#10
-mínimo aniversario de literatura-
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"Cantan los pájaros, cantan / sin saber lo que cantan: / todo su entendimiento es su garganta." Octavio Paz
POEMAS |
Trabajar cansa | Vendrá la muerte y tendrá tus ojos | Cesare Pavese |
SE NECESITA...
ETIMOLOGÍA | Trabajar |
PROSA |
Open Door | Alejandro Güerri | |
Penfriends | Fernando Aíta |
FIGURITAS | Metáfora |
TALLER LITERARIO
DEFINICIONES | Estatua viviente | Falsos 50
centavos | Subterráneo | Condicionado |
GRAFFITTI
CUALQUIERA | La Gloria | Diego Maradona
|
ENLACES | Español | La papa |
FERIAS Y PASEOS | Al aire libre |
AGRADECIMIENTOS
SUSCRIPCIONES
Trabajar cansa
Atravesar una calle para escapar de casa
lo hace sólo un muchacho, pero este hombre que anda
todo el día las calles, ya no es un muchacho
y no huye de casa.
Hay
en el verano
tardes en que las plazas se quedan vacías, tendidas
bajo el sol que ya empieza a ponerse, y este hombre que llega
por una avenida de inútiles plantas, se detiene.
¿Vale la pena estar solo para estar siempre más solo?
Callejear únicamente, las plazas y las calles
están vacías. Es preciso detener a una mujer
y hablarle y decidirle a que viva con uno.
Si no, uno habla solo. Por eso algunas veces
el borracho nocturno comienza a parlotear
y explica los proyectos de toda la vida.
No es
cierto que esperando en la plaza desierta
te encuentres con alguno, pero el que anda las calles
a ratos se detiene. Si fueran de a dos,
aun andando las calles, la casa ya estaría
donde aquella mujer, y valdría la pena.
Por la noche la plaza vuelve a quedar desierta
y este hombre que la cruza no ve los edificios
tras las luces inútiles, pues ya no alza los ojos:
sólo ve el empedrado, que hicieron otros hombres
de endurecidas manos, como lo están las suyas.
No es justo quedarse en la plaza desierta.
Seguro que está en la calle aquella mujer
que, al pedírselo, quiera ayudar en la casa.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos--
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, cara esperanza,
aquel día sabremos también nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para
todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio cerrado.
Descenderemos al abismo mudos.
Cesare Pavese nació en un pueblo de Piamonte en 1908. Pasó gran parte de su vida en Turín, donde se doctoró en Letras. Enseñó en colegios, y realizó traducciones y artículos que dieron a conocer en Italia a Melville, Faulkner, Twain, entre otros. En 1933 comenzó a trabajar para el editor Einaudi, y se vinculó con un grupo de intelectuales antifacistas vigilados por la policía. En 1935 es encarcelado por un año. En adelante vivió en mutismo laborioso. Comenzó a escribir sus diarios (El Oficio de Vivir, publicados póstumamente); en la última página, del 18 de agosto de 1950, se lee: "Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más." Ocho días más tarde, alquiló una pieza en el hotel donde fue encontrado junto a dieciséis tubos de somnífero. Los poemas que transcribimos dan nombre a sus dos libros de poesía (luego se publicaron poemas "inéditos"). En prosa: La plaza, Fiesta de agosto, El camarada, Diálogos con Leucó, Antes que cante el gallo, Un verano hermoso, La luna y la fogata.
SE NECESITA...
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TRABAJAR 'sufrir', 'esforzarse, procurar por', 1220-50, de donde más tarde 'laborar, obrar', siglo XIV. Del latín vulgar TRIPALIARE 'torturar', derivado de TRIPALIUM 'especie de cepo o instrumento de totura', siglo VI. Este es compuesto de TRES y PALUS, por los tres maderos cruzados que formaban dicho instrumento, al cual era sujetado el reo. De trabajar deriva el sustantivo trabajo, 1212, que conserva en la Edad Media y aún hoy en día el sentido etimológico de 'sufrimiento, dolor'. La forma primitiva fue trebajar, que luego sufrió asimilación de las vocales, pero con tre- se pronuncia todavía en catalán.
DERIV. Trabajador, hacia 1570. De trabajo: Trabajoso, 1438.
Open door (fragmento)
El 18 de diciembre de 1940, José Fernández López fue
internado en la Colonia Nacional de Alienados Domingo Cabred. Al menos, así
consta en la carátula de su historia clínica, que la casualidad (y una afición
personal por los robos menores y sin importancia) puso en mis manos. Obtuve el
expediente en el archivo del internado -un cuarto diminuto, forrado de estantes
y papeles con casos similares-, mientras mi madre, en el pasillo, intentaba
mantener una charla con José, que la oía de a ratos y conversaba solo. Sentí, al
tiempo que hojeaba las primeras páginas, que su discurso tajante y entrecortado
-como si le diera mordiscones a las palabras y estas, a su vez, lo mordieran a
él- reproducía, no digo la respiración, sino el jadeo de una Buenos Aires
extinta, pedazos de una ciudad alucinada que debe permanecer intacta sólo en su
memoria, ya que desde aquella mañana de diciembre apenas si volvió a verla en su
dimensión real. Ajeno al presente, pero no por elección propia, debe a la buena
fe de su familia y a una junta de notables de la ciencia, haber quedado fuera
del combate de los hechos, balbuceando todavía un relato monótono e inconcluso.
Nunca se nos explicó por qué se produjo la internación de mi
tío abuelo. La vaguedad en este punto comprende desde delirios persecutorios y
brotes psicóticos -términos que, en definitiva, nada explican para quienes no
manejamos la jerga psicoanalítica- hasta el afán repentino y constante de
desaparecer de los lugares que más frecuentaba, como el club, el trabajo, la
casa y otras dependencias civiles. Según insiste el anecdotario familiar,
durante días enteros era imposible hallarlo; hasta que, al tiempo, aparecía en
otra provincia o en algún país limítrofe. No se le podía imputar ningún episodio
extraño o condenable; paraba en hoteles de categoría y, una vez que comía en
forma abundante, se le daba por salir a caminar hasta perderse en ese nuevo y
provisorio destino. En algunas ocasiones, había que recurrir a la policía y a
las guardias médicas para obtener algún dato; otras, alguien lo veía y avisaba a
su casa. Como aquella vez que el doctor Bove, un amigo de mi abuelo, se topó con
José en un cruce de calles de la capital uruguaya y, después de seguirlo hasta
la puerta del hotel, telefoneó a su familia para que intervinieran en el asunto.
El encuentro entre los hermanos estuvo cargado de reproches por parte de mi
abuelo que el otro aceptaba con indiferencia. Hablaba despacio, casi en secreto,
de pájaros que lo picoteaban permanentemente en la habitación de su casa -razón,
desde luego atendible, para abandonar, de súbito, esa o cualquier otra vivienda.
Menor suerte esperó a José en Montevideo, rodeado como estaba, según dijo, de
murciélagos e insectos del tamaño de un puño. Su hermano, con esa calma que se
diría una condición innata de su naturaleza, le dijo por lo bajo, un poco para
no alarmar al doctor Bove, que esperaba el desenlace a unos metros, y otro tanto
para seguir el juego del otro, que la casa que ambos compartían en la calle
Bacacay había sido desinfectada y eliminados todos los intrusos. (...)
Lea el texto completo en esta antología
Alejandro Güerri nació en Buenos Aires en 1976. Hace Ñusleter.
Penfriends (fragmento)
El doctor Jürgen Stockhausen se entristece en Estocolmo; su esposa lo ha dejado en medio del invierno. Va sonámbulo al trabajo. Vuelve temprano y deambula, sin objeto, por la casa. Se rasca largo, desconcertado, la barba roja: las paredes se alejaron, hacen muecas en el techo manchas húmedas, y la música con que se aturde no logra disimular el zumbido sordo de la soledad. La certera sospecha de que su mujer tenía sexo con otros hombres no podía menguar el amor que lo embargaba; ya no sufría por eso. El carrusel da en su trayecto un brinco brusco, y prosigue su órbita habitual. Ella, al parecer, entendió la tolerancia tácita como pronunciada indiferencia, e ignoró que al abandonarlo le averiaba el alma. Sus dos gatos perdieron apetito; él, dos kilos. Quema recuerdos en el hogar y en la mente afiebrada; bebe, llora y se arrepiente por haberla descuidado. Pobre Jürgen Stockhausen, la vida se le presentaba como una pista de patinaje, sin sobresaltos, lisa y sin baches. Pero irremediablemente suceden los porrazos. Para él soy instructor de paracaidismo. Eso le escribí los últimos cinco años de nuestra esporádica relación que lleva diez. En abril con el año en plena marcha, en julio para el día del amigo, y diciembre cuando las expectativas se alimentan y embriagan con manjares festivos (este era y no el caso), nos enviamos noticias, afectos, fotos y tarjetas navideñas. Hemos sido penfriends, amigos por correspondencia, desde que ambos cursábamos el secundario, lo cual habla de nuestro compartido gusto por el anacronismo. Jürgen se aplica asimismo en filatelia. Las estampillas de sus sobres siempre demostraron preferencia por motivos tradicionales y egregios: retratos flemáticos de reyes y reinas, imponentes edificios históricos, catedrales suntuosas. Dos veces (tendríamos veinte, los abuelos de Jürgen se habían divorciado a los ochenta, la pista se resquebrajaba, y en ese período de hondos replanteos) me envió estampillas de barcos vikingos. A los dieciséis Jürgen era lo que es: llevaba una barba rojiza y rala, el cabello rubio y lacio caía sobre los hombros del blazer rojo de su uniforme y un tímido flequillo velaba los ojos color de agua. Tras aquel pudoroso montón de pelo habitaba el muchacho inseguro y metódico que en sobrio inglés me delineaba sus planes envidiables para una vida apacible como un paseo en calesita. La barba se ha espesado y la frente, aún exenta de arrugas, se amplía. Nuestra remota amistad se prolongó a lo largo de sus estudios de Medicina, su carrera ascendente como traumatólogo -flamante subjefe de guardia del hospital comunal- y durante su promisorio noviazgo y ahora malogrado matrimonio con Tuna, una diseñadora (descolorida y despampanante según las fotos) que lo había "enloquecido" en una clase de salsa, a quien había lentamente arrebatado de los brazos de un ingeniero en sistemas, y que un mes atrás había partido en un crucero con su amante danés. Cuando lo leí no pude evitar imaginarme dos enamorados abrigándose en mutuos abrazos sobre la cubierta brumosa de un transatlántico a través de un mar de hielo. Me apené sincera aunque poco entusiastamente como cuando nos avisan que falleció algún pariente de un conocido, o cuando alguien llora solo en el mismo vagón del subte. Sin embargo la confidencia y la consejería sentimental representan un aspecto importante de nuestros vínculos. Por mi parte siempre disfruté proponiéndole noviazgos esquizofrénicos que incluían affaires con vecinas de mis parejas, primas de sus madres, ninfómanas ocasionales, pequeñas estafas, empleos inverosímiles y otras intrigas para estimular sus fantasías e indagar en sus valores. Jürgen me respondía que yo tenía un "tornillo suelto" y debía dejarme de buscar problemas. (...)
Lea
el texto completo en esta antología
Fernando Aíta
nació en Buenos Aires en 1975. Hace Ñusleter.
METÁFORA: (del griego metaphorá propiamente 'traslado,
transporte') Hoy decimos comúnmente "Fulana es un bombón" (en vez de "dulce,
apetitosa"), "Mengano es un cuatro de copa" (por "poco importante"), "Sutano es
un tiro al aire" (a cambio de "imprevisible, peligroso"), (los ejemplos abundan)
y estamos utilizando metáforas, ya gastadas por el uso. La metáfora es el más
preciado de los recursos poéticos pero su origen fue práctico: la pobreza del
lenguaje. Ante la falta de nombres que expresen los sentimientos, emociones o
ideas, se combinan las palabras en sentido figurado. Un simbolista francés
observó que "en el estado actual de las lenguas europeas, las palabras son casi
todas metáforas", y los diccionarios etimológicos dan testimonio. Hacia el 330
a.C., el claro Aristóteles explicaba en su Poética: "... si la vejez es
a la vida como la tarde es al día, llamaré a la tarde, vejez del día o, como
Empédocles, a la vejez tarde de la vida u ocaso de la vida." Para ese entonces
la metáfora ya era considerada un adorno, un lujo. Más tarde se la consideró un
medio de conocimiento. Entre las relaciones de semejanza más primitivas y
recurrentes (y no por eso menos capaces de asombro y belleza) se encuentran la
mujer y la flor, las estrellas y los ojos, el tiempo y el agua, el sueño y la
muerte. Existen, también, algunos patrones gramáticales en que las metáforas se
efectúan con regularidad:
A,B "sus dientes, esas perlas"
B,A "ese trencito de cuerda que se llama corazón" (F. Pessoa)
A de B "una indecisión de péndulo"
B de A "los tigres de la ira" (W. Blake)
B (donde se omite el referente) "Oh pastor de lobos" (llama a Caín Giuseppe
Ungaretti).
Los ejemplos suscritos expresan nombres (sustantivos) pero la metáfora puede manifestarse en participios ("ahogado de esperanzas"), en adverbios ("me miró hirientemente"), en adjetivos (epíteto metafórico: "un escote convocante") y sobre todo en verbos ("sembrando el rayo de origen divino" dice del Sol Aristóteles). Es decir las posibilidades de elaborar metáforas son inagotables y estas absurdas categorías un ínfimo muestrario. Un último ejemplo: Cervantes para expresar que la belleza de una mujer es tal que quien la mira queda boquiabierto dice "bebe los vientos por ella".
Encuentros semanales de lectura y escritura.
Coordinan: Alejandro Güerri - Fernando Aíta.
Algunos motivos para asistir, o no, a los talleres: http://www.niusleter.com.ar/tallerliterario.html
Comunicarse a estos teléfonos: 4896 0140 / 4205 4284.
O a la siguiente dirección:
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Estatua viviente
Parece tan dura como el resto del cuerpo que con apolíneo dominio de los
músculos laxos y maquillaje transforma en estatua: una cola formidable. Se
congregan en derredor hombres que cómplices menean las cabezas con los labios
mordidos como no puede ser o qué hambre. La caja en el piso
tintinea y anima a la estatua cuyo arte acepta limosna pero no una mano; ninguna
palma lo hace palpable: ¿será que este arte no inspira sino respeto pero no
provoca, no incita a la audacia?
Falsos 50 centavos
La moneda no vale poco, vale nada. Circula de mano en mano, redonda, sin brillo.
Lleva en el torso tatuado un 50 y en la espalda carga el peso de una casa. ¿Cuál
es su verdadera cruz; y cuál, su verdadera cara? Chirola de tachos, metálica
mentira en locales de poca monta, la expulsa la máquina en el colectivo. No es
ni viveza ni oficio de copista, es arte en estado puro. Tan inútil como real,
está en tu bolsillo y hace bulto.
Subterráneo
El que cambia una moneda por otra, traspone el garrote de metal o madera,
aguarda a que surja detrás de la franja la máquina. Como el que baja presuroso y
trepa en la estación siguiente, ignora el recorrido previo o lo conoce por los
nombres en los carteles. La que se muere por preguntar si está en el andén
correcto o si puede hacer combinación en el futuro. El que mira la tele que
pende del techo, coteja la hora de su reloj con el otro reloj igual de inexacto,
busca entre todas las caras un amor pasajero, lo encuentra, lo pierde y sigue en
la última ventana del último vagón las vías idas. La señora con sus bolsas; el
que vacila entre saltar hoy o mañana; la que se aterra si el motor se detiene;
el impúdico que saca del bolsillo su peine de bolsillo, se peina desde la frente
hasta la nuca los que conversan y los que no conversan. Ese chico que empuja
como un loco para salir, ¿a dónde cree que va?
Condicionado
Sórdidos templos de tres torcidas cruces: los cuellos partidos, las caras
lívidas, la luz que los baña, en sus butacas extasiadas los catequizan
sacerdotisas lúbricas; los subyugan ceremonias totémicas, la fálica idolatría,
credo vulgar de la líbido. Se congregan en la penumbra de lugares de culto
ocultos, quizás culposos por haber despojado al sexo de tabúes, sentimientos y
sentido, para adorarlo en forma carnal y deífica.
Tomado del libro Perdón, estaba distraído de Rogelio Roldán, Ed. Persiana al Mar, Buenos Aires, 1985.
"Manu: Aprende a chamuyar. Lau". Visto en la esquina de Malabia y Güemes por Martín Guinzburg.
"Pablito: sos muy fogoso. Juana de Arco". Anotado por Diana Aisemberg en Montevideo.
"La tradición es la personalidad de los imbéciles". Leído en los 80 por Guillermo Bazzola, y en Estación Colegiales por Gab.
"No somos nada; queremos serlo todo". Con aerosol en un monumento al Quijote, enrejado, en Av. de Mayo y Lima.
"Lo imposible sólo tarda un poco más". Leído por Tamara en la calle San Lorenzo de Villa Regina, Río Negro.
La gloria (fragmento)
En la final me mandaron a Matthäus encima. Ese sí que sabía,
no era una marca al hombre común. Normalmente, los que te hacen marca personal
son torpes, pero Lothar sabía jugar; podía ser diez, podía marcar, terminó
siendo líbero. Un fenómeno. Yo busqué el gol desesperadamente, quería mi gol,
pero más quería ganar, más quería ganar.
Hicimos dos golazos, primero: el cabezazo del Tata Brown,
porque se lo merecía como nadie, porque había reemplazado a Passarella y había
jugado mejor que todos, y el de Valdano, porque fue un resumen de lo que Carlos
nos pedía y una demostración de lo que era Jorge física y futbolísticamente.
Cuando nos empataron, yo no me asusté. Para nada... Nos
habían cabeceado dos veces en el área, sí, una cosa imperdonable para cualquier
equipo en serio, pero... Le miraba las piernas a Briegel y estaban hechas un
garrote, sabíamos que iba a llegar, que el triunfo iba a llegar. Cuando volvimos
a la mitad de la cancha, para sacar, aplasté la pelota contra el piso, lo miré a
Burru y le dije: "¡Dale, dale que están muertos, ya no pueden correr! Vamos a
mover la pelotita que los liquidamos antes del alargue". Y así fue, nomás: giré
atrás de la mitad de la cancha, levanté la cabeza y vi cómo se le abría un
callejón enorme a Burrruchaga para que corriera, para que corriera hasta el
arco... Briegel le había quedado de atrás, a sus espaldas, y ya no iba a tener
potencia para alcanzarlo. Entonces, le cachetié así a la pelota, bien al claro.
Y se fue Burru, se fue Burru, se fue Burru... ¡Gol de Burru! ¡Cómo grité ese gol
de Burruchaga, cómo lo grité! Me acuerdo que hicimos una montaña enorme, uno
arriba del otro, ya nos sentíamos campeones del mundo, faltaban seis minutos, ya
estaba y... Bilardo nos empezó a gritar: ¡Déjense de joder, déjense de
joder! ¡Vayan a marcar, vos y Valdano a marcar, dale, dale!
Obtenido en Yo soy el Diego de la gente, la autobiografía de Diego
Armando Maradona, alias El 10 o Pelusa.
Página del idioma español:
diccionarios, literatura:
http://www.el-castellano.org/
Historia de la papa, y cultura
aymara:
http://www.aymara.org/chuqi.html
DE
MATADEROS, Av. Lisandro de la Torre y Av. de los Corrales. Comidas, artesanías,
juegos, espectáculos. Domingos.
PLAZOLETA SANTA FE, Av. Santa Fe y Uriarte. Artesanías y libros usados. Lunes a
sábado.
PLAZA MANUEL BELGRANO, Av. Juramento y Vuelta de Obligado. Artesanías. Sábados y
domingos.
PARQUE RIVADAVIA, Av. Rivadavia 4900. Discos, libros, cosas para la compu. Lunes
a lunes.
RESERVA ECOLÓGICA COSTANERA SUR, Av. T. Achával Rodríguez 1500. Visitas,
eventos. Lunes a lunes.
PARQUE LEZAMA, Brasil y Defensa. Artesanías, espectáculos, comidas. Sábados y
domingos.
Loor
y gratitud a Mariano Valcarce, Soporte Técnico.
Cuatro Comunicadores Visuales. Diseño y Comunicación.
Daniel Liñares, desbordante de espíritu.
Mauro Oliver y el Hombre Horno.
Al cuete, a quienes nos dejan en el tacho de basura.
De corazón, a quienes semana a semana nos abren las puertas de su bandeja de
entrada.
Y dos veces a quienes nos escriben y a los que le dan para adelante a la
invitación: leer es un placer.
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