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#101
-mensaje tedioso de inflamación literaria-
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"Los hombres hacen la historia en circunstancias que ellos no han hecho". Karl Marx
"Finalmente estás cansado de este mundo antiguo". Guillaume Apollinaire
POEMAS |
Los hombros soportan el mundo | Elegía
1938 | Carlos Drummond de Andrade |
GRAFFITTI
DEFINICIÓN | Placer |
PROSA
| Periplo |
Juan Filloy |
TALLER
LITERARIO | Tenaz |
ENCUESTA
ENLACES
| México | Ñuñús |
Llega un tiempo en que ya no se dice: Dios mío.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que ya no se dice: amor mío.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos apenas realizan el rudo trabajo.
Y el corazón está seco.
En vano las mujeres golpean tu puerta, no abrirás.
Te has quedado solo, la luz se apagó,
pero en la sombra, tus ojos resplandecen enormes.
Eres todo certidumbre. Ya no sabes sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.
Poco importa si viene la vejez, ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y éste no pesa más que la mano de una criatura.
Las guerras, las hambres, las discusiones dentro de los edificios
prueban sólo que la vida prosigue
y que no todos aún se libertaron.
Algunos, encontrando bárbaro el espectáculo
preferirían (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que nada se adelanta con morir.
Llegó un tiempo en que la vida es una orden.
La vida simplemente, sin mistificación.
Trabajas sin alegría para un mundo caduco,
donde las formas y las acciones no encierran ningún ejemplo.
Practicas laboriosamente los gestos universales,
sientes calor y frío, falta de dinero, habre y deseo sexual.
Héroes
llenan los parques de la ciudad en que te arrastras
y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fría, la concepción.
De noche, si hay neblina, abren paraguas de bronce
o se recogen en los volúmenes de historia de siniestras bibliotecas.
Amas la noche por el poder de aniquilamiento que encierra
y
sabes que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.
Pero el horrible despertar prueba la existencia de la maquinaria
y te repone, pequeño, frente a indescifrables palmeras.
Caminas entre muertos y conversas con ellos
sobre cosas del tiempo futuro y negocios del espíritu.
La literatura estragó tus mejores horas de amor.
Has perdido mucho, muchísimo tiempo de sembrar,
Corazón orgulloso, tienes prisa en confesar tu derrota
y aplazar para otro siglo la felicidad colectiva.
Aceptas
la lluvia, la guerra, la falta de trabajo y la injusta distribución
porque no puedes, solo, dinamitar la isla de Manhattan.
Carlos Drummond de Andrade nació en 1902 y era brasileño. Murió. Fue periodista, químico y funcionario público. Uno de los iniciadores del movimiento Modernista en su país (no confundir), sus libros de poemas, algunos: Alguna poesía, Sentimento do mundo, Viola de bolso, reunidos en varias antologías. Tiene uno de ensayos, otro de crónicas, otro de cuentos y una novela.
"Aguante los bisexuales”. En el puente de fierro que está en Crámer y Zabala (Colegiales).
"Desde el pie Mónica sos mi vida ¿por qué?”. El Salvador y Humbolt (Palermo Bronx).
Placer, s. La forma menos detestable del tedio.
Extraído del Diccionario del Diablo, Ambrose Bierce.
Periplo (fragmento)
Etapas
Cuando usted viaje, deje su vida en su casa, en su pueblo, en su ciudad. Es un artefacto inútil. No la exhiba a nadie. Sea un “sibarita del silencio”, como dice Benjamín Jarnés. Los seres que hacen su propia apología, deben recluirse en el narcisismo. Quien lleva a los pleasure trips preocupaciones de vanidad, agrega la carga más estulta a sus valijas... Vaya, entonces, con liviano equipaje de sí mismo: con muchas, muchas mudas para el cuerpo y pocos trajes para el alma.
¿Para qué desesperarse ante el posible naufragio? La mímica del hombre ante la naturaleza es una cosa ridícula... Es como hacer ademanes al tiempo y cosquillas a la fatalidad de las leyes cósmicas.
Experto en tedio, inspecciono las almas extrañas de a bordo. Hay muchas predispuestas, pero inhábiles. No saben disimularlo todavía. Se ve que el corazón bosteza mientras la boca ríe. Precisamente, todo lo contrario: porque la gloria del hastío consiste en cruzar la vida como si fuera un páramo, con rostro impasible, llevando llena de conformidad la cantimplora del corazón. Así, los expertos del tedio, nos aventuramos con éxito por todos los itinerarios de la desolación.
Estoy al pie de la Gran Pirámide, en el lado que se desmorona en un triángulo de sombra. La proximidad borra la admiración, pero aumenta el sentido. Una mano enguantada toca los enormes bloques de caliza y granito. Ese contacto me impresiona. Y eléctricamente me siento arrojado a cuarenta y cinco de distancia, en medio de largas teorías de esclavos, que colocan precisamente esos enormes bloques de caliza y granito... Hay el hedor del sudor innumerable en este ambiente de acero que arde sobre la arena calcinada. Hay un murmullo de enjambre en esta muchedumbre con disciplina de hormiga. ¡Años y años! No se corta la sinfonía del esfuerzo. ¡Décadas y décadas! Prosigue el mismo ritmo de expolio marcado por el faraón. Y relampaguea, todavía, el látigo que graba jeroglíficos sangrantes sobre espaldas curtidas de intemperie...
Me vuelve a la realidad el canto de un picapedrero vecino. Brillan áridos sus ojos en cuencas cavadas por la miseria. Sus brazos ostentan, transcriptos en cicatrices, los jeroglíficos de antaño. Pero ya sabe la clave. Canta “La Internacional”.
Monte de los Olivos. Salimos de una capilla que explotan monjes franciscanos. Un bello pavimento de mosaico del tiempo de los cruzados es su mejor presa. Y el mérito esencial, estar edificado en el paraje predilecto de predicación del Redentor.
Un compañero, ya saturado de leyenda, pregunta:
–¿Qué personaje de la Biblia, les gustaría encarnar a ustedes?
Todos responden. De improviso me asalta el recuerdo de que aquí, precisamente, aconteció el episodio de la adúltera, y contesto:
–Yo quisiera encarnar uno que, en realidad, no figura en ella: el hombre sin pecado que no quiso arrojar la primera piedra... Fue un fariseo de exquisito dandismo. ¡Qué heroica elegancia la de su virtud! Prefirió el escarnio de los siglos, bajo un tenue escudo de silencios, a hacer quedar mal a Jesús...
Juan Filloy murió a los ciento cuatro años,
vio tres siglos. Era de Río Cuarto, Córdoba. Publicó un montón de cuentos y
novelas (Op oloop, Los Ochoa, ¡Estafen!, Periplo, entre otras).
¿Sabía usted
que:
en este mundo cambiante, las novedades se suceden unas a otras en un vértigo
confuso que no deja pensar con claridad?
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Machacan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
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