLER LITERARIO

-Un cielo hermoso...
-Qué tarde se hizo
-¿Qué es aquello detrás de aquellas plantas?

                                (Usan las manos como visera).

-No nos distraigamos de lo importante.
-¿Qué es?

                                (Usan las manos como visera).

-Parece un barco de vapor...
-Sí, hace rato que no puedo dejar de mirarla.

                                (Se aclaran la garganta).

-(mirando al piso): Debemos tomar una decisión.
 

¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿De qué hablan? ¿Cuándo?
Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.

Convocan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

Llame al 4896 0140 o al 4205 4284.
O escriba a:
niusleter@niusleter.com.ar


RESPUESTAS

Se ignoran los motivos. Algo fallaba
con el correo.
En breve fue
solucionado. 


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