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virgulilla
#102
-coso módico literario-
Contacto: niusleter@niusleter.com.ar
Página virtual: http://www.niusleter.com.ar
"[...]—Tengo
una amplia variedad de remedios vegetales y testimonios de miles de clientes
satisfechos. Descríbeme tu enfermedad y podré ayudarte.
—Está bien —dijo Chien, deteniéndose—, pero no estoy
enfermo.
«Excepto —pensó— de la enfermedad crónica de los empleados
del Comité Central: el oportunismo profesional poniendo a prueba en forma
constante las puertas de toda posición oficial, incluyendo la mía.»
—Por ejemplo puedo curar las afecciones radiactivas —canturreó el
vendedor ambulante, persiguiéndolo aún—.. O aumentar, si es necesario,
la potencia sexual. Puedo hacer retroceder los procesos cancerígenos, incluso
los temibles melanomas, lo que podríamos llamar cánceres negros.
—Alzando una bandeja de botellas, pequeños recipientes de aluminio
y distintas clases de polvos en recipientes de plástico, el vendedor canturreó—:
Si un rival insiste en tratar de usurpar tu ventajosa posición burocrática,
puedo darte un ungüento que bajo su apariencia de bálsamo cutáneo es una
toxina increíblemente efectiva. Y mis precios son bajos, camarada." Philip
Dick
CUALQUIERA
| Decálogo |
PROSA
| El economista |
Raúl Vieytes |
GRAFFITTI
POEMAS | T. R. M. (1766-1834) | Hans Magnus Enzensberger |
TALLER
LITERARIO | Reinversión |
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| Ñ!us |
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| Podridas/os |
AGRADECIMIENTOS
Decálogo
1- La calidad de los componentes de un cóctel debe ser siempre la mejor.
2- El frío es el mejor aliado del cóctel.
3- La inspiración momentánea del barman es el mejor servicio a la coctelería.
4- Un cóctel debe beberse mientras sonríe. No lo dejemos reposar.
5- El segundo cóctel siempre es mejor que el primero.
6- El hielo que se emplea en coctelería tiene una sola vida.
7- Cada momento tiene su cóctel. Elijamos el momento.
8- Cada cóctel tiene su “cachivache”. Unos prefieren la coctelera, otros el vaso
mezclador.
9- El barman piensa que no es mejor bebedor el que más cócteles bebe.
10- Si bebes de noche piensa que también tienes un cóctel para la mañana
siguiente.
Este decálogo contiene una tesis, que es:
Beber es bueno.
Bebe poco, pero de calidad.
Esto sí, bien frío y sin pausas.
Tomado de La magia de los cócteles, J. M. Gotarda.
El
economista
Yo
no soñaba nunca. Pero el día que anunciaron que yo era el candidato para
reemplazar al actual Ministro, estaba cabeceando una siesta en mi despacho y
tuve una pesadilla fruto de la indigestión y el stress. Allí, mi mujer
estaba todavía embarazada y tenía contracciones. Entonces, súbitamente, sin
esfuerzo ni dolor, sin exhibir señal alguna de cansancio, sin máculas de
sangre ni de líquido amniótico, emergía de entre sus piernas nuestro único
hijo, Tobías. En mi sueño, el pequeñín ya estaba vestido: lucía
un elegante traje gris, camisa almidonada, gemelos en los puños; corbata
con traba, medias azules, zapatos negros y Rolex de oro; estaba peinado
con gomina y, en vez de apestar a meconio, despedía la inconfundible fragancia
del Armani Manía. Me despertó mi secretaria, en el momento en que yo le
cantaba el arrorró a mi pequeño ejecutivo.
Llamé a casa, quería hablar con Tobías. Como esa tarde me esperaba una cabalgata de compromisos importantes, le expliqué a mi chiquitín en un léxico adecuado a sus tres semanas de edad lo ocupado que yo iba a estar; le dije que, recién llegado de su gira por Europa, papi hoy debería ser agradable con los funcionarios del FMI.
-¡Tengo que cortar, m’hijito! ¡Me llaman a reunión!
Yo podía considerarme un modelo de ejecutivo libre, ágil y dinámico, que andaba sin portafolio ni agenda, con las manos libres. Enfrenté a los jerarcas de la Banca Mundial. Temas: bono atado al crecimiento, grupos de acreedores, bono a la par. Un economista no debía sonreír, lo suyo era grave y substancial. Yo era partidario del minimalismo ideológico, una visión del mundo que comenzaba y terminaba en mí mismo. Por eso, para expresarme durante mis alocuciones, utilizaba una mínima escala tritónica de propia invención, compuesta por tres notas únicas en tresillo que excluían al resto del espectro melódico: éstas eran las notas Do, Ba y Bu.
-"Do, Ba, Bu" –respondía yo a cualquier pregunta, en un tono neutro.
Los del Fondo se emperraban en hablar de los bonos que compraron a 25 creyendo que valían 100, y que pretendemos pagarles con otro bono que vale 10. Tres por siete, veintiuno, por cuatro, ochenticuatro, por mil millones de dólares, más el 15 por ciento trazando una línea de pura liquidación, canjeado el 99,6% menos el 72,5% de quita, redondeábamos en 24.750 millones, no arriesgábamos nada y podíamos consolidar nuestro ofrecimiento. Para mi sorpresa, vi a mi hijo con su traje gris, grande como de tres años, entre los funcionarios extranjeros. ¿Una alucinación? Yo estaba con retortijones de barriga, así que hice un gesto a mis asesores para que pusieran en práctica nuestro plan: éste consistía en esbozar unas fórmulas protocolares y dedicarnos a hacer comentarios sobre fútbol, y así abordar una temática menos compleja.
-”Do, Ba, Bu” –susurré en registro de barítono, cuando solicitaron mi opinión.
Aprovechando el estupor de los forasteros, nos despedimos en óptimos términos y yo me retiré al baño, sin profundizar acerca del default, la política impositiva, ni las exigencias de un mayor ajuste. Sentado en el trono, recibí una llamada del gerente de mi empresa, por otro asunto. No logró contagiarme sus nervios, su exagerado tono de alarma. Le corté en forma abrupta y llamé enseguida a mi amiga invisible. Más aliviado de los intestinos, bajé al parking y entré a mi coche. Los minutos eran eternos, cuando uno estaba a la espera de una designación desde las altas esferas. Mi amiga invisible llegó por la explanada. Arranqué, una vez en la autopista puse la cuarta, la quinta, lo levanté a ciento cuarenta. Con el aire acondicionado, el verano se llamaba paraíso; y junto a mi amiga invisible, esto era el paraíso elevado a la enésima potencia. Ella me hizo un trabajito a toda velocidad, yo le di trescientos dólares para sus gastos chicos; después hice un alto para que bajase del coche y seguí camino.
Algunos kilómetros más allá, mi esposa aguardaba en una limusina, íbamos a cenar en zona norte. Cambié de coche en dos saltos, el chofer conectó la videoconferencia con los negociadores del Mercosur. Yo no sudaba. ¿Querían fortalecer las economías regionales por medio de una alianza eficiente? “Do, Ba, Bu”. ¿Querían hacer algo por los pobres de la región? “Do, Ba, Bu”. ¿Unificar la moneda? “Do, Ba, Bu”. Mi programa no hacía foco en el pasado sino en el futuro; allí tenía sentido positivo un default para el crecimiento industrial. La cara seria de mi hijo Tobías, ya un chico de nueve años, apareció en pantalla con el ceño arrugado.
En el restaurante aguardaban los empresarios del frente interno. Doscientos años de finanzas argentinas eran equivalentes a la evolución de un bebé recién nacido, pura dependencia. Si no había funcionado un Chupete para que dejara de llorar, ¿podría encontrársele un ama de leche a nuestra economía republicana, al costo de una relación umbilical que uniese los destinos del país a una madre patria ficticia, ilusoria? Ahí tenía yo al cronista de Ámbito Financiero, colaborando para dar un panorama exacto de la marcha de mi proyecto. Si algún día yo resultaba electo Presidente, recompensaría la fidelidad de este diario. Imaginé la banda celeste y blanca cruzándome el pecho, fotos en diccionarios y libros de lectura de las próximas generaciones.
Aparte, el gerente de mi empresa insistía en llamar a cada rato, decía que quienes financiaban mi carrera política habían lanzado una amenaza. ¿Amenazas, a mí? Corté y desconecté el celular. Suspiré un “Do, Ba, Bu” algo agitado. Me froté los ojos: había visto a mi hijo, de traje pero algo despeinado y como de quince años de edad, salir relamiéndose de abajo de la silla de mi mujer. Tuve un ligero desmayo, a causa del surmenage. Me atendió un galeno idéntico a Tobías, me sugirió cerrar los párpados y probó hipnotizarme con un cuento sobre el fantasma del Patio Bullrich, que no era sino mi hijo de traje blanco y cirugía estética en la nariz. Pronto me sentí mejor. Despaché a mi mujer al country, y volví al Centro en helicóptero. [...]
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Raúl Vieytes, 1961, oriundo de Buenos Aires, publicó
la novela Kelper en 1999. Este relato suyo aún no forma parte de ningún
libro.
"Fabi
si vos amás a dios que murió por todos, porqué no me amás a mí que muero
por vos sola?". Vio (y envió) Adriana Blanco, en
Carhué y Emilio Castro, en la pared de un colegio.
"Ida
y
Welta". En la esquina de Superí y una antes de
Manuel Ugarte, yendo desde el centro.
T. R. M. (1766-1834)
Cuando el estómago ladra, la boca no dice nada.
En la miseria, poca es la letra. Del hambre sólo sabemos
lo dicho con panza llena: bien poco es en consecuencia.
El más feliz de todos: en verano remaba un poco, en invierno
patinaba en la charca del pueblo. Y en cincuenta años
jamás le vi perder los estribos un sólo instante.
Mofletudo, comodón, negó con firme voz la felicidad.
¿La suya? No: la Felicidad. Una nueva idea, que ya no lo era
entonces en Europa: ya no habrá guerra, ni crímenes
ni administración de justicia, ni gobiernos, ni dolores, ni enfermedad,
ni angustia ni rencor. Respuesta: Nunca he adquirido
un poder tal sobre mi intelecto que me permita creer sin evidencia
mis íntimos deseos. (Ensayo sobre el principio de población
en
relación con el progreso futuro de la sociedad, y crítica
de las especulaciones de los Sres. Godwin, Condorcet y otros.)
Dulce y tierno. Genio y locura no iban con él.
Vivía honradamente de su canonjía, pero no le convencía
El orden divino en la evolución de la estirpe humana
de Süssmilch. Y se tragó anuarios estadísticos,
dejó la rectoría, se fue a Rusia y a otros países.
Europa se horrorizó del resultado. Monótonos presagios:
aquella retahíla de enfermedades, epidemias, carestías,
plagas revueltas y hambres endémicas.
Arremete el pastor de nuevas almas de Albury
contra la ola de placeres deshonestos, villanías,
y perversas pasiones, pero por vez primera su sermón
calcula las fuerzas naturales en matrices y testículos,
como el físico la velocidad y alcance de un disparo
en medios de distinta densidad: y todo ello
es necesariamente así y nunca dejará de serlo.
Sicofante descarado de la clase poderosa. Infame,
siniestra doctrina, cinismo, blasfemia: palabras,
pero el plazo de duplicación sigue siendo aún
de treinta años, y rige aún la fórmula Pt = Poert.
Cierto: sus cálculos son inexactos. Sólo estaba seguro
de que algo aumenta sin cesar. Crece el crecimiento,
crece el hambre, crece el miedo. Sonrosado de mejillas,
frotándose de manos, recibía cada día con el té los pancitos
de manos de la misma lozana mujer, con la que religiosamente
fornicaba una vez al mes: un impertérrito miedoso,
un impostor que aparentó salud su vida entera:
El más feliz de todos los profetas de la catástrofe.
Hans Magnus Enzensberger nació en Kaufbeuren en 1929. Vivió en Noruega, Italia, Estados Unidos y Cuba. Polifacético, es ensayista (Detalles, Política y delito, Migajas políticas, ¡Europa, Europa!) dramaturgo, guionista (de cine) y poeta: Mausoleo. 37 baladas de la historia del progreso (1975, de donde este poema, inspirado en Thomas Malthus, economista y demógrafo inglés), El Filántropo, El hundimiento del Titanic, Mediocridad y Delirio, Perspectivas de guerra civil, Las máscaras de la razón, Zig-Zag, y tantos otros más.
Una vez por semana, en un lapso de dos horas aproximadas, circulan entre, entre un número de individuos, impresos y reales, entre cinco y doce, entre que se escribe y que se lee, entre que se conversa al respecto, un número aproximado de entre ochocientas mil y un millón doscientas mil palabras, y se le da seria atención a un sesenta y siete por ciento.
¿Qué
hacer con el resto? Taller Literario.
Semanales de lectura y escritura.
Suman: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
Puede
llamar al 4896 0140 o al 4205
4284.
O escribir a:
niusleter@niusleter.com.ar
Ñusleter,
ventanal
de literatura:
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¿Qué
la/o tiene podrida/o? Elija
una sola cosa.
Que el Tano no me dé bola.
Vicky
esto de pretender ser poeta poetizando siempre hasta mi propia muerte
como una serpiente que se muerde la cola y que se agranda siempre
como un mar que se refulgita a si mismo y se vuelve a tragar en cada ola
como una piedra que rota se rompe y en otra piedra se rota y rompe
Nilipe
Me tiene perdida el saber que no voy a transitar por ciertos lugares jamás.
María Eugenia Pérez
El mundo todo me tiene repodrida.
Mystica
Mi esposo.
Araceli Zúñiga Vázquez
La clase media argentina.
Sara Paoletti
El
desorden, la suciedad y la falta de respeto y de educación.
Roberto López
Ustedes.
Matías Eduardo Esteban
Mi jefa, pero bueno, como creo que van a recibir alrededor de trescientas
respuestas diciendo lo mismo, me permito una segunda: la lluvia (vivo en
Belgica, que alguien les avise que la lluvia no se vence, no se la tienen que
gastar toda ahora)
Juan
Las encuestas.
Diana Lenton
La ovulación de mi novia.
Gustavo zanella
Vicentico cantando como Celia Cruz. Perdón, Vicentico cantando.
Mariana Pereyro
Alvaro Uribe, presidente de Colombia.
Sol Colmenares
Las encuestas. Y más podrido todavía, esta manía que tengo de
responderlas.
Eduardo Mangialardi
¿Cuánta
gente hay bajo tierra, Mariano Valcarce,
Soporte Técnico?
mei.
Fede Merea.
Marcelo López.
Familia Carrara.
Javier Adúriz.
Ricardo Bochini.
Mariano Valcarce, Soporte Técnico, recomienda "habitar el momento
presente".
MÁS
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